El Consejo de Ministros del 24 de agosto autorizó la solicitud de
comercialización de la vacuna tetravalente contra los tipos 6, 11, 16 y
18 del virus del papiloma humano, como paso previo a la determinación
del precio que la comisión de farmacia debe establecer, lo que
permitirá su adquisición regular en el mercado español y,
eventualmente, su incorporación al calendario oficial de vacunaciones.
Esta iniciativa, como cualquier intervención sanitaria, es
susceptible de tener consecuencias positivas y negativas sobre la salud
de la población y el funcionamiento de la sanidad española. Pero no
parece que hayan sido suficientemente consideradas por el documento
elaborado por la ponencia de vacunas del Consejo Interterritorial, de
febrero de este año, que recomienda la vacunación de una generación de
niñas entre las seis de los 9 a los 14 años. Ni tampoco por el
autodenominado "documento de consenso" de ocho sociedades profesionales
médicas cuyas propuestas son más intervencionistas.
Como el
propósito último de la medida es la prevención del cáncer de cuello
uterino, una finalidad que no se acostumbra a pretender con las
vacunas, parecería más adecuado disponer de la valoración de algún
órgano asesor más experimentado en el diseño de políticas sanitarias
globales, del mismo modo que se echa en falta la opinión de sociedades
profesionales como la Sociedad Española de Salud Pública y
Administración Sanitaria (SESPAS) o la Sociedad Española de
Epidemiología (SEE).
De todos modos, el documento de la ponencia
contempla los cuatro criterios preestablecidos para considerar la
inclusión de nuevas vacunas en el calendario oficial, y, aunque no
ignora las incertidumbres relevantes que afronta la vacunación, se
diría que la propuesta refleja la influencia irresistible del aluvión
de estímulos mediáticos a favor de la inmediata aplicación de la vacuna.
De
ahí que convenga compartir el análisis de los mencionados criterios; a
saber, que la enfermedad prevenible constituya un problema importante
de salud pública para la población española, que la vacuna sea eficaz y
segura, que sea compatible con el resto de vacunas del calendario
actual y que su implantación sea eficiente.
La vacuna
tetravalente, y también la bivalente, que todavía está en trámite de
autorización, ha probado su eficacia para prevenir el contagio de los
virus de los tipos 16 y 18, a los que se atribuye un 70% de los
cánceres de cuello uterino y, lo que es más importante, para reducir
las lesiones precancerosas que la infección crónica persistente origina
en una limitada proporción de las mujeres infectadas, y que al cabo de
10 a 20 años provocaran cáncer a una parte de ellas.
Como la
duración de las investigaciones ha sido hasta ahora mucho más breve que
el tiempo que se supone necesita la infección para producir el cáncer,
no tenemos una prueba definitiva de que la vacuna reducirá
efectivamente la incidencia ni la mortalidad de la enfermedad. Aunque,
de acuerdo con los conocimientos actuales, es razonable esperar que se
produzca este efecto positivo.
Los efectos adversos observados
han sido de carácter local y de intensidad moderada. Sólo
excepcionalmente no se ha podido completar la tanda prevista de tres
dosis por la importancia de la reacción local; una información que
satisface el criterio estándar de seguridad, aunque, como es natural,
no excluye la eventualidad de consecuencias potencialmente indeseables
en condiciones de aplicación masiva. En cuanto a posibles interacciones
con otras vacunas del calendario, sólo se ha estudiado la
compatibilidad con algunas de ellas, con resultados aceptables. La
vacuna, pues, es sólo parcialmente eficaz, razonablemente segura y
probablemente compatible con el resto.
En cuanto a la eficiencia
de la intervención, algunas estimaciones del cociente
coste/efectividad, con datos correspondientes a otras situaciones
epidemiológicas, sociales y económicas diferentes de las españolas,
sugieren la conveniencia de complementar la vacunación con el
diagnóstico y tratamiento precoz del cáncer para alcanzar un impacto
sanitario que equilibre el elevado coste inicial de la administración
de la vacuna, del orden de 350 euros las tres dosis. Para hacernos una
idea de lo que significa, el coste de todas las dosis recomendadas en
el calendario aplicado en Cataluña para prevenir 11 enfermedades
transmisibles es de 235 euros.
A este importe habría que sumar
otros costes directos como el material de inyección, la ampliación
eventual de los dispositivos de almacenamiento, la carga asistencial
adicional, las actualizaciones formativas, etcétera. Así como la
necesidad de mejorar el sistema de información para evaluar
adecuadamente el funcionamiento y los resultados de la intervención.
Estos
costes, sin duda, son menores que los que se dedican a la prevención
secundaria y que suponen en España más de diez millones de citologías
anuales. Pero, lamentablemente, no se ahorrarán con la vacuna, porque
no es activa frente a todos los tipos virales que producen el tumor, ni
tampoco en las mujeres que ya padecen infección persistente. Más bien
habrá que prever un aumento de los costes al adaptar el cribado a la
nueva situación. Sobre todo hasta que las generaciones ya infectadas se
vayan sustituyendo. Se trata de una intervención cara, tal vez
demasiado, sobre todo pensando en el coste/oportunidad.
Hay que
decir, sin embargo, que incluso sin la vacuna, habría que mejorar
radicalmente la prevención secundaria actual. Debido a la ausencia de
evaluación sistemática por parte de las administraciones sanitarias
públicas españolas, ninguna de las cuales ha organizado un programa de
cribado poblacional, se practican muchas citologías a mujeres con poco
riesgo, mientras que las expuestas a un riesgo mayor son objeto de
menos diagnósticos precoces. Es, pues, una intervención ineficiente,
poco o nada equitativa y, lo que todavía es peor, colectivamente
insegura debido a la iatrogenia que fomenta entre las personas con
resultados falsamente positivos, algunos de los cuales son atribuibles
a la baja prevalencia de las lesiones en España y a las limitaciones
intrínsecas de la prueba de Papanicolau, pero otras resultan del poco
control de calidad de su aplicación.
¿Pero cuál es la importancia
del cáncer de cuello uterino en España? Naturalmente, esta valoración
implica cierto grado de subjetividad, pero en cualquier caso debe
basarse en la frecuencia y la gravedad de esta enfermedad. Los
registros poblacionales de cáncer españoles permiten estimar que se
producen unos 2.000 nuevos casos anuales, con una tasa de incidencia
del orden de 7,5 nuevos casos por 100.000 mujeres y año, una de las más
bajas del mundo. La evolución de la tendencia no es muy clara, de
manera que no puede descartarse un ligero crecimiento en las edades más
jóvenes. Las cifras españolas de prevalencia de infección disponibles
son también de las más bajas entre las recogidas.
En cuanto a la
mortalidad, en 2005 murieron en España 185.000 mujeres; el 20% de
ellas, unas 36.000, por algún tipo de cáncer, pero apenas unas 600 por
cáncer de cuello de útero. Es decir, el 0,3% de todas las defunciones
femeninas, aunque se estima que la cifra real sería algo mayor, unas
735 muertes, o sea, el 0,4% del total. Afortunadamente, pues, la
magnitud del problema es relativamente moderada.
El previsible
impacto de la inclusión de la vacuna en el calendario oficial depende
además de quiénes constituirían la población diana, teniendo en cuenta
que ya sabemos que la vacuna no modifica la situación de las personas
con infección crónica ni, todavía menos, la de aquellas que padecen
lesiones.
Disponer de nuevas vacunas es, sin duda, un progreso.
Que en el proceso hayan participado decisivamente epidemiólogos
españoles es, además, motivo de orgullo. Pero aplicarlas sin aquilatar
pros y contras y sin tener en cuenta los efectos sobre el sistema
sanitario supone un alto riesgo de frustrar las expectativas generadas
por las nuevas vacunas, lo que disminuiría la credibilidad de la salud
pública. Algo demasiado importante como para ponerlo en juego de forma
temeraria.
Andreu Segura es profesor de Salud Pública de la Universidad de Barcelona.
Comentarios
Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese.