Vaginoplastia de diseño, rejuvenecimiento vaginal, aumento del punto G, 'recuperar' la virginidad... La última moda en cirugía estética ha desatado la alarma de los ginecógos estadounidenses. «Estas operaciones no tienen una indicación médica y su eficacia y seguridad no han sido documentadas», asegura un comité del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG, sus siglas en inglés).
En un artículo publicado en su órgano de expresión oficial, la
revista 'Obstetrics & Gynecology', recomienda «informar a las
mujeres sobre la falta de datos respecto a la eficacia de estas
intervenciones y sus potenciales complicaciones, incluyendo
infecciones, sensibilidad alterada, dolor durante el coito, adherencias
y cicatrices».
«Es una opinión excesivamente conservadora», discrepa Antonio
Porcuna, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica
Estética y Reparadora (SECPRE). «Algunos procedimientos se realizan
desde hace muchos años, como la labioplastia [reducción quirúrgica] de
los labios menores o el estrechamiento del canal vaginal en mujeres que
han tenido varios partos. Son técnicas acreditadas y con buenos
resultados», puntualiza este experto.
INDICACIONES
¿Necesidad o capricho? ¿A qué responde la creciente demanda de este
tipo de intervenciones? El documento de la ACOG desata la polémica y
establece diferencias entre aquellas que, según afirma, cuentan con una
indicación médica reconocida y otras técnicas que, en su opinión,
obedecen más a razones cosméticas y cuyos resultados a largo plazo no
están claramente establecidos.
Entre las aceptadas se citan la reparación de los genitales de las
víctimas de ablación o el tratamiento para corregir el crecimiento
excesivo (hipertrofia) o irregular de los labios debido a causas
congénitas, a una irritación crónica de la zona genital (por ejemplo,
en deportistas) o a un exceso de hormonas masculinas.
Sin embargo, su crítica es manifiesta respecto al denominado
rejuvenecimiento vaginal, la vaginoplastia de diseño o el aumento del
punto G. «Resulta engañoso ofrecer la impresión de que son técnicas
aceptadas y rutinarias. La ausencia de datos sobre su eficacia y
seguridad hacen insostenible recomendarlas. Las pacientes ansiosas o
inseguras respecto a la apariencia de sus genitales o su función sexual
podrían quedar más traumatizadas si se someten a un procedimiento con
riesgos obvios», proclaman los ginecólogos.
El colectivo invita a los profesionales a que discutan con sus
pacientes el motivo por el que solicitan la operación, evalúen si es
necesaria y les recuerden que el aspecto de los genitales externos
varía de una mujer a otra. Respecto a las expectativas de mejora de la
satisfacción sexual gracias a estos procedimientos, aconsejan analizar
la existencia de disfunciones y valorar si existen soluciones no
quirúrgicas.
Para el presidente de la SECPRE, es «excesivo» recomendar que no se
hagan estas intervenciones. «Todo el mundo tiene derecho a quitarse una
incomodidad y a eliminar un complejo físico o anímico», coincide el
cirujano Antonio de la Fuente. «Más problemática me parece la cirugía
genital masculina para el alargamiento de pene o las inyecciones para
darle grosor y se realizan en mayor medida», puntualiza Porcuna.
En su opinión, es la paciente la que debe tomar la decisión «después
de que su cirujano le informe de los riesgos». Una muestra: la
posibilidad de que las cicatrices endovaginales puedan producir dolor
durante el coito.
Los cirujanos reconocen que, en ocasiones, el bisturí no es una
buena opción, como cuando existen alteraciones morfológicas que
contraindiquen la cirugía y si la mujer muestra unas expectativas
irreales sobre el resultado o sufre un desequilibrio emocional. «No se
debería operar si la demanda está motivada por un fracaso sentimental»,
ejemplifica Porcuna.
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