Hay una imagen tan gráfica como conmovedora.
Se la escuché a Jaime Barylko y a menudo me es útil con los padres de niños y adolescentes que atiendo.
Dice este pensador que
"la pintura más hermosa, aún la expresión de arte más valiosa, no puede ser exhibida si no cuenta con un marco. Aunque sea un humilde marco de madera".
Nuestros hijos son la mejor obra de arte que podamos aportar a este mundo.
Hijos biológicos, hijos adoptivos ... los hijos del corazón.
Desde la primer respiración, desde el primer latido,
nuestros hijos tienen el potencial de ser todo lo hermoso y todo lo bueno que la
humanidad puede dar . La mejor obra de arte.
Pero... para poder lucir sus mejores cualidades
necesitan un límite... aunque sea un humilde marco de
madera.
Muchos padres, (compinches padres en este camino de
ayudar a crecer a los gurises), recordarán estas ideas, profundizadas muchas
veces en cada uno de sus hijos.
Desde que nace el bebé podemos comenzar a diseñar el
primer marco. Al principio lo dejamos entrar al mundo y seguimos su
ritmo y sus demandas. Pero en cuanto se establece la manera de nutrirlo, de
bañarlo de cuidarlo debemos elegir cómo hacerlo.
Es trascendente respetar los horarios de comidas, del
baño diario y del sueño. ("Reloj biológico" es el nombre que le
damos)
Entre las ingestas debe haber un período de unas tres
horas . Esto permite vaciar el estómago y que la glucemia (nivel de azúcar en
sangre) disminuya, lo cual despierta la sensación de
hambre.
Si el niño sano llora, no debe ser motivo para darle
de comer "siempre", (excepto que coincida con su horario de alimentación) de lo
contrario empezamos a borrar el límite trazado. A veces la causa de su molestia
es otra... o tal vez sólo quiere que lo aupemos. Es muy lindo llevarlos en
brazos , pero en algún punto debemos limitarnos.
Lo mismo pasa con los horarios del baño o del
sueño.
Si este marco es respetado, lograremos un entorno de
tranquilidad ya que queda claro que quien resuelve acerca de las necesidades
vitales es el adulto. Así se le quita esta responsabilidad al niño , que se
siente más seguro y confiado.
Como padres, podemos establecer rutinas adicionales a
las necesidades vitales.
Por ejemplo, acompañar la entrada al sueño de un
cuento, o de una canción, o una caricia. El bebe captará que tras este gesto lo
que sigue es dormir. Si luego llora y uno sabe que ha comido, que no está
mojado, ni tiene fiebre ... debemos respetar el límite que nosotros mismos
diseñamos y dejarlo dormir en su cama. Si no somos firmes en esto, el marco se
desdibuja y entregamos al niño la responsabilidad de decidir cuando se duerme y
cuando no.
Comenzar con los límites desde la etapa de lactantes
resulta una inversión a futuro.
Antes que nos demos cuenta son
ADOLESCENTES.
Si desde la cuna establecemos un sistema de límites
que se amplían a medida que crecen, pero que siempre son firmes, permitiremos a
nuestros hijos desplegar lo mejor que tienen de sí mismos en un marco de
seguridad.
Con el y la ADOLESCENTE estas fronteras pueden
negociarse , escuchando sus propuestas hasta llegar a un pacto
justo.
Eso sí: el pacto debe respetarse por ambas partes a
rajatabla.
Y SI NOS EQUIVOCAMOS ?
¿Quién puede saber con exactitud hasta dónde ampliar o
achicar los límites?
Es entonces cuando surge la duda de si estaremos
acertando en el tamaño o la consistencia del marco
diseñado.
El niño y el adolescente necesitan saber hasta dónde
pueden desplegar sus impulsos. Buscarán maneras de generar una respuesta a esta
necesidad.
Si , por temor a equivocarnos, los padres no les
aportamos el marco que reclaman, lo buscarán en otro lado. En ese peregrinar se
toparán con lo que el entorno ofrezca : una sociedad marcada por las reglas del
consumo y con marcos de dudosa calidad.
Aún a riesgo de errar, nadie fabricará un límite con
mayor afecto y dedicación que los padres que se esmeran por ayudar a sus hijos a
aprovechar sus cualidades.
El que no se equivoca es el que no actúa, pero en este
caso el peor error es quedarse al borde del camino sin tomar decisiones. Otros
la tomarán en lugar nuestro...
Dice Mauricio Rossencoff que si la cabeza de un joven
está hueca de valores, de conceptos, de utopías... es como una casa
deshabitada: la puede ocupar cualquier inquilino.
Ese intruso puede cuidarla y embellecerla... o usarla
como puesto de venta de mercancías.
Diseñar un claro marco, con la medida más justa y la
calidad adecuada es también un arte .
Dibujemos fronteras bien anchas... pero firmes, para
que inventen sueños imposibles ... que se vuelvan
realidad.
Usemos la firmeza como norma, pero con la más honda
ternura como forma.
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