Durante 25 años, la tasa de fertilidad adolescente fue descendente,
pero desde 2003 comenzó a subir. Ese índice en la Argentina es de 64 de
cada mil, superior al promedio que se da en países desarrollados, que
es de 27 de cada mil, e incluso más alto que el de los menos
desarrollados, 54 de cada mil.
Tres de cada diez adolescentes encuestados
en la Ciudad de Buenos Aires, el conurbano y Rosario todavía creen que
las mujeres no pueden quedar embarazadas en su primera relación. La
mayoría tuvo en la escuela alguna charla sobre salud sexual y
reproductiva, generalmente a cargo de la profesora de Biología o de
algún laboratorio, y en este último caso dirigida particularmente a las
mujeres. Mientras tanto, la tasa de fecundidad adolescente sube en el
país desde 2003, cuando se quebró la tendencia descendente de los
últimos 25 años. En 2005 –la última medición oficial–, 64 chicas de
cada mil de entre 15 y 19 años fueron madres. O dicho de otra forma:
cada cinco minutos una adolescente dio a luz.
Las estadísticas del Ministerio de Salud muestran que en 2005
nacieron 104.410 bebés de mamás de 15 a 19 años y 2699 de menores de 15
en todo el país. El total de nacimientos fue de 712.220, una cifra que
se mantiene más o menos estable desde hace años. Es decir, el 15,2 por
ciento correspondió a madres menores de 20 años. Hay grandes
diferencias entre provincias: las tasas más altas de fecundidad
adolescente corresponden a Chaco, Formosa y Misiones, donde se supera
ampliamente el promedio nacional. La más baja, muy por debajo de la
media del país, se registra en la ciudad de Buenos Aires.
Números
Para analizar la magnitud del fenómeno a nivel internacional se toma
en cuenta la tasa de fecundidad de las chicas de 15 a 19 años, esto es
la cantidad que se convierte en madre por cada 1000 de ellas –se
presume que los embarazos más precoces, de 14 años para abajo, están
asociados a situaciones de abuso sexual–. La investigadora Edith
Pantelides, del Centro de Estudios en Población (Cenep), abordó desde
hace años el tema y viene siguiendo la evolución de las cifras en el
país. “Desde 1980, cuando se registraron 78,3 chicas de 15 a 19 años
que tuvieron un hijo, la tasa de fecundidad adolescente venía bajando,
pero en 2004 se rompió esa tendencia: de 56,4 en 2003 trepó en un año a
62,8 por cada 1000. Y en 2005 otra vez aumentó, aunque levemente”,
señaló a Página/12. El último registro dado a conocer oficialmente
indica que por cada 1000 adolescentes de 15 a 19 años, dieron a luz
63,7, más del doble de la tasa promedio del quinquenio 2000 y 2005 de
los países desarrollados que fue de 27 por cada 1000; e incluso
superior al promedio en ese período de los países menos desarrollados,
de 53,4 por cada 1000, de acuerdo con los cálculos que lleva
Pantelides. La media en el mundo es de 49,7 adolescentes madres por
cada 1000.
De paso por Buenos Aires, el chileno Ramiro Molina Cartes,
presidente de la Federación Internacional de Ginecología Pediátrica y
de la Adolescencia, aportó a este diario algunos datos más: la tasa de
fecundidad adolescente en Suiza es de 7 por 1000, en Francia de 9 por
1000 y en Alemania de 11 por 1000. En Chile, 44 dan a luz por cada 1000
chicas de 15 a 19 años.
De todas formas, todas estas cifras –incluidas las de la Argentina–
no captan las gestaciones tempranas que terminan en abortos, una cara
oculta del embarazo adolescente. Para tener apenas una idea de esta
cifra negra vale recordar que en el país “entre 1995 y 2000 aumentaron
un 40 por ciento las internaciones de adolescentes por complicaciones
de abortos”, precisó a Página/12 Alicia Gutiérrez, tocoginecóloga de
guardia del Hospital Durand y coordinadora del Comité de Desarrollo del
Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam). Fue la última medición
oficial de los egresos hospitalarios.
Oportunidades
El embarazo adolescente es un problema complejo. No se conocen aún
investigaciones que respondan por qué se quebró la tendencia
descendente de la tasa de fecundidad que se observaba en el país desde
1980. Se sabe, sí –y esto ha surgido en estudios recientes– que
especialmente en los sectores más pobres, la gestación temprana, aunque
no sea planificada, puede esconder un deseo oculto de una joven, que
puede ver la maternidad como proyecto de vida ante la ausencia de otros
horizontes. No siempre está en juego el desconocimiento para evitar el
embarazo o la imposibilidad de acceso a los métodos anticonceptivos.
“Las condiciones materiales de vida que la sociedad les ofrece a estas
chicas y el medio familiar en el que se socializaron forman parte de la
construcción de su subjetividad, y eso implica que muchas de ellas no
se planteen otra manera de realización personal que las de ser madres”,
advirtió Gabriela Perrota, investigadora del Programa Nacional de Salud
Sexual y Reproductiva, al comentar los resultados de un estudio que
realizó entre adolescentes de la Villa 20 del barrio porteño de Lugano
y presentó en la última semana en las Séptimas Jornadas de Salud y
Población Instituto Gino Germani de la UBA. “Es válido que una
adolescente quiera embarazarse, pero hay que preguntarse entre qué
cosas elige. El Estado debería garantizar igualdad de oportunidades
para todas las adolescentes”, acotó Gutiérrez. Para ello, acuerdan los
especialistas, es básico garantizar el acceso y la permanencia en la
escuela. “Para prevenir el embarazo adolescente, en primer lugar se
necesita que chicas y chicos tengan educación formal y que sea de
calidad. En la medida en que se tiene mejor educación, se obtiene un
retroceso en la edad de iniciación sexual y lo mismo se observa en la
medida en que los padres de estos jóvenes también tienen mejor
educación. Pero también se necesita que tengan educación sexual y
acceso a anticonceptivos”, consideró Molina Cartes, profesor de la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Chile, a cargo,
además, del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral de la
Adolescencia, ubicado en el campus universitario en la ciudad de
Santiago.
Molina Cartes reveló que hay 29 programas de educación sexual
evaluados científicamente en el mundo y esos testeos demuestran que ese
tipo de iniciativas retrasa la edad de la primera relación en más de 12
meses. “Con educación sexual no se logra la abstinencia, ni tampoco se
promueven la promiscuidad y la actividad sexual temprana. Sí se
consigue un impacto en la fecundidad adolescente, se la protege. El
efecto más importante es que mejora la calidad de vida del joven al
permitirle desarrollar su vida sexual sin riesgos y sin miedos, de
manera normal”, destacó el experto chileno.
La Encuesta Nacional de Nutrición y Salud –cuyos resultados se
dieron a conocer este año– encontró que el 44 por ciento de las
adolescentes entre 15 y 19 años ya había debutado sexualmente. Un 20
por ciento de las chicas sexualmente activas admitió no usar ningún
método anticonceptivo.
Avances
En materia legislativa, la Argentina ha dado grandes pasos en los
últimos años para abordar el problema. En 2002 se sancionó la ley que
creó el programa de Salud Nacional de Sexual y Reproductiva –que está
en marcha desde 2003– y estableció el derecho de los adolescentes a
acceder a servicios de procreación responsable sin necesidad de la
compañía de un mayor: se les debe dar información y también
anticonceptivos. Sin embargo, “la oferta de servicios para adolescentes
es escasa, salvo algunos hospitales como el Argerich, que tiene un
servicio amigable para los jóvenes, donde no tienen que pedir turno”,
indicó Gutiérrez del Celsam. Hay otro factor que obstaculiza la llegada
de jóvenes a un consultorio de salud reproductiva: “Los chicos se
sienten intimidados de ir a consultar a un hospital, y tienen temor de
que se les vaya a contar a sus padres que tienen relaciones sexuales.
En todo el mundo, para captarlos, se apunta a crear centros de atención
primaria para ellos”, agregó Gutiérrez. Y recordó que durante el
gobierno de Carlos Menem se anunció el Programa de Atención Integral de
Salud Adolescente, una iniciativa que precisamente planteaba la
apertura de centros comunitarios y barriales para jóvenes, articulados
con las escuelas: “Pero el plan, lamentablemente nunca se implementó”.
Ya que los adolescentes no concurren fluidamente a los hospitales,
en el Alvarez, del barrio porteño de Flores, han resuelto salir a
buscarlos con una estrategia copiada de una experiencia mexicana: a
través de los empleados de farmacias, adonde los y las jóvenes van a
comprar preservativos u otros anticonceptivos. El proyecto se pondrá en
marcha próximamente y consiste en capacitar a los empleados de las
farmacias del área de influencia del Alvarez como “agentes
multiplicadores de salud” para que den un primer asesoramiento a los
adolescentes en salud sexual y reproductiva, y los deriven a un centro
de salud de la zona (ver aparte).
Preservativos, ¿para qué?
El otro gran avance legislativo que se dio en el tema ha sido la
aprobación de la Ley Nacional de Educación Sexual. En el Ministerio de
Educación están trabajando en la elaboración de los contenidos mínimos.
La ciudad de Buenos Aires también sancionó el último año una normativa
similar, que se está poniendo en marcha en las aulas. El problema,
advierte Gutiérrez, es que “para ver resultados en salud pública una
política necesita cinco años”.
Algunos estudiosos del tema ya plantean que la educación sexual en
las aulas no es suficiente para ayudar a los adolescentes a protegerse
de algunos de los riesgos potenciales de la actividad sexual. “La
Organización Mundial de la Salud promueve el modelo de consejería
orientada a los jóvenes. Lo ideal es que un profesional la brinde en
las escuelas. El concepto es que haya un ámbito donde los alumnos
puedan plantear sus dudas cotidianas, lo que les pasó el fin de semana.
En una clase de educación sexual los chicos ven la sexualidad como algo
ajeno, lejano”, señaló a Página/12 la socióloga Marcela Aszkenazi,
especialista en Estudios de Género e integrante del Programa de
Adolescencia del Hospital de Clínicas. Con una beca del Ministerio de
Salud está haciendo consejería en una escuela técnica del barrio Fuerte
Apache, partido de Tres de Febrero, adonde concurre una vez por semana.
“Las charlas con los alumnos se orientan con las inquietudes del
grupo”, explicó. Aszkenazi llegó a ese proyecto luego de indagar entre
medio millar de adolescentes de 12 a 19 años del partido de Tres de
Febrero, la ciudad de Buenos Aires y Rosario, sobre los conocimientos,
las creencias y sus prácticas respecto de su salud sexual y
reproductiva.
Entre los hallazgos más significativos del estudio, financiado por
la Comisión Nacional de Programas de Investigación Sanitaria
(Conapris), se destacan los siguientes:
- El nivel de conocimiento acerca del aparato reproductor es
relativamente bajo en todos los entrevistados, aunque los que menos
saben resultaron ser los de Rosario. Del mismo modo, fueron los
rosarinos los que demostraron menor información sobre las enfermedades
de transmisión sexual.
- Una gran mayoría se cuidó en su primera relación sexual y casi todos con preservativos.
- Pero alrededor del 30 por ciento de todos los jóvenes cree que una
mujer no puede quedar embarazada en su primera relación sexual.
- Si bien más del 70 por ciento de los jóvenes cree que debe usar
preservativos aunque la pareja sea conocida (compañeros de escuela,
amigos) y tome pastillas anticonceptivas, muchos respondieron que
depende de cuánto hace que se conocen.
- La mayoría había recibido en la escuela información sobre salud
sexual y reproductiva: ETS y métodos anticonceptivos. En general habían
sido clases dictadas por el profesor o la profesora de Biología o una
charla dada por un laboratorio y, en este último caso, dirigida
particularmente a las mujeres.
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