La ceguera nocturna, definida como la dificultad o la demora para adaptar la visión en la oscuridad, acaba de ser agregada a la lista de síntomas del mal de Chagas. Un estudio de investigadores argentinos demostró que los mismos anticuerpos que lesionan el corazón de los infectados por el Trypanosoma cruzi también actúan sobre la retina. "Este estudio permite comprender un poco más las características del Chagas", dijo Cristina Paveto, del Instituto de Investigaciones en Genética y Biología Molecular. Uruguay registra 37 mil casos del mal.
Es de noche y el hombre que acaba de llegar a la parada de colectivos no es capaz de distinguir si el vehículo que se acerca pertenece a la línea que lo lleva de regreso a su hogar. Trata de aguzar la vista, pero es inútil. El colectivo sigue de largo. Pasan diez minutos y, a lo lejos, vuelve a asomarse un colectivo. Ahora sí ve que es un 130 y levanta la mano.
La llamada ceguera nocturna, definida como la dificultad o la demora para adaptar la visión en la oscuridad, acaba de ser agregada a la lista de síntomas del mal de Chagas. Un reciente estudio de investigadores argentinos demostró que los mismos anticuerpos que lesionan el corazón de los pacientes infectados por el parásito Trypanosoma cruzi también actúan sobre la retina.
"Este estudio permite comprender un poco más las características del Chagas", dijo a LA NACION la doctora Cristina Paveto, bióloga del Instituto de Investigaciones en Genética y Biología Molecular (Ingebi) y una de las autoras del estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista de la Federación Americana de Sociedad de Biología Experimental, de los Estados Unidos. "Ahora sabemos que los pacientes con Chagas podrían tener problemas para ver de noche -agregó el doctor Marcelo Levin, coautor del estudio y jefe del Laboratorio de Biología Molecular de la Enfermedad de Chagas, del Ingebi-. Y esto nos motiva más aún para mejorar las condiciones de las personas que viven en áreas donde la enfermedad de Chagas es común." Se estima que en la Argentina hay 2.300.000 personas infectadas con el T. cruzi, de las cuales 400.000 presentan problemas cardíacos asociados con la enfermedad. Cada año mueren 30.000 personas por Chagas, según cifras globales de la Organización Mundial de la Salud. La pregunta necesaria El hallazgo comenzó años atrás con una investigación bibliográfica sobre el Chagas, contó la doctora Silvia Matsumoto, primera autora del estudio. "Encontramos un artículo científico de investigadores alemanes que habían observado ciertos defectos en los fondos de ojo de pacientes con Chagas de Brasil y del norte argentino", precisó esta neurobióloga que por aquel entonces dirigía el Laboratorio de Electrofisiología del hospital Alvarez. "En el hospital tratábamos a un grupo de pacientes con Chagas y decidimos realizarles estudios de la retina para ver si había algún problema funcional -relató Matsumoto-. Y lo que encontramos es que el 82% tenía dificultades para adaptar su visión en la oscuridad, pero como eran problemas que no alteraban demasiado su calidad de vida, nunca habían consultado." Por esos días, Matsumoto realizaba un curso de biología molecular en el que oyó decir que las células de la retina llamadas "bastones", que se encargan de convertir la luz en impulsos eléctricos que se dirigen al cerebro, presentaban similitudes en el nivel molecular con las células del corazón. Justamente con aquellas que resultaban dañadas en los pacientes chagásicos. Estudios previos del doctor Levin habían demostrado que la inflamación de las células cardíacas características del Chagas -que con el tiempo deviene en la llamada cardiopatía chagásica- se debía a que esas células compartían ciertas moléculas con el parásito que causa la enfermedad. Así, al tratar de defenderse del T. cruzi, el sistema inmunológico lastima el corazón. ¿No será ésta la causa de la ceguera nocturna observada en los pacientes con Chagas?, se preguntó entonces la doctora Matsumoto, que no dudó ni un segundo en trasladar su inquietud a Levin y sus colegas. En el Ingebi, la doctora Paveto realizó diversos experimentos que, efectivamente, permitieron corroborar que los anticuerpos que produce el organismo en presencia del T. cruzi obstruyen la rodopsina, una molécula presente en los bastones de la retina y que es la que convierte la luz que ingresa al ojo en impulsos eléctricos. "Demostramos que los mismos anticuerpos que atacan las células cardíacas también pueden interferir con la rodopsina", resumió Levin. Pero las implicancias del hallazgo no son meramente descriptivas: "Siempre se ha discutido si las características clínicas de la enfermedad de Chagas son resultado de la acción directa del parásito o de la reacción del sistema inmunológico -comentó Matsumoto-. El hecho de que un tejido tan distante del corazón como lo es la retina se vea afectado apoya la teoría inmunológica". Pero el hallazgo podría servir incluso para algo más que para desentrañar las raíces de la enfermedad de Chagas. Según Matsumoto, la posibilidad de determinar cuáles son los anticuerpos específicos que se asocian con el daño cardíaco y de la retina permitiría en el futuro contar con herramientas diagnósticas que permitan, en un caso de infección reciente por T. cruzi, estimar el riesgo cardíaco de ese paciente (La Nación, jueves 2 de marzo).
NASA apoya a científicos uruguayos La enfermedad del mal de Chagas tiene los días contados. Una investigación del parásito causante de la misma que desarrolla la Facultad de Química de la Universidad de la República (Udelar), junto a siete universidades latinoamericanas, logró seducir a la mismísima Nasa (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, según sus siglas en inglés) para que financiara el proyecto. El proyecto multidisciplinario surgió en una reunión entre científicos en Santiago de Chile hace diez años atrás. La profesora chilena Sara Aguilera, de la Universidad Católica del Norte (Antofagasta, Chile) y su colega Silvia Sepúlveda, de la Universidad de Santiago de Chile, lograron convencer al renombrado astronauta costarricense de la Nasa, Franklin Chan-Díaz y a su colega colombiano Jaime Forero, de que valía la pena realizar un convenio para estudiar al parásito causante de la llamada "enfermedad de los pobres", con el fin de procurar a mediano plazo la creación de nuevos fármacos. "Se le propuso estudiar una enfermedad típica en toda América, en la cual hubiese involucrada una proteína que pudiera ser estudiada en condiciones de microgravedad, es decir en el espacio exterior, fuera de la gravedad terrestre", cuenta Margot Paulino, doctora en Química, responsable principal de la investigación uruguaya desde la Facultad de Química. A su vez, Chan-Díaz, astronauta tico radicado en Estados Unidos que ya ha realizado seis viajes al espacio exterior, creyó que era menester "investigar una proteína que perteneciera a un agente causante de una enfermedad latinoamericana", y juntos entendieron que la ideal era "el mal de Chagas". "Mi universidad presentó un proyecto relacionado con la cristalización de sustancias orgánicas en condiciones de microgravedad", dice Sara Aguilera, la científica chilena de la universidad de Antofagasta, de paseo por Uruguay. El Trypanosoma Cruzis es ese agente causante. "Tiene una enorme cantidad de proteínas y es un organismo complejo", dice Paulino. Por eso es que varias universidades se asociaron para el mencionado estudio. La Nasa se interesó en esta investigación por una cuestión de "prestigio", entiende Paulino, en procura de una mejor imagen del instituto emblemático asociado a la carrera espacial ante el imaginario colectivo. Para tales efectos consiguió una dotación de 7,7 millones de dólares dados por el Congreso de los Estados Unidos, en siete etapas a modo de fases, para hacer válida la investigación. "Una empresa farmacéutica le paga a la Nasa un millón de dólares por la cristalización de las proteínas en el espacio exterior, y medio millón por el estudio de difracción de rayos X", explicó Aguilera. A través de difracciones de rayos X se determina la estructura del cristal (la proteína se cristaliza en el espacio exterior). Ahí se puede percibir mejor la estructura, la forma de los átomos, y los ángulos que forman los planos del cristal. A la red de universidades que trabajan conjuntamente estudiando los parásitos que están en la vinchuca, animal vector de la enfermedad, la Nasa no le cobra nada. Llevan las proteínas difractadas al espacio exterior, para su cristalización. Una vez cristalizadas, se facilita mucho más su estudio. Los institutos que trabajan en conjunto son: el Instituto Mario Fatala Chabén de Argentina, la Universidad de Santiago de Chile, la Universidad Católica del Norte de Antofagasta, Chile; el Instituto de Biodiversidad de Costa Rica, la Universidad de Costa Rica, y la E.A.R.T.H. del mismo país, coordinador de todo el proyecto, amén de la Facultad de Química uruguaya. Por encima de ellas está la Universidad de Alabama, Estados Unidos, donde está el principal investigador del tema, el científico Larry De Lucas.
La Facultad de Química ya estaba trabajando en un estudio similar al de las proteínas del agente causante del Chagas para la Agencia de Apoyo al Desarrollo de Países Subdesarrollados (Sarec), de Suecia, investigación posible gracias al apoyo económico del gobierno sueco, durante 10 años. Francisco Panzera, de la Universidad de Ciencias de la Udelar, trabaja con el vector, la vinchuca, y fue quien hizo el contacto inicial con el grupo primario de investigadores. Panzera se comunicó con Paulino en una etapa sin financiación, pero luego de financiado el proyecto, se prefirió estudiar las proteínas del parásito y Panzera quedó radiado. "La única relación que hay entre la Facultad de Química (Udelar) y la Nasa es que a través de la investigación de las proteínas en el espacio exterior, se desarrolló un proyecto que financia el desarrollo de nuevos fármacos, y que tiene como objetivo importante la creación de cristales", dijo Paulino. Las proteínas son cristalizadas a través de aparatos de la Nasa de última generación, en el espacio. "Esas proteínas cristalizadas son la forma, la estructura tridimensional de la proteína", agrega. Mientras transcurre la entrevista, el monitor de la PC de Paulino muestra imágenes tridimensionales de una proteína del Trypanosoma Cruzis. Ese dibujo es "una forma de expresar la molécula". El grupo de investigadores que trabaja junto a Paulino en la Facultad de Química proponen esas formas a partir del modelado biomolecular. "Los biólogos del instituto argentino de la red nos traen la secuencia aminoácida, y nosotros nos encargamos de generar la forma, el modelo, ponemos la estructura en un programa y estudiamos para qué sirve. Proponemos cómo deberíamos ser las moléculas que se unen a esa proteína", explica Paulino. Si la proteína es fundamental para la vida del parásito, y la Udelar la bloquea, posiblemente mate al parásito, pero si la limita en el ser humano, ahí aparece el efecto tóxico no deseado. "Se trata de estudiar la reacción del Trypanosoma Cruzis en el parásito o en el huésped que lo aloja". Al mal de Chagas lo llaman "la enfermedad de los pobres". La científica chilena Sara Aguilera explicó por qué: "a ninguna empresa farmacéutica le interesa vender remedios para los pobres, porque saben que éstos no accederán a ellos. Nadie se ha preocupado en desarrollar drogas para enfermedades como el Chagas", contagiable en zonas marginales. El astronauta Chan-Díaz avaló la propuesta porque "quiere que se aporte con una investigación de esta trascendencia, para en un futuro, tener derecho a tener un módulo de investigación en la Estación Espacial", ahora que la MIR rusa es historia. Aguilera pretende que sean los estados de cada país investigador los que se hagan cargo de desarrollar los fármacos para combatir el mal de Chagas en su etapa crónica —hoy no curable— para que no tomen carta en el asunto las empresas farmacéuticas. "Si no, no llegará nunca a manos de los pobres que se contagien". Lo cierto es que sin el aporte económico de 7,7 millones de dólares que la Nasa consiguió, gracias a fondos del Congreso norteamericano, la investigación latinoamericana con participación uruguaya no podría haber avanzado.
Datos
La enfermedad del mal de Chagas se transmite por vías transplacentaria y transfusional, a través del ciclo del parásito en la vinchuca, en reservorios y mamíferos. En Uruguay hay vinchucas, principalmente al norte del Río Negro. Si las vinchucas pican con el parásito dentro, puede contagiar a la persona con el mal de Chagas. "Chagona" es el nombre de la picadura. Si el individuo va de inmediato a un centro asistencial, podrá ser atendido y en los primeros 15 días la enfermedad podrá ser combatida con un remedio existente para la etapa primaria (llamada "aguda"). Es una droga tóxica, de todas formas. Si no está informado, y no advierte la gravedad del problema, la enfermedad puede ingresar en su etapa "crónica". Para esa etapa no hay cura, porque no existen fármacos para tal etapa. El "Chagas" se detectará en la autopsia (Uruguay en Red, jueves 2 de marzo).
Cerca de 25 millones de ciudadanos la padecen en América Latina, y más de 100 millones corren el riesgo de contraerla. El mal de Chagas, como se le conoce en la mayoría de los países de este continente, se ha convertido en un verdadero problema de salud pública, al punto que en gran cantidad de comunidades es una enfermedad endémica. Panamá no escapa a esta realidad, y recientemente el Ministerio de Salud emitió una resolución en la que obliga a todos los laboratorios públicos y privados del país a practicar la prueba que detecta el mal de Chagas en las personas que vayan a donar sangre, a fin de evitar que la enfermedad se siga propagando y adquiera niveles exorbitantes. La preocupación del gobierno panameño radica en que la segunda vía de transmisión más importante de este mal es la transfusión sanguínea, seguida de la congénita. Esta situación se vio agravada cuando científicos y expertos latinoamericanos, reunidos en el III Congreso Centroamericano de Parasitología y Medicina Tropical, advirtieron el resurgimiento con mucha fuerza en Panamá de enfermedades "altamente peligrosas" como el mal de Chagas, la tuberculosis, malaria y el dengue, las cuales habían sido controladas desde 1941. Las últimas estadísticas emitidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que en Panamá ha habido un repunte en los índices de esta enfermedad, que alcanzó los 220 mil casos, en una población que no alcanza los tres millones de personas. Este mismo reporte informa que el país más afectado por la enfermedad es Brasil, con 6 millones 340 mil casos; seguido de Argentina, con 2 millones 640 mil; Chile, 1 millón 460 mil; Venezuela, 1 millón 200 mil; Colombia, 900 mil; Guatemala, 730 mil; Perú, 643 mil; Bolivia, 500 mil, Paraguay, 397 mil; El Salvador, 322 mil; Honduras, 300 mil; Panamá 220 mil, Costa Rica, 130 mil y Uruguay, con 37 mil casos reportados. Las estadísticas señalan que en Centroamérica, región a la que pertenece Panamá, un 25% de la población, es decir, 8.2 millones de personas, de 33 millones de habitantes, están en peligro de contraer este mal. El Chagas (una enfermedad que afecta únicamente a los latinoamericanos y a los residentes del Estado norteamericano de Texas) ha cambiado su perfil epidemiológico tradicional en Panamá, lo que ha obligado a las autoridades a establecer un periodo de seis meses para que todos los bancos de sangre remitan al Laboratorio Central de Referencia del Ministerio de Salud los casos positivos que hayan tenido, a fin de llevar una estadística más precisa del desarrollo de la enfermedad y combatir su propagación. El gobierno ha sido estricto en la emisión de esta resolución, ya que en la misma advierte que los laboratorios que no cumplan con la directriz serán sancionados. Paralelamente, los panameños libran otra batalla con una enfermedad similar al mal de Chagas, llamada Leishmaniasis, cuyos casos en los últimos años han aumentado considerablemente. Este flagelo produce lesiones en la piel, similares a las del Chagas y también es producido por un insecto: la mosca blanca, que habita en los monos perezosos. Los estragos del mal de Chagas se conocen en América desde el siglo XVI. La OMS estima que los países de Latinoamérica han gastado unos 150 millones de dólares en la lucha contra el mal y que sus perjuicios han sumado los 4,550 millones de dólares. Una bomba de tiempo La enfermedad del mal de Chagas es propagada por el parásito llamado Trypanosoma Cruzi y se transmite a través de las triatomas, conocidas a lo largo de América Latina con varios nombres, entre ellos, vinchuca, chupao, chinchorro, bandola, chinche, picuda o chirima. El Trypanosoma Cruzi es un parásito hemaflogelado que se reproduce en el interior de las células y circula a través de la sangre. El insecto tiene hábitos nocturnos, ya que es durante la noche cuando se alimenta de sus víctimas (que son animales estrictamente caseros y seres humanos) y les produce una lesión por la picazón que da el excremento que deposita en el lugar en donde come. El mal de Chagas puede ser mortal o puede causar daños severos como parálisis permanente. La enfermedad ataca en tres fases: la aguda, indeterminada y crónica. La misma puede proporcionar a su víctima una vida sin complicaciones o una muerte fulminante. De allí que quienes la padezcan lleven una especie de bomba de tiempo en su cuerpo. No obstante, sólo un 30% de los pacientes la desarrolla, por lo general después de los 40 años de edad. En el 50% de los casos el mal entra al cuerpo por el ojo, en donde causa una hinchazón y posteriormente produce el crecimiento de los ganglios. Con el transcurrir de los días, el paciente presenta fiebre, malestar general, cefalea y decaimiento físico. En la parte terminal puede producir agrandamiento del hígado, el bazo y una miocarditis aguda. En la fase indeterminada, el paciente entra en un aparente estado de cura que puede durar entre 10 y 15 años, hasta que se inicia la etapa crónica. El mejor aliado de la enfermedad es la ignorancia, la pobreza y la marginación. Un insecto doméstico El Trypanosoma Cruzi es un insecto ovíparo que pone hasta 200 huevos por año. Paradójicamente, este insecto nace libre del mal de Chagas y se infecta cuando pica a una persona contagiada, luego de lo cual prosigue con la cadena de contagio. El insecto inicialmente mide tres milímetros de largo, y durante su ciclo de vida pasa por cuatro fases de muda en las cuales no presenta alas. Su período de madurez llega al séptimo mes de vida y al alcanzar los 15 meses muere de forma natural. Este insecto tiene hábitos estrictamente caseros y habita durante el día en grietas, techos, gallineros, casas para perros y muebles, para salir a comer en horas nocturnas. En el hemisferio Sur se conformó una alianza contra la enfermedad que en los últimos años ha logrado reducir los niveles de infestación en países como Uruguay y Paraguay. En Centroamérica, los ministerios de Salud de la región han puesto en marcha un plan regional, en conjunto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que incluye controles en los bancos de sangre para evitar la propagación a través de la transfusión de sangre, la eliminación del vector que la produce con la fumigación de insecticidas, la vigilancia epidemiológica permanente y atención especial para los menores de cinco años de edad. Científicos latinoamericanos, de Estados Unidos y Europa fracasaron en sus intenciones de disminuir a su mínima expresión la presencia del mal de Chagas en el continente a partir de este año, sin embargo, mantienen viva la esperanza por los logros que se han alcanzado en Uruguay, Paraguay y Costa Rica. Pero hay otros sectores que no son tan entusiastas y sostienen que el mal de Chagas (el cuarto flagelo más importante de América Latina, seguido del SIDA) seguirá presente en la región como una enfermedad endémica, mientras exista la pobreza. (Página web de la Organización de Estados Iberoamericanos). Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |