Una explosión de nuevas investigaciones está cambiando la comprensión
que los científicos tienen de la diabetes y dando nuevas claves de cómo
atacarla.
La diabetes es una enfermedad en la que la imposibilidad del cuerpo de
regular la glucosa o azúcar en la sangre puede llevar a complicaciones
serias o incluso fatales.
Hasta hace muy poco, la regulación del nivel de glucosa
-cuánta azúcar está presente en la sangre de la persona y cuánta se
libera desde sus sitios de almacenamiento- se concebía como un diálogo
entre unos pocos protagonistas: el páncreas, el hígado, el músculo y la
grasa.
Ahora, sin embargo, las cosas parecen mucho más complejas de
lo que se suponía. Nuevas investigaciones sugieren que una hormona del
esqueleto, nada menos, puede influir en cómo el cuerpo maneja el
azúcar.
Cada vez más evidencias muestran también que señales del
sistema inmunológico, el cerebro y el intestino cumplen papeles
decisivos en el control de la glucosa y el metabolismo de los lípidos.
(Los hallazgos son principalmente relevantes para la diabetes tipo 2,
una forma de la enfermedad que sobreviene en la adultez.)
Enfocar la comunicación cruzada que se establece entre
diferentes órganos, células y moléculas representa un "cambio muy
importante en nuestro paradigma" para entender cómo el cuerpo maneja la
glucosa, dijo el doctor C. Ronald Kahn, investigador en diabetes y
profesor de la Escuela de Medicina de Harvard.
El rasgo definitorio de la diabetes es el nivel elevado de
azúcar en la sangre. Pero las razones para tener niveles de azúcar
anormales parecen "diferir tremendamente de persona a persona", dijo el
doctor Robert Rizza, profesor del Colegio Médico de la Clínica Mayo.
Entender exactamente qué señales están involucradas, dijo, alimenta la
esperanza de "ofrecer el cuidado correcto a cada persona cada día, en
lugar de darles a todos la misma droga".
El verano último, investigadores del Centro Médico de la
Universidad de Columbia publicaron sorprendentes resultados que
muestran que una hormona liberada por los huesos puede ayudar a regular
la glucemia. Cuando el doctor Gerard Karsenty describió por primera vez
los resultados en una conferencia, los científicos reunidos "se
sorprendieron con las posibles consecuencias", recordó el doctor Saúl
Malozowski, consejero de Investigación de Fisiología Endocrina del
Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales, que
no participó del estudio. "Por primera vez -continuó-, vimos que el
esqueleto es un órgano endocrino", ya que produce hormonas que actúan
fuera del hueso.
En un estudio previo, Karsenty había demostrado que la
leptina, una hormona que produce la grasa, es un gran regulador del
metabolismo óseo. En este trabajo, el analizó la idea de que la
conversación seguía una doble vía. "Nuestra hipótesis fue que si la
grasa regula la masa ósea, ésta, en esencia, debe regular la grasa",
precisó.
En ensayos con ratones, el equipo halló que una sustancia ya
conocida y producida por los huesos, la osteocalcina, estimulaba las
células grasas y el páncreas. El efecto neto es mejorar cómo los
ratones segregan y administran la insulina, la hormona que ayuda al
organismo a trasladar la glucosa del torrente sanguíneo a las células
de los músculos y el hígado, donde se puede utilizar como energía o
almacenar para más adelante. La insulina también es importante en la
regulación de los lípidos.
En pacientes con diabetes tipo 2, el organismo no cumple las
órdenes que le envía la hormona. Sus células son resistentes a la
insulina, los niveles de glucosa en sangre tienden a aumentar y,
eventualmente, la producción de insulina en el páncreas disminuye.
Karsenty halló que el aumento de la osteocalcina en ratones
con diabetes tipo II solucionaba tanto la resistencia a la insulina
como su baja producción, lo que reducía en los animales el nivel de
azúcar en sangre y hasta hacía adelgazar a los ratones obesos.
Si la osteocalcina funcionara de la misma manera en los seres
humanos, podría ser "un nuevo tratamiento único en su tipo" para la
diabetes tipo 2, precisó Malozowski. Y la deficiencia de osteocalcina
podría ser una causa de la enfermedad, opinó Karsenty.
El sistema inmune es un nuevo "sospechoso" en la regulación de
la glucosa. En 2003, científicos descubrieron que el tejido graso de
ratones obesos contenía gran cantidad de células inmunes que inducen la
inflamación. Pero todavía resta contestar muchas preguntas.
Por Amanda Schaffer De The New York Times
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