El Día Mundial de la Diabetes, una iniciativa de la Federación
Internacional de Diabetes (FID) y la Organización Mundial
de la Salud (OMS), se creó en 1991 como medio para aumentar
la concienciación global sobre la diabetes y dirigir la
atención del público hacia las causas, síntomas,
complicaciones y tratamiento de esta grave afección, que
se encuentra en constante aumento en todo el mundo. La campaña del Día Mundial de la Diabetes
de este año 2007 va a estar centrada en los niños
y los adolescentes con diabetes.
LA DIABETES EN NIÑOS
Y ADOLESCENTES
La diabetes es una de las enfermedades crónicas más comunes
en la infancia. Alcanza a niños de todas las edades, incluidos
aquellos que todavía van a la guardería y a los bebes.
A menudo la diabetes en niños pasa desapercibida o se diagnostica
tarde, cuando el niño sufre una cetoacidosis diabética.
En muchas partes del mundo, la insulina, la principal medicación
que puede asegurar la supervivencia de éstos niños, no
está disponible (o está disponible pero no puede accederse
a ella por razones económicas, geográficas o debido a
restricciones de los suministros). Como consecuencia, muchos niños
fallecen de diabetes, especialmente en los países de rentas medias
y bajas. Aquellos más cercanos al niño – familia,
profesores, médico de familia- puede que no sean conscientes
de las señales y síntomas de la enfermedad.
El Día Mundial de la Diabetes 2007 persigue erradicar estas
circunstancias y establece firmemente el mensaje de que “ningún
niño debería morir de diabetes”.
Hoy en día, más de 240 millones de personas conviven
con la diabetes en todo el mundo. En aproximadamente 20 años,
se espera que esta cifra alcance los 380 millones. Los niños
no están al margen de esta epidemia global, con sus debilitadoras
y amenazantes complicaciones. La diabetes tipo 1 está creciendo
al ritmo del 3% por año en niños y adolescentes, y a un
alarmante 5% por año entre niños en edad preescolar. Se
estima que 70.000 niños de menos de 15 años contraen diabetes
tipo 1 cada año (al menos 200 niños al día). De
los 440.000 casos de diabetes tipo 1 en niños de todo el mundo,
más de un cuarto vive en el sudeste asiático, y más
de una quinta parte en Europa.
La diabetes tipo 2 se consideró durante un tiempo como una enfermedad
de los adultos. Hoy, este tipo de diabetes está creciendo en
alarmantes porcentajes entre los niños y adolescentes. En los
Estados Unidos, se estima que la diabetes tipo 2 representa entre un
8 y un 45% de los nuevos casos de diabetes en niños, dependiendo
de la localización geográfica. A lo largo de un período
de 20 años, los casos de diabetes tipo 2 se han duplicado en
Japón, y es más común que la de tipo 1. En niños
aborígenes de Norte América y Australia, la prevalencia
de diabetes tipo 2 se mueve entre un 1,3 y un 5,3%.
La diabetes es diferente para los niños
La diabetes tiene un impacto único en los niños y sus
familias. La vida diaria del niño se ve alterada por la necesidad
de monitorizar los niveles de glucosa en sangre, tomar medicación
y equilibrar el efecto de la actividad y la ingesta realizadas. La diabetes
puede interferir en el desarrollo normal de las tareas propias de la
infancia y la adolescencia, incluidos el buen seguimiento escolar y
la transición a la vida adulta.
Para ayudar a los niños y familias en ello y para asegurar la
mejor salud física y emocional del niño, la atención
debería ser ofrecida por un equipo multidisciplinar con buenos
conocimientos pediátricos. También debe apoyarse a los
profesores y al resto de las personas que están proporcionando
la necesaria atención.
De este modo, los niños con diabetes tipo 1 y tipo 2 podrán
alcanzar la edad adulta con el menor impacto posible en su bienestar.
Para los niños en los países en vías de desarrollo,
esta situación es actualmente precaria.
La campaña del 2007 quiere aumentar la concienciación
acerca de la creciente prevalencia de los dos tipos de diabetes en niños
y adolescentes. Un diagnóstico a tiempo y una buena educación
son cruciales para reducir las complicaciones y salvar vidas. Los médicos
de la comunidad, los educadores y los padres deben unir sus fuerzas
para ayudar a los niños con diabetes, prevenir la enfermedad
en aquellos bajo riesgo y evitar fallecimientos y discapacidades.
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