Cerca del 40% de la carga que soporta la rodilla recae en los meniscos, cartílagos que sufren especialmente con el paso de los años y la práctica deportiva intensa
Desgaste cuando los años avanzan y traumatismos por la práctica de
deporte en los más jóvenes. Pocas piezas hay en el cuerpo humano tan
sujetas a los avatares vitales como las rodillas y, de forma muy
particular, de uno de sus elementos fundamentales, los meniscos. De su
buen estado dependen nuestra estabilidad y algo tan fundamental como la
calidad de nuestro caminar. Es uno de los precios a pagar por ser
bípedos. Rotura de meniscos
Los
meniscos son cartílagos que rellenan los espacios entre las superficies
articulares de la rodilla. Deben soportar cerca del 40% de la carga que
recae en la rodilla.
Caminar erguidos, uno de los rasgos más distintivos de los
humanos, ofrece, como se ha demostrado en múltiples estudios
evolutivos, innumerables ventajas. Una de las más relevantes, a la que
se asocia en parte el desarrollo del cerebro, es la liberación de
brazos y manos, aspecto que nos ha permitido desarrollar habilidades
incontables. Pero también ha acarreado que nuestro cuerpo haya sufrido
modificaciones que lo mantienen en tensión. Y de la tensión han
derivado problemas de reparto de fuerzas que se han traducido, sobre
todo, en dolencias de las partes que nos dotan de movilidad y de
flexibilidad, en particular, de las articulaciones, entre ellas, la
rodilla, ésta dotada de gran estabilidad, especialmente en extensión, y
a su vez, con una gran movilidad. La pieza que ajusta las
propiedades de huesos y músculos y dota a la rodilla de sus
características es el menisco, un cartílago ubicado en el interior de
la articulación. Su estructura y forma semilunar aumentan la
profundidad de la superficie casi plana de la parte superior de la
tibia, lo que proporciona mayor estabilidad. Sin el menisco, la forma
redondeada del fémur resbalaría sobre la superficie plana de la tibia.
Los dos meniscos que hay en la rodilla, el interno y el externo, actúan
como un cojinete entre el fémur y la tibia disminuyendo la fuerza del
peso corporal y distribuyen las fuerzas trasmitidas a través de la
rodilla soportando casi el 40% de la carga que recibe de la
articulación. Su estructura, en tres capas, permite amortiguar el
conjunto de fuerzas y evitar un desgaste excesivo. Sin el menisco, se
dañarían las superficies óseas, provocando la degeneración del tejido.
Por este motivo, la extirpación completa de los meniscos es un factor
que predispone a la aparición de artrosis: las superficies articulares
de fémur y tibia entran en contacto directo lo que provoca una erosión
constante del cartílago que puede dejar el hueso al descubierto, sin
protección. Por ello, la extirpación completa del menisco apenas se
practica. Lesiones y desgaste
Las lesiones de menisco son las más frecuentes que sufre la rodilla y
casi siempre son de origen traumático. En las personas jóvenes los
traumatismos son en su mayoría de origen deportivo y se dan, sobre
todo, con la práctica del fútbol y del esquí. Estas dos disciplinas son
las dos actividades de mayor riesgo, ya que se trabaja con la rodilla
en flexión. Por supuesto, también pueden darse en otros deportes en los
que las rodillas efectúan un trabajo constante de flexión.
En el fútbol, cuando la rodilla se rompe con el pie fijo en el suelo y
en ligera flexión, se dan las condiciones ideales para la rotura de los
meniscos. Si el trauma es muy violento, la lesión puede afectar también
a los ligamentos, algo similar a lo que sucede en el esquí. Asimismo,
las lesiones en los ligamentos laterales pueden afectar a los meniscos,
a los que están íntimamente unidos. Según avanza la edad, el
menisco se vuelve menos elástico lo que lo convierte en una estructura
más frágil y quebradiza. Es entonces cuando traumatismos mínimos pueden
lesionarlo. Salvar un obstáculo al caminar, andar por terrenos
irregulares, saltar o bajar escaleras son circunstancias que pueden
favorecer las lesiones en personas mayores. Diagnóstico y tratamiento
Identificar
una lesión en el menisco no suele entrañar dificultades: el cómo se
produjo la lesión, los síntomas y la exploración física ya orientan
hacia el diagnóstico. La resonancia magnética nuclear (RMN) puede ser
necesaria para confirmar, situar la lesión y descartar otras lesiones
asociadas de ligamentos, huesos, cartílagos, músculos y tendones. Las
radiografías convencionales sólo son útiles para determinar si hay
otras condiciones asociadas, pero no para valorar el menisco roto. LA
RMN es una prueba indolora y para valorar la articulación no requiere
el uso de contraste. En ocasiones, la artroscopia,
procedimiento quirúrgico usado para visualizar y tratar problemas en
las articulaciones, también se utiliza como método diagnóstico. Esta
técnica quirúrgica se realiza en quirófano y bajo anestesia, ya sea
general, espinal o local, dependiendo de la articulación o del problema
a resolver. Por una pequeña incisión en la articulación de la rodilla
se introduce una microcámara de fibra óptica que permite visualizar el
interior, valorar directamente las estructuras internas y tratar las
lesiones a través de otra pequeña incisión, por donde se introducen
instrumentos especiales para retirar o reparar la porción dañada del
menisco. En ciertos casos los desgarros meniscales pueden
repararse mediante cepillado y sutura. Aunque no siempre es posible la
reparación. Los pacientes jóvenes con roturas meniscales recientes son
los candidatos ideales para la reparación, mientras que las roturas con
base degenerativa en pacientes de edad avanzada por debilidad y
desgaste del menisco se consideran difíciles de solucionar. Sin
embargo, un menisco lesionado no siempre termina en intervención.
Cuando la lesión no es muy extensa y no provoca dolor ni bloqueos,
puede demorarse. Aunque algunos expertos señalan que la lesión en el
menisco, por muy pequeña que sea, puede acabar dañando el cartílago
articular. El menisco es una estructura con poca irrigación y esto
determina su poca tendencia a la curación espontánea, es decir, no
cicatriza por sí solo. En cualquier caso, no parece que las
probabilidades de desarrollar una artrosis con un menisco roto no
operado sean muy elevadas. Por el contrario, cuando se extirpa un
fragmento de menisco roto, a más cantidad eliminada, más carga sufre la
articulación y más probabilidades existen de desarrollar una artrosis.
En el caso de la intervención, las pequeñas incisiones se resuelven a
los pocos días y el vendaje se suele retirar a las 24 horas. El dolor
en la articulación es mínimo y se suele tratar con antiinflamatorios no
esteroides quedando solventado a las pocas semanas. Sin embargo, es
importante un programa específico de rehabilitación para que la
articulación recupere su funcionalidad al máximo. Cuando se produce la lesión del menisco
- En el momento de producirse un traumatismo se puede sentir algo parecido a un chasquido o crujido.
- Rápidamente
se percibe un dolor intenso en la zona lesionada: si la lesión es en el
menisco externo, en la cara lateral externa de la rodilla; y si es en
el menisco interno, en la cara interna.
- Con movimientos de flexo-extensión de la rodilla pueden sentirse chasquidos o clicks.
- Existe
limitación del movimiento de flexión y extensión de la rodilla que se
nota al subir y bajar escaleras, agacharse y arrodillarse acompañado de
dolor de diferente intensidad.
- El síntoma más clásico es el
llamado bloqueo de la rodilla: no se puede extender completamente la
articulación cuando el fragmento roto queda atrapado en el mecanismo de
bisagra.
- Puede aparecer un pequeño derrame de líquido sinovial en la articulación que generalmente es poco importante.
Para ayudar a disminuir el dolor
- Aplicar
frío local durante las primeras 48-72 horas en sesiones de 15 minutos
sin sobrepasar las tres horas totales por día. Hay que evitar el
contacto directo del hielo con la piel para evitar quemaduras por la
baja temperatura.
- Reposo total de la articulación durante 24-48 horas.
- Mantener elevada la extremidad durante unos días.
- Aplicar un vendaje compresivo elástico, no rígido y sin apretar demasiado.
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