Las miocardiopatías que predisponen a un episodio como el del futbolista Antonio Puerta suelen cursar de forma silente. Aunque la primera manifestación de muchas de ellas es la muerte súbita, los expertos hacen hincapié en los signos que deben alertar a los deportistas, a sus familias y a sus clubes
La
imagen de Antonio Puerta desplomándose en un lance del partido que
enfrentó a su equipo, el Sevilla FC, con el Getafe todavía está
presente en la retina de los espectadores. El alivio producido al ver
que el jugador abandonaba el terreno de juego por su propio pie,
acompañado por el equipo médico del club, se tornó rápidamente en
angustia al conocer que Puerta había sufrido un nuevo desmayo en el
vestuario y había entrado en parada cardiorrespiratoria. Ni el
desfibrilador portátil con el que contaban las asistencias del club
sevillista, ni la intervención de los sanitarios fueron suficientes
para que el cerebro siguiera recibiendo oxígeno y el futbolista
sobreviviera. ¿Cuál es la causa de que un deportista de 22 años,
aparentemente sano, pierda la vida en apenas 72 horas? ¿Se podría haber
prevenido? ¿Qué se puede hacer para reducir el número de este tipo de
tragedias en plena competición?
Los deportistas en general, y los futbolistas en particular, son la
viva imagen del triunfo y de la salud. Quizá por este motivo, la
sociedad no está preparada para asumir fallecimientos como el de
Antonio Puerta, un jugador de 22 años con una prometedora carrera por
delante y un hijo en camino que nacerá en unos meses.
Esta puede ser una de las razones por las que, una vez que se
produce este tipo de desenlaces fatales, es frecuente escuchar
declaraciones apelando a la mala suerte, al desconocimiento e, incluso,
a las maldiciones fatídicas (otro jugador del Sevilla murió en
circunstancias similares a las de Puerta hace 34 años. Su mujer también
estaba esperando un hijo que vino al mundo apenas un mes después del
fallecimiento de su padre).
En cualquier caso, y a pesar de todo el folklore que ha rodeado a
este caso, lo cierto es que ha servido para reabrir la polémica acerca
de la muerte súbita en deportistas, un tema que los propios
especialistas califican de «extremadamente» complejo.
DIFICULTADES
En estos días, se ha apuntado en algunos medios de comunicación, que
la dolencia del jugador del Sevilla era «indetectable». Aún
reconociendo la gran cantidad de obstáculos que rodean al diagnóstico
de la patología que supuestamente padecía Puerta -los resultados de la
autopsia aún no están disponibles; de manera que atendiendo a las
circunstancias del fallecimiento y a la estadística se ha aceptado que
padecía miocardiopatía arritmogénica del ventrículo derecho-, muchos
especialistas han hecho algunas matizaciones.
«Existe un porcentaje de cardiopatías que debutan con la muerte
súbita del afectado pero, afortunadamente, la parada cardiaca no es la
primera manifestación clínica de estas enfermedades en la mayoría de
los casos», afirma el doctor Miguel Álvarez, especialista en arritmias
del Servicio de Cardiología del Hospital Virgen de las Nieves de
Granada.
Por otra parte, Álvarez señala que hay que prestar especial atención
a todos los mareos y desmayos. «No es normal perder el conocimiento
mientras se hace deporte; y menos si se trata de un profesional».
En este sentido, coincide con Pedro Manonelles, secretario General
de la Sociedad Española de Medicina del Deporte. «Síntomas como el
dolor torácico, las palpitaciones, los síncopes... sobre todo si van
ligados al esfuerzo deben investigarse en profundidad; no debemos
partir de la base de que ser joven y deportista implica estar sano,
porque desgraciadamente no siempre es así». Por otra parte, las
recomendaciones acerca de cuáles deben ser las pruebas que integren un
reconocimiento médico deportivo idóneo, contemplan la realización de
una completa historia clínica, del rastreo de los antecedentes
familiares, de un test de esfuerzo y de un electrocardiograma.
«Normalmente, todas las anomalías cardiacas presentan un
electrocardiograma con algún valor anómalo», apostilla Álvarez.
En cualquier caso, en función de lo que se obtenga en estas pruebas,
y máxime cuando se sospecha de un posible trastorno, se pasará a
realizar un ecocardiograma -muy útil para detectar alteraciones
estructurales del corazón como la miocardiopatía hipertrófica, pero no
tan efectivo para ver arritmogenias como la de Puerta- o métodos más
sofisticados de imagen, como la resonancia magnética o el TAC
multicorte. En este aspecto, los especialistas también han querido
matizar que, si bien el TAC es una buena alternativa, es la
cardiorresonancia la prueba en la que quedan al descubierto todos los
entresijos del corazón del paciente.
«Nos da una imagen de la estructura miocárdica muy fiel y nos
permite ver con detalle la sustitución del tejido contráctil por el
fibroadiposo; característica fundamental de las arritmogenias
ventriculares», apunta Manonelles
Estas afirmaciones no implican que la detección de esta clase de
miocardiopatías sea tarea sencilla. Además de que en ocasiones cursan
de manera absolutamente silenciosa, cabe recordar que los especialistas
encargados de interpretar los resultados que arrojan las pruebas deben
estar muy familiarizados con las particularidades del corazón del
deportista, que no funciona como el de cualquier ciudadano de a pie.
La gran exigencia física de los deportes de competición van
provocando una serie de modificaciones para adaptarse al entrenamiento
que, de encontrarse en un paciente convencional, serían tachadas de
patológicas.
Así, los atletas presentan una bradicardia extrema (lentitud del
latido cardiaco), alteraciones en la repolarización ventricular
similares a las de la cardiopatía isquémica; o bloqueos
auricoventriculares que podrían hacer sospechar de una afectación
cardiaca severa en gente normal. «La práctica deportiva continuada e
intensa altera el funcionamiento y la forma del corazón y eso dificulta
si cabe aún más el diagnóstico», defiende Pedro Manonelles.
INVESTIGACIÓN
Dadas las trampas que este conjunto de patologías va poniendo a los
especialistas y a los pacientes para escapar a su detección, las voces
autorizadas reclaman la realización de investigación al respecto.
Curiosamente, para avanzar en la prevención de este tipo de
enfermedades tan difíciles de diagnosticar, cobra especial importancia
la realización de una autopsia con un estudio anatomopatológico
exhaustivo del corazón de todos los pacientes que fallecen súbitamente
por motivos cardiacos; especialmente si tienen menos de 35 años.
Gracias a trabajos en este campo, como el que se publicó en la
'Revista Española de Cardiología', en 2002, se ha podido saber, por
ejemplo, que si bien en EEUU la causa más frecuente de fallecimiento
súbito asociado al deporte es la miocardiopatía hipertrófica, a este
lado del Atlántico, y debido a ciertas variaciones genéticas, es más
habitual encontrar miocardiopatías arritmogénicas. También han
permitido enmendar el nombre con el que inicialmente se bautizó a la
dolencia que ha provocado la muerte del sevillista. «Para empezar, no
hay displasia [malformación] del corazón y tampoco es exclusiva del
ventrículo derecho. En ocasiones están afectadas ambas cámaras y, lo
que es más sorprendente, en ocasiones sólo el ventrículo izquierdo está
enfermo», resumió a SALUD, Mª Paz Suárez, una de las principales
responsables de dicho trabajo que recalca que «esto indica que, a
veces, la patología puede despistar porque se manifiesta en un lugar en
el que no se busca específicamente».
Es más, después de tener conocimiento de estos datos, la comunidad
científica ha comenzado a hablar de «el caso español», para dejar
constancia de la particularidad que a veces presenta la enfermedad a
nivel nacional.
Conocer todas estas características se considera fundamental sobre
todo a la hora de alertar a la familia de un fallecido en estas
circunstancias y tomar las medidas oportunas de manera temprana.
«La arritmias familiares suelen cursar en corazones estructuralmente
normales. Es estos casos, el problema reside en defectos moleculares
que afectan a los canales de iones encargados de regular los impulsos
eléctricos implicados en el latido», explica Suárez.
Finalmente, se está trabajando en la elaboración del Registro
Nacional de muerte accidental y súbita en deportistas para recoger
todos los casos que tengan lugar en nuestro territorio. Esta base de
datos permitirá ahondar en el conocimiento de unas patologías en las
que, en palabras de los propios expertos, «todavía hay muchas cosas por
saber».
«En otras dolencias hay más datos y se pueden incluso hacer
valoraciones en función de la experiencia obtenida en otros países,
como EEUU; en este caso hemos comprobado que este procedimiento aquí no
puede aplicarse porque estamos más cerca de lo que sucede en Italia, y
que sobre eso también tenemos características diferentes», apostilla
Pedro Manonelles, uno de los expertos que participa en la elaboración
de dicho registro.
PARADA
El hecho de que los científicos estén especialmente concienciados
con la necesidad de averiguar más cosas acerca del origen de esta
patología tan difícil de detectar, no implica en absoluto que deben
descuidarse otros aspectos que pueden salvarle la vida a un paciente.
Hay que tener en cuenta que en nuestro país se producen al año
24.500 paradas cardiacas y que sin la atención adecuada e inmediata,
buena parte de ellas acaba de manera fatal. En este aspecto, muchos han
aprovechado para volver a reclamar la instalación de desfibriladores
automáticos en los lugares susceptibles de acoger a grandes masas de
público, como aeropuertos, centros comerciales y estadios deportivos.
Los especialistas consultados por SALUD van más allá. «El
desfibrilador es un es un eslabón más de la cadena de supervivencia.
Además, los testigos tienen que saber reconocer la situación y dar la
voz de alerta, además de poner en marcha la Resucitación Cardiopulmonar
Básica (RCP) hasta que llegue una unidad de soporte vital avanzado»,
explica el doctor Perales, jefe de la Unidad de posoperados cardiacos
del Hospital 12 de octubre de Madrid y uno de los pioneros españoles en
la implantación de programas de RCP.
Este especialista, no obstante, hace hincapié en que aunque la
utilización de un desfibrilador es una tarea sencilla, «hay estudios
que demuestran que un niño de nueve años puede usarlo después de
recibir unas instrucciones determinadas» y que tiene la ventaja de
poder introducirse en lugares a donde la UVI móvil no tiene acceso, lo
cierto es que la premura con la que hay que actuar resta eficacia a una
tecnología que es efectiva.
«Para obtener resultados óptimos debe hacerse el primer choque
durante el minuto posterior a la parada y lógicamente eso no suele
ocurrir», dice el especialista, que recuerda que la supervivencia baja
un 10% por cada 60 segundos que pasan preste atención médica.
Además de manejar el desfibrilador correctamente y a tiempo, no hay
que olvidar el masaje cardiaco. Mientras llega el dispositivo, tiene
que haber alguien que facilite la salida de la sangre desde el corazón
y que ésta llegue al cerebro; de lo contrario la muerte cerebral se
produce en apenas cinco minutos», expone Perales. Por este motivo, éste
y el resto de la comunidad científica reclama la implantación de
programas formativos incluso en el colegio. Y es que, aunque luego sean
las asistencias sanitarias las que se hagan cargo del problema, lo
cierto es que la mayoría de las paradas cardiacas se produce sin que
haya ningún sanitario cerca.
Para facilitar esta tarea, se ha puesto en marcha un proyecto en
Andalucía consistente en la instalación de postes de emergencia
cardiaca que acorten al máximo el tiempo de reacción.
Desde estas columnas, similares a los puntos de información
electrónica de estaciones y aeropuertos se puede emplear el
desfibrilador (ubicado en un contenedor protegido) y llamar a los
servicios de emergencia simultáneamente. Además, están provistos de una
pantalla que informa a los viandantes de cómo reconocer una parada
cardiorrespiratoria y a actuar rápidamente.
En cualquier caso, todas estas alternativas y estrategias «deberían
estar agrupadas y coordinadas en un plan integral de muerte súbita
cardiaca, que contemplase la formación continuada de los servicios de
emergencia, la dotación y comunicación entre los diferentes niveles
asistenciales, que estudiasen la eficacia de la instalación de equipos
de desfibrilación temprana y que concienciasen al personal no sanitario
para que pudieran reaccionar de forma precoz ante un episodio de este
tipo», reivindica el doctor Perales.
CIRUGÍA
A pesar de todas estas trampas, es posible tratar la patología que
supuestamente acabó con la vida de Antonio Puerta; aunque eso
necesariamente hubiera implicado el abandono de la actividad deportiva.
Además del tratamiento farmacológico y quirúrgico (en caso de que
exista alguna estructura cardiaca que se pueda 'reparar' en el
quirófano), los facultativos cuentan desde hace un par de décadas con
desfibriladores implantables (conocidos también por las siglas DAI) que
pueden salvar la vida de un paciente con un riesgo claro de sufrir
arritmias mortales.
Este dispositivo detecta cualquier desorden en el latido cardiaco y
se encarga de realizar la descarga eléctrica que lo devuelve a la
normalidad. Actúa instantáneamente, de manera que, salvo alguna
molestia en el pecho, el paciente no suele advertir ningún síntoma que
le haga temer por su vida.
«Una vez superada la presión psicológica que supone llevar un
dispositivo que es el responsable, al fin y al cabo, de salvarte la
vida, los pacientes se adaptan bien», explica Juan Benito, responsable
de formación técnica de Medtronic, una de las empresas que comercializa
estos pequeños desfibriladores.
Conscientes de dicho peso psicológico, y en un intento por facilitar
el tratamiento, los ingenieros están trabajando en dispositivos que,
sirviéndose de la tecnología GPS y 'wireless' (sin cables, en inglés)
pueda mandar datos (recordatorios, revisiones, modificaciones en la
evolución del funcionamiento del corazón...) suficientes al equipo
médico para que éste se ponga en contacto con el paciente para que
acuda a la consulta. Entre tanto, se puede ir diseñando una estrategia
antes de que aparezca un eventual problema.
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DEBE TENER EN CUENTA... |
Árbol genealógico. Averiguar si
en la familia ha habido fallecimientos por causa cardiaca a una edad
temprana es de gran ayuda; incluso aunque en el momento no se hiciese
una autopsia que confirmase el diagnóstico.
Categorías inferiores. Cuando un niño o adolescente
se encamina hacia el deporte de competición debería plantearse la
realización de un reconocimiento médico que incluya un
electrocardiograma y un test de esfuerzo.
Sintomatología. Es muy difusa y puede deberse a muchas causas
(deshidratación, golpe de calor...), pero un deportista debe prestar
especial atención a los mareos, visión borrosa, palpitaciones, dolor en
el pecho o desmayos tanto en reposo, como después de un esfuerzo.
Repetición. Si los problemas se presentan en más de una
ocasión, conviene hacer una resonancia magnética cardiaca y dejar
cautelarmente de entrenar vigorosamente.
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Un chequeo obligatorio reduce en un 90% las muertes en Italia |
Aún reconociendo que existe un porcentaje no
despreciable de fallecimientos fulminantes en los que cualquier
intervención es inútil, los especialistas reconocen que la prevención
de la muerte súbita del deportista es un problema que aún no se ha
resuelto adecuadamente y postulan por la implantación de un paquete de
medidas que, al menos, logren reducir la cifra de esta clase de
fatalidades al máximo.
En este sentido, lo idóneo, según sus apreciaciones, sería
imitar en la medida de lo posible el ejemplo italiano. En 1982, el país
mediterráneo puso en marcha un programa de cribado para los atletas de
todas las categorías, no sólo los profesionales, con el fin de detectar
anomalías cardiacas que pudieran dificultar o impedir la práctica
deportiva debido al alto riesgo de muerte súbita.
De esta forma, los participantes comenzaron a someterse a
reconocimientos médicos que incluían un examen de salud general,
historia clínica, antecedentes personales y familiares y un
electrocardiograma de 12 derivaciones (logra una visión más completa de
la actividad eléctrica del corazón).
Pues bien, según un trabajo publicado hace casi un año en 'The
Journal of the American Association' ('JAMA'), esta medida ha logrado
reducir la incidencia de muerte súbita en deportistas de la región
italiana de Veneto en un 90%.
Los datos obtenidos refrendan la utilidad de estos chequeos,
puesto que antes de un posible desenlace fatal se logró desenmascarar
cardiomiopatías que hasta el momento habían permanecido ocultas y que
podrían haber debutado con una parada fulminante. Además, gracias a
ello se ha podido pautar un tratamiento adecuado de manera precoz y, en
un 2% de los casos, se desaconsejó la práctica deportiva; al menos a
cierto nivel.
En nuestro país, la ley obliga a hacer reconocimientos médicos
similares a los italianos, pero todavía se están sentando las bases
para poder articular este mandato y hacer que se cumpla.
Casi todos coinciden en señalar que, fundamentalmente, se
discute quién debe financiar estos reconocimientos (el club, la
federación del deporte en cuestión, el seguro escolar...) y que si bien
las categorías profesionales suelen estar bien controladas, los
aficionados y los atletas infantiles y juveniles, están más
desprotegidas. En este sentido, y hasta que se dilucide quién pagaría
el chequeo, cabe recordar que su precio oscila entre los 30 y los 40
euros y que quizá com-pensa invertir en este tema, al igual que se hace
en la vestimenta, el calza-do o el equipamiento más adecuado. |
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