La atención integral de los pacientes con enfermedades crónicas es uno
de los mayores retos de los sistemas sanitarios modernos. El 76% de los
pacientes que acuden a los centros de salud y el 60% de todas las
muertes se producen en personas con dolencias crónicas.
,Orientados principalmente a atender procesos agudos, los hospitales
y servicios sanitarios no acaban de adaptarse al nuevo perfil de
paciente con una o varias patologías de larga evolución. Los enfermos
crónicos se sienten desatendidos. No hay comunicación entre la
asistencia primaria y hospitalaria, incluso en los propios hospitales
no hay coordinación entre los diferentes servicios que le atienden y
con frecuencia es el propio enfermo el mensajero de los detalles de su
historia clínica entre diferentes niveles asistenciales.
En otros
países se aplican modelos alternativos adaptados a esta nueva realidad.
En España, todo lo más que hay son algunas experiencias alentadoras por
iniciativa de los propios centros, pero están lejos de generalizarse.
"Muchas veces los avances en Medicina nos distraen de la auténtica
obligación del médico, que es el cuidado y la gestión de las
enfermedades crónicas. Los sistemas de salud están preparados para
controlar nuevas pandemias y suspenden, en cambio, en el verdadero
nuevo reto, que es la cronicidad. Si estos enfermos se controlaran
adecuadamente, con las terapias actuales se podrían prevenir unas 2.600
cegueras y más de 29.000 fallos renales en pacientes diabéticos; unas
68.000 muertes de personas hipertensas y 37.000 más por fallo
cardiaco", sostiene Rafael Bengoa, experto en sistemas de salud para
enfermos crónicos y ex director de Salud Pública de la OMS. Asunción
P., de 73 años, es hipertensa, obesa, y sufre artrosis y una dolencia
coronaria. Está polimedicada, acude periódicamente al médico de familia
para pedir recetas y visita una vez al año al cardiólogo. Con la mínima
explicación, si todo va bien, se la cita para la siguiente revisión.
Pilar R. tiene ahora 30 años y es diabética desde los cinco. Dice que
el sistema no está preparado para atender a un enfermo crónico desde la
niñez. Si alguna de las dos recibiera una llamada del hospital para
comprobar su estado de salud, pensarían que es una broma. Sin embargo,
ésta es una de las herramientas de los nuevos modelos asistenciales. Estados
Unidos y Reino Unido son los países que cuentan con mayor experiencia
en estrategias de atención a enfermos crónicos. Manejan dos modelos
básicos, el de gestión de enfermedades crónicas y el de estratificación
del riesgo. Ambos se caracterizan por un sistema de atención integral
al enfermo y de comunicación directa entre la atención primaria y la
especializada, con el apoyo de enfermería y el uso generalizado de
guías prácticas. El modelo de gestión de enfermedades crónicas se
instauró en EE UU hace unos 10 años y ahora es aplicado por unas 2.000
organizaciones sanitarias. Interviene sobre el sistema de salud desde
diferentes ángulos: educación sanitaria y formación; autogestión de la
enfermedad y control de variables; historia clínica única, que conecta
primaria y hospitalaria; guía de práctica clínica, diseñada
conjuntamente entre médicos, enfermeras y pacientes; sistemas de
información conectados entre los especialistas y con la enfermería; y
la adopción de una nueva figura, la enfermera del caso, que ejerce una
medicina proactiva, esto es, vigila la situación del paciente y
contacta con él y con los médicos si es necesario. El modelo de
estratificación de riesgos, también conocido como Kaiser Permanente, se
implantó hace unos 25 años en California. Está organizado en tres
niveles según la gravedad del paciente. La principal diferencia con el
modelo de gestión es que la enfermera del caso intensifica más la labor
según el nivel de intervención. "Hay una lógica de gestión de la
enfermedad, pero también una lógica económica. Si se llega al hospital
es que ha fallado el sistema y es objeto de análisis", explica Bengoa. El
estudio Rand, realizado por investigadores de la fundación del mismo
nombre y la Universidad de California, ha demostrado la eficacia de
estos dos modelos. En el trabajo, en el que participaron 42
organizaciones sanitarias y 4.000 pacientes con diabetes, insuficiencia
cardiaca, asma y depresión, se compara el modelo de gestión de
enfermedades crónicas (grupo piloto) con el de las organizaciones
sanitarias tradicionales. Entre otras observaciones destacan que todos
los pacientes del grupo piloto cumplían mejor los tratamientos; que los
que sufrían diabetes redujeron de forma significativa el riesgo
cardiovascular, y que los enfermos con insuficiencia cardiaca redujeron
un 35% la estancia hospitalaria. El estudio, dado a conocer en
febrero de 2007, también revela que un año después de acabar el
trabajo, el 82% de las organizaciones evaluadas mantenían el modelo de
atención sanitaria y el 79% de ellas lo había extendido a otras
patologías. Además, demuestra que su implantación es coste-efectiva, si
bien para algunas enfermedades como el asma puede generar más gastos
los primeros años. Los hospitales Penedés de Cataluña, Cruces de
Vizcaya y la Universidad de Murcia han desarrollado programas piloto
basados en los modelos de Estados Unidos. Algunos centros de Andalucía
y Madrid han desarrollado sus propios sistemas organizativos, con los
hospitales Virgen del Rocío de Sevilla y Doce de Octubre de Madrid como
pioneros. Con ligeras diferencias, ambos se basan en un modelo de
atención compartida entre atención primaria y hospitalaria. Se crea la
figura del internista de referencia, especialista que se desplaza cada
15 días al centro de salud para analizar la situación de los pacientes
con el médico de familia, que se puede poner en contacto con él cuando
lo necesite, y actúa como enlace entre el hospital y el centro. Los
pacientes siempre son atendidos en el hospital por el mismo
especialista, que a su vez ejerce de coordinador con otras
especialidades. La Coalición de Ciudadanos con Enfermedades
Crónicas agrupa a 32 organizaciones de ámbito nacional o autonómico,
2.300 asociaciones provinciales y locales y unos 1.600.000 asociados.
Su presidente, José Antonio Herrada, explica que esta sociedad se creó
en 2003 para promover un nuevo sistema de atención a los pacientes
crónicos, un modelo integral que educara al paciente, le prestara apoyo
psicológico y le asegurara la mejor atención posible en el nivel
asistencial adecuado a su caso. "Hay que atender la cronicidad antes de
que aparezca y para ello se necesita un cambio de conducta,
planificación y buscar puntos de encuentro entre el médico, el paciente
y las administraciones", señala Herrada. "Para mejorar el modelo
asistencial", corrobora Rafael Bengoa, "hace falta que haya voluntad
política, coordinar los servicios sociales con los sanitarios y que hay
sistemas de información permanente entre especialistas. Asimismo, la
Agencia de Calidad debería apoyar las experiencias en las distintas
comunidades y fomentar la creación de un centro de investigación
nacional de gestión de sistemas sanitarios que fuera independiente y
que estuviera financiado por la Administración y otras entidades, como
ocurre en otros países". Tras regresar a España, Bengoa creó el
Observatorio sobre la Calidad y la Gestión de Enfermedades, un centro
de recursos especializado en la mejora de la atención de los enfermos
crónicos (www.kroniker.org). Cree que en España se debería diseñar un
modelo que tomara los dos americanos como marco de referencia, pero
adaptado a la situación española. "Sería una mezcla de ambos,
proactivo, conectado con los servicios sociales y que utilizara la
experiencia de las asociaciones de pacientes de una manera innovadora.
Además se deberían introducir incentivos económicos a los clínicos",
concluye.
El desafío de la inmigración
La migración es un duro reto que a menudo repercute sobre la salud.
Los sistemas sanitarios no están preparados para afrontar cambios
demográficos tan bruscos como los ocurridos en los últimos años.
Naciones Unidas calcula que hay más de 190 millones de inmigrantes en
situación legal, a los que hay que sumar una cifra difícil de calcular
de inmigrantes en situación irregular. "La mayoría de los
inmigrantes no comen ni duermen bien, viven hacinados y con frecuencia
han de atender varios empleos. Los inmigrantes tienen peor salud
reproductiva, mayores tasas de enfermedad mental, como ansiedad,
inquietud crónica o neurosis, y peor salud laboral", sostiene el
epidemiólogo Manuel Carballo, catedrático de Salud Pública en la
Universidad de Columbia (EE UU), que ha estado vinculado a la OMS desde
1980 y ahora dirige el Centro Internacional para la Migración y la
Salud de Ginebra (Suiza). En muchos casos, la inmigración
conlleva desarraigo y tristeza crónica acompañada de inseguridad
económica, inseguridad legal y dificultades con el idioma y la cultura
del país de acogida. Mientras hace unas décadas eran los hombres
quienes emigraban, ahora son muchas las mujeres que se desplazan,
raramente con la familia. Muchos inmigrantes viven situaciones
incongruentes que provocan un gran estrés. En Alemania, explica
Carballo, los hijos de inmigrantes tienen entre seis y siete veces más
accidentes domésticos que el resto de los niños, y en Ginebra, una
ciudad considerada modélica con la inmigración, los niños de
inmigrantes ilegales son escolarizados y disponen de seguro médico,
pero sus padres no y viven con el temor de ser expulsados durante las
vacaciones. "Para planificar un sistema sanitario que atienda las
dolencias de la migración hay que disponer de los datos de esa
población, sus necesidades y hábitos de vida, y tener una vigilancia
constante", advierte Manuel Carballo, que recientemente participó en
Madrid en un acto de la Coalición de Ciudadanos con Enfermedades
Crónicas.
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