¿De dónde vienen las reglas morales? De la
razón, afirman algunos filósofos. De Dios, aseguran los creyentes. Rara
vez se considera otra fuente como la que hoy defienden algunos
biólogos: la evolución.
Una mirada a la selección natural y a la supervivencia de los más
fuertes sólo parece confirmar los valores más egoístas. Pero para los
animales que viven agrupados el egoísmo debe ser limitado o no habría
ventaja en vivir en sociedad. ¿Puede la conducta desarrollada por los
animales que viven en sociedad ser el fundamento de donde partió la
moralidad humana?
En el libro Hipótesis de la felicidad , Jonathan
Haidt, psicólogo moral de la Universidad de Virginia, construye una
visión amplia de la moralidad donde rastrea su conexión tanto con la
religión como con la política.
Haidt comenzó investigando la emoción de la aversión. Al
probar las reacciones de la gente ante situaciones como la de una
familia hambrienta que cocinó y comió a su perro luego de que éste
hubiera muerto en una ruta, exploró el fenómeno en que la gente siente
fuertemente que algo está mal pero cuyo porqué no puede explicar.
Este fenómeno lo llevó a ver a la moralidad conducida por dos
sistemas mentales separados. Un sistema antiguo, que él llama intuición
moral, se basa en las conductas con carga emotiva que se desarrollaron
antes que el lenguaje. Un sistema moderno, que llama juicio moral,
llegó después del lenguaje, cuando la gente pudo expresar por qué algo
estaba bien o mal.
Las respuestas emocionales de la intuición moral ocurren de
manera instantánea; son primitivas reacciones viscerales que
evolucionaron para desarrollar decisiones intempestivas que ayudan a la
supervivencia en un mundo peligroso. El juicio moral, por otro lado,
llega más tarde, cuando la mente consciente desarrolla una
racionalización para la decisión que llegó a través de la intuición
moral.
El elefante y el jinete
Haidt compara la maquinaria moral subterránea con un
elefante y al razonamiento moral consciente con un pequeño jinete que
monta sobre su lomo. Los psicólogos y filósofos han tenido una visión
muy estrecha de la moralidad, según cree, porque se han centrado en el
que monta e ignoraron al elefante.
Haidt desarrolló una mejor idea del elefante luego de que
visitó la India. Allí, vio que la gente reconocía un dominio de lo
moral mucho más amplio que lo relacionado con el daño y la justicia que
son centrales en la moral occidental. Los indios se preocupaban por
integrar a la comunidad a través de rituales y los ligaban a conceptos
de pureza religiosa como manera de reprimir la conducta.
A su regreso de la India, Haidt rastreó literatura sobre
antropología y psicología en busca de ideas de moralidad en todo el
mundo. Identificó cinco componentes de la moralidad que eran comunes a
la mayoría de las culturas. Algunos tenían que ver con la protección de
los individuos, otros con los lazos que mantienen unidos a los grupos.
Entre los sistemas morales que protegen a los individuos, uno
tiene que ver con prevenir el daño a una persona y el otro con la
reciprocidad y la justicia. Menos habituales son los tres sistemas que
promueven conductas desarrolladas para fortalecer al grupo. Estas son
la lealtad al grupo, el respeto por la autoridad y la jerarquía, y el
sentido de pureza o santidad.
Los cinco sistemas morales, según Haidt, son mecanismos
psicológicos innatos que predisponen a los niños a absorber ciertas
virtudes. Como estas virtudes se aprenden, la moralidad puede variar
mucho de una cultura a la otra, mientras que la importancia de refrenar
el egoísmo se mantiene.
En las sociedades occidentales, lo importante reside en
proteger al individuo insistiendo en que todos deben ser tratados con
justicia. La creatividad es mucha, pero la sociedad es menos ordenada.
En muchas otras sociedades, el egoísmo es suprimido "por medio de
prácticas, rituales e historias que ayudan a la persona a representar
un papel cooperativo en una entidad social más amplia", dijo Haidt.
El es consciente de que mucha gente, incluida "la disciplina
políticamente homogénea de la psicología", equipara la moral con la
justicia, los derechos y el bienestar del individuo, y rechazan todo lo
demás como meras convenciones sociales. Pero muchas sociedades en todo
el mundo se comportan como si realmente la lealtad, el respeto por la
autoridad y la sanidad fueran conceptos morales, destaca Haidt, y esto
justifica el tener una visión más amplia del tema moral. La idea de que
la moral y lo sagrado están relacionados, dijo, puede hoy no estar de
moda pero tiene un linaje venerable, si nos remontamos a Emile
Durkheim, fundador de la sociología.
Haidt cree que la religión ha tenido un importante papel en la
evolución humana al fortalecer y extender la cohesión brindada por los
sistemas morales. "Si no hubiéramos tenido mentes religiosas, no
hubiéramos transitado hacia lo gregario -afirmó-. Seríamos todavía sólo
pequeñas bandas que deambularían de un lado a otro."
La conducta religiosa podría ser el resultado de la selección
natural, según su punto de vista, formada en un momento en que los
primeros grupos humanos competían unos con otros. "Los que encontraron
formas de unirse fueron más exitosos", agregó.
Haidt llegó a reconocer la importancia de la religión por
medio de un camino indirecto. "Primero encontré la divinidad en el
sentimiento de aversión." Este probablemente se desarrolló cuando la
gente se hizo carnívora y tuvo que aprender qué alimentos podrían estar
contaminados con bacterias, un problema que no se presentaba con los
alimentos vegetales.
La aversión se extendió luego a otras categorías, sostiene, a
la gente que no era limpia, a inaceptables prácticas sexuales y a
muchas funciones y conductas corporales que eran vistas como diferentes
de las animales.
"Imaginen visitar una ciudad donde la gente no usa ropa, nunca
se baña, tiene sexo en público y come carne cruda arrancándola a
mordiscos directamente de las carcasas", escribe Haidt. El ve la
aversión evocada por una escena así como aliada de las nociones de
pureza física y religiosa.
La pureza es, según él, un sistema moral que promueve los
objetivos de controlar los deseos de egoísmo y de actuar de una manera
aprobada de forma religiosa.
Por Nicholas Wade De The New York Times
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