Que un estudio de una universidad tan seria como la de Antioquia
sugiera que más de la mitad de la población de Bogotá y Medellín se
siente tan enferma que acaba consultando en un servicio de urgencias es
grave. La Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas va más allá y
afirma que por cada 100 consultas que se hacen en el país, 65 se
atienden y resuelven también por esta vía.
Razón tienen quienes dicen que los servicios de urgencias están a
punto de colapsar. Los analistas aseguran que tal desborde se debe,
entre otras razones, a que la gente hace mal uso de este servicio.
Algunos afirman que no faltan quienes van por pura costumbre.
El mismo estudio sostiene que el 75 por ciento de las personas
acuden a este servicio buscando atención para dolencias generales. La
Secretaría de Salud de Bogotá, por su parte, dice que motivos como
gripas, dolor de muela, amigdalitis y control del embarazo copan el 40
por ciento de las consultas de hospitales públicos.
Puesto así suena como si todo fuera culpa de la gente que busca este
tipo de atención por capricho. ¿Qué tiene de entretenido ir a un
hospital a las 3 de la madrugada por un dolor de cabeza causado por una
tensión alta que no ha sido controlada?
El análisis amerita mayor profundidad. El problema de las urgencias
es reflejo de la falta de calidad y oportunidad en la atención en
salud: como las citas médicas se demoran a veces hasta el punto de que
el paciente se complica o fallece, las urgencias acabaron siendo la vía
de ingreso más expedita y segura al sistema. Con otros ingredientes:
funcionan las 24 horas y, como no hay que pagar, se elimina esta
barrera de acceso que sí se impone a la consulta programada.
La congestión también es fruto de la carencia, casi absoluta, de
programas integrales de promoción de la salud y prevención de
enfermedades, aun cuando cada año se destinan muchos recursos para eso
y hay responsables definidos por la ley.
Por eso resulta paradójico que la Asociación Colombiana de Empresas
de Medicina Integral (Acemi), que agrupa a la mayoría de las EPS,
insista en que sí se hace prevención, cuando un informe presentado
recientemente por el mismo gremio muestra que la hipertensión arterial
es, proporcionalmente, el principal motivo de consulta entre sus
adultos afiliados.
Esta enfermedad, que se puede modificar y controlar con medidas
básicas y seguimiento juicioso por consulta externa, es el principal
factor de riesgo de complicaciones graves, como las fallas renales, los
derrames cerebrales y los males cardiovasculares, la principal causa de
muerte en Colombia.
Ya está bueno que, 14 años después de expedida la Ley 100, se siga
proclamando que su desarrollo ha sido exitoso solo con base en la
ampliación de cobertura y el aumento de los recursos. Hoy, con el 90
por ciento de la población cubierta y un gasto en salud de casi ocho
puntos del PIB, la gente se sigue quejando de los servicios que recibe.
La crisis de las urgencias exige un análisis profundo del sector
entero, pues no se resuelve construyendo más hospitales solo con el
propósito de descongestionarlas. La eficacia de los sistemas de salud
se mide por el grado de bienestar de la población. Para llegar a eso se
requiere virar hacia una cultura de la prevención y dejar a un lado el
estímulo perverso de un esquema sostenido en lo curativo, que
incrementa sus ganancias en la medida en que la gente se enferma más.
Powered by AkoComment! |