La tarde es calurosa y pegajosa en la ribera del río Napo, en Perú,
pero Claudio, un leñador de la zona, tirita en su camastro de madera.
"Me siento mal, muy mal. Me duele todo el cuerpo, tengo fiebre,
sudores, escalofríos...", cuenta. "Tengo malaria por decimoséptima vez.
No sé qué más hacer".
La enfermedad causada por el mosquito ha regresado a numerosos
pueblos del Amazonas peruano accesibles únicamente por río, causando a
sus habitantes largas jornadas de fiebre, anemia permanente y, en los
peores casos, la muerte.
En Perú, la malaria fue erradicada hace casi 40 años, pero en lo que
va de 2007 se han detectado ya 64.000 casos en el país andino, la mitad
de ellos en la región del Amazonas. Se cree además que existen muchos más casos sin registrar oficialmente, en las zonas más profundas de la selva, donde ni siquiera las autoridades sanitarias tienen fácil acceso.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en más de 79.000 los casos diagnosticados anualmente
en este país, lo que sitúa a Perú como el tercer país de Latinoamérica
con mayor número de afectados. Sólo le superan Brasil (casi 380.000
diagnósticos) y Colombia (donde 164.000 personas son diagnosticadas
anualmente).
"Ha habido 32.000 casos sólo en esta zona del país, y eso significa
que la enfermedad está muy presente", asegura Hugo Rodríguez,
especialista de la Organización Andina para la Salud, que combate esta
enfermedad en las regiones fronterizas de Perú, Ecuador, Colombia y
Venezuela. Su organización distribuye mosquiteras a los habitantes de estas áreas y difunde información sobre la peligrosidad de la malaria y cómo identificar a las personas afectadas para que puedan recibir tratamiento a tiempo.
Luchar contra el desconocimiento
"Ahora ya ni siquiera hablamos de erradicar la malaria, eso es
imposible. Pero hacemos todo lo posible por intentar, al menos,
controlarla", añade Rodríguez.
Los especialistas sospechan que el cambio climático y la
deforestación de los bosques son algunas de las causas detrás de este
rebrote. Las lluvias que se registran fuera de temporada alteran el
patrón de desarrollo de los mosquitos causantes de la malaria, dejando
a su paso charcos que contienen las larvas, en regiones donde la
enfermedad ya había desaparecido.
O como explica por su parte Carlos Pacheco, responsable de la unidad
de control de mosquitos de Iquitos, en la región del río Mazán, la desaparición de los bosques está obligando a estos insectos a buscar nuevos territorios,
dispersando la enfermedad hacia zonas en las que la población desconoce
la enfermedad y, por tanto, no toma medidas preventivas contra sus
picaduras.
El año pasado, dos estudios científicos ya alertaron del peligro de
estos fenómenos medioambientales. En una investigación peruana, por
ejemplo, los científicos detectaron mayores concentraciones de
mosquitos 'Anofeles', transmisores del patógeno que causa el mal, en
regiones donde se había producido la tala masiva de árboles. La tasa de
picaduras en las zonas deforestadas era 300 veces superior a la de los
bosques vírgenes
Los leñadores son las principales víctimas de la situación; "las
zonas con mayor actividad de tala son las más críticas", asegura el
doctor Rodríguez. "Es muy difícil acceder a áreas en las que se está
produciendo la 'limpieza' del bosque y la gente no conoce los riesgos de la malaria; y donde incluso los leñadores son muy reacios a buscar ayuda sanitaria por el carácter ilegal de sus talas", concluye. Powered by AkoComment! |