Il Parrocco para DiarioSalud.Net
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martes, 12 de junio de 2007 |
Había amanecido diferente el mar se retiraba después de tanto, dejando ver los esqueletos de aquellas moles de hormigón que habían sido edificios donde vivían familias enteras. El viento frío ahora era brisa tibia, el cielo rojo eterno ahora era celeste. Las nubes negras cargadas de electricidad que explotaban ya no estaban. Habían pasado casi cincuenta años de aquella explosión nuclear.
De aquellos maremotos y de aquellos virus que habían tenido por efecto
hacer morir a toda la población de más de veinte años y menos de
setenta, como segundo efecto, dejar estériles a hombres y mujeres, el
tercero, el más increíble ... nadie envejecía, nadie moría ...
Los jóvenes debían preguntar a los ancianos el “cómo sé hacía”.
Y los ancianos debían recordar y recordar de modo que los jóvenes hicieran los que éllos por falta de fuerza no podían.
De allí salieron los primeros plantíos, los refugios, los primeros
caseríos todas las noches los jóvenes se reunían con el consejo de
ancianos para oírlos y aprender.
Hoy planificaban una represa aquí, un camino allá, como ordeñar, como plantar.
Debían educar a otros, llegaron a hacer escuelas donde el maestro más joven y profesor tenía promedio ochenta años.
Hoy la tierra era la misma que antes de la explosión. Sol, lluvia, playas, praderas verdes.
Tenían una segunda oportunidad, el orden perfecto se había establecido e implantado.
Habían aunado esfuerzos, jóvenes y ancianos, unos con pasión y fuerza los otros paciencia y experiencia,
Dios miro sonriente lo que ahora había creado; se dio vuelta en su nube y continuó soñando
¿Seremos los dueños del mundo los que tenemos más de veinte y menos de setenta ?
Il Parrocco
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