Un estudio, publicado en la revista 'The Journal of the American Medical Association' (JAMA), muestra que un fármaco comúnmente utilizado para tratar la insuficiencia cardiaca no ofrece beneficios si el paciente es un niño. Los resultados, que son preliminares, subrayan la necesidad de realizar más ensayos para probar la eficacia de medicamentos en enfermos pediátricos.
Puede parecer obvio, pero que una revista relevante, como es 'JAMA'
publique un estudio que muestra que un fármaco no actúa igual si el
paciente es un adulto o un niño, indica que muchos medicamentos se
utilizan sistemáticamente para una etapa de la vida o para otra. Sin
embargo, en los últimos años cada vez son más las investigaciones que
concluyen en las grandes diferencias que pueden darse en función de la edad del enfermo.
El problema se podría evitar si se llevaran a cabo ensayos clínicos
con pacientes pediátricos pero estos, sobre todo en el campo de la
cardiología, suelen ser escasos por cuestiones éticas debido a los
riesgos que conllevan. Otros motivos son la dificultad para agrupar a
un gran número de niños con problemas similares, la heterogeneidad en
la forma en que se desarrollan estos trastornos en la infancia, etc.
Un estudio multicéntrico
A estos y otros retos se ha enfrentado el equipo de investigadores
del Hospital Infantil de Filadelfia y de diferentes universidades de
Estados Unidos al desarrollar el trabajo ahora publicado. Los autores
reclutaron de 26 centros de este país a 161 niños con insuficiencia
cardiaca sistólica y con una edad media de cuatro años.
Los participantes fueron asignados a tres grupos: uno recibió una
dosis baja de carvelidol, otro el mismo fármaco pero con una dosis más
alta y el otro, placebo (sustancia inactiva). Además, todos los
pacientes seguían tomando su tratamiento habitual para este trastorno.
Al comparar los datos de cada grupo, los investigadores no encontraron diferencias significativas
entre ellos. Entre los 54 pacientes asignados a placebo el 56% mejoró,
el 30% empeoró y el 15% permaneció sin cambios. Por su parte, de los
103 niños que recibieron carvelidol, el 56% mejoró, el 24% empeoró y el
19% siguió igual.
"Es posible que niños y adolescentes con insuficiencia cardiaca no se beneficien de carvelidol; esto podría significar que por primera vez un grupo con insuficiencia cardiaca no muestra beneficios con un betabloqueante
y es contradictorio con los numerosos y pequeños estudios que sostienen
que los betabloqueantes son positivos para estos pacientes", afirman
los autores del estudio.
Limitaciones del trabajo
"El carvelidol lo utilizamos sobre todo en los casos de
insuficiencia cardiaca debido a una miocardiopatía dilatada. En unos
casos nos ha ido bien y en otros no. Si el paciente no responde al
tratamiento probablemente será candidato a un trasplante", explica Luis
Fernández Pineda, secretario de la Sociedad Española de Cardiología
Pediátrica y especialista del Servicio de Cardiología Pediátrica del
Hospital Ramón y Cajal de Madrid.
Los investigadores del estudio desconocen el motivo por el que
carvedilol beneficia a pacientes adultos y no a pediátricos. Aunque
apunta a que podría deberse a que la insuficiencia cardiaca infantil se
origina como consecuencia de una miocardiopatía dilatada o de una
enfermedad congénita mientras que la causa de esta patología en los
adultos está en un proceso isquémico. Estas divergencias podrían influir en el resultado de este fármaco cuando se administra en diferentes etapas de la vida.
Los niños con insuficiencia cardiaca por una enfermedad del corazón
constituyen un porcentaje pequeño de los pacientes que llegan a estas
consultas. "La mayoría de ellos [los que nacen con un trastorno
congénito] son operados a los pocos días de vida y si en un futuro
desarrollan una insuficiencia, el problema puede ser reoperable o se
puede tratar con un cateterismo", explica Fernández Pineda.
Tanto los autores del estudio como Samuel Gigging, autor de un
editorial que también publica 'JAMA', advierten que estos resultados
son preliminares. La dificultad para agrupar un gran número de niños
con este trastorno para un ensayo clínico les llevó a incluir pacientes muy heterogéneos
lo que impide hacer generalizaciones y, además, consideran que para
ofrecer una conclusión definitiva sobre este tema se debería evaluar a
520 pacientes por estudio.
Por otro lado, Samuel Gigging señala que aunque el trabajo no ofrece
la última palabra sobre este tema sí es un importante paso para la
investigación en cardiología infantil y además ofrece algunas
lecciones. Entre otros puntos, Gigging destaca que el carvedilol se
metaboliza más rápidamente en niños que en adultos por lo que podrían
necesitar dosis diferentes de las utilizadas habitualmente. "Después de
todo y, especialmente en la investigación y tratamiento en cardiología
pediátrica, los niños no son simplemente adultos pequeños", concluye.
De la misma opinión es Luis Fernández Pineda, que halaga el trabajo
realizado por estos investigadores. "Es un estudio muy serio y tiene
mucho mérito ya que es difícil congregar a un número tan alto de este
tipo de pacientes. Sin embargo, no creo que cambiemos nuestra forma de
actuación ya que en el estudio el grupo de pacientes con miocardiopatía
dilatada [los que más tratamos nosotros] respondió mejor al
carvelidol", concluye.
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