El estudio, realizado por Nicholas Christakis de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, y James Fowler, de la Universidad de California en San Diego, sugiere que la obesidad es "socialmente contagiosa", extendiéndose de persona a persona en una red social.
El estudio, el primero en examinar este fenómeno, ha desvelado que si
una persona se vuelve obesa, aquellas otras personas estrechamente
relacionadas con ella tendrán una mayor probabilidad de volverse obesas
también. Lo sorprendente es que el mayor efecto se observa entre
amigos, y no entre personas que comparten los mismos genes o el mismo
hogar.
Según los investigadores, si alguien a quien usted considera amigo se
vuelve obeso, las probabilidades para usted de padecer obesidad subirán
a un 57 por ciento. Entre amigos mutuos, el efecto es aún más fuerte,
con las probabilidades aumentadas en un 171 por ciento.
Christakis y Fowler también estudiaron la influencia de hermanos,
cónyuges y vecinos. Entre hermanos, si uno se vuelve obeso, la
probabilidad de que el otro también llegue a serlo es del 40 por
ciento; entre los esposos, es de un 37 por ciento. No se detectó efecto
entre los vecinos, a menos que también fueran amigos.
Los investigadores analizaron datos de un período de 32 años, abarcando
a 12.067 adultos, que eran objeto de evaluaciones médicas periódicas
como parte de un extenso estudio sobre el corazón.
Christakis y Fowler fueron capaces de cartografiar una red social densamente interconectada entre los sujetos bajo estudio.
Tomó dos años elaborar el mapa de esta red e incluir en el mismo la
información del índice de masa corporal de los participantes. Entre las
primeras curiosidades que los investigadores notaron fue que, encajando
con los hallazgos de otros estudios que señalan la existencia de una
epidemia de obesidad en Estados Unidos, la red aumentaba con el paso
del tiempo.
También advirtieron de inmediato la existencia de agrupaciones de
individuos gruesos y agrupaciones de individuos delgados. El análisis
estadístico reveló que estos agrupamientos no pueden ser atribuidos
sólo a la formación selectiva de lazos entre las personas de pesos
similares. No es el hecho de que a los obesos o a los no obesos les
guste hacer amigos entre las personas de peso similar. Más bien hay una
relación directa, de tipo causal.
El análisis posterior también sugirió que la influencia de las personas
sobre el estatus de obesidad de los demás no puede ser reducida
meramente a similitudes en los estilos de vida y el medio, como, por
ejemplo, personas compartiendo juntas los mismos alimentos, o
relacionándose en las mismas actividades físicas. No sólo tuvieron los
hermanos y los cónyuges menos influencia que los amigos, sino que la
geografía tampoco desempeña ningún papel. El estremecedor impacto de
los amigos parece ser independiente de si viven en la misma región o no.
"Cuando estudiamos el efecto de la distancia, nos encontramos con que
el amigo que vive a 500 millas tiene tanto impacto sobre la obesidad de
una persona que aquel que vive en la casa de al lado", explica Fowler,
que es profesor de ciencias políticas en su universidad, y experto en
redes sociales.
En parte porque el estudio también identifica un mayor efecto entre las
personas del mismo sexo, los investigadores creen que las personas
afectan no sólo al comportamiento de los demás sino que también, de una
forma más sutil, a sus normas de conducta o escalas de valores.
"Lo que parece estar sucediendo es que una persona que se vuelve obesa
promueve probablemente un cambio en las normas acerca de qué se
considera como un peso corporal aceptable. La gente se va convenciendo
de que ese sobrepeso es aceptable, ya que las personas con la que se
relaciona tienen ese sobrepeso, y este cambio de mentalidad se va
propagando", explica Christakis.
"Se trata de una cuestión sobre las ideas de las personas acerca de sus
cuerpos y su salud", explica Fowler. "De manera consciente o
inconsciente, la gente se guía por otras personas cuando tiene que
decidir cuánto puede comer, qué nivel de ejercicio físico debe
mantener, y cuál es el límite máximo de peso que no ha de superar. Los
efectos sociales, en mi opinión, son mucho más fuertes que lo que se
había creído hasta ahora. Ha habido una intensa dedicación a la tarea
de hallar genes responsables de la obesidad y de procesos físicos que
conducen a la obesidad, y lo que nuestro estudio sugiere es que se
debería dedicar igual atención a examinar la vertiente social del
problema".
Las implicaciones que el estudio tiene para las políticas dirigidas a
combatir el problema de la obesidad, son profundas. Los efectos de Red
Social detectados en la propagación de la obesidad, según los
resultados de este estudio, alcanzan tres grados de separación, es
decir, hasta los amigos de los amigos de nuestros amigos, de modo que
cualquier intervención de salud pública que pretenda reducir la
obesidad debería tener en cuenta esta circunstancia.
Es obvio que hay casos de obesidad de índole exclusivamente metabólica,
en los que ni las dietas para adelgazar ni una férrea voluntad para
hacer ejercicio físico y seguir una dieta equilibrada, logran mitigar
de manera satisfactoria el problema, a veces solucionable tan sólo
mediante el paso por el quirófano (bypass gástrico o cirugía
bariátrica), un recurso sin duda mucho más drástico que una simple
liposucción. Sin embargo, no es menos cierto que la percepción social
de la obesidad desempeña un papel fundamental en el estilo de vida que
cada persona acaba llevando, y también en su escala de valores sobre
peso y salud.
Por otra parte, tampoco debemos hundirnos en el pesimismo creyendo que
nuestros amigos nos engordan: "Cuando ayudamos a alguien a perder peso,
no estamos ayudando sólo a una persona, estamos ayudando a perder peso
a varias personas", subraya Fowler. "Es importante recordar que nuestro
estudio no sólo muestra que ganar peso es socialmente contagioso, sino
que también lo es perderlo".
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