Desterrado en los años 80 de las consultas médicas, el «éxtasis» podría abandonar el lado oscuro de la ilegalidad para volver como un remedio terapéutico más y combatir graves desórdenes psiquiátricos. Varios ensayos clínicos en Estados Unidos, Suiza e Israel están probando el efecto de esta droga ilegal en el síndrome de estrés postraumático, cuadros de ansiedad severa en enfermos con cáncer terminal, incluso en migrañas que no responden a otros tratamientos. En Canadá también se prueba otra droga con efectos psicodélicos, la ibogaína, para ayudar a los toxicómanos a superar su adicción.
Los resultados iniciales de estos ensayos clínicos son
muy prometedores. Tanto que la industria farmacéutica empieza a ver el
MDMA (nombre científico del éxtasis) como un posible superventas, Al
menos en Estados Unidos, donde el síndrome de estrés postraumático es
una constante en los veteranos del ejército estadounidense. El mes
pasado, la Academia de las Ciencias Americana recordaba en un informe
la ausencia de tratamientos eficaces para combatir este desorden
psiquiátrico y la necesidad urgente de que regresen a casa soldados
destinados en Irak con riesgo de padecerlo.
Combinado con psicoterapia
El psiquiatra estadounidense Michael Mithoefer está a
punto de concluir una investigación que arrancó hace tres años para
probar el «éxtasis» en 21 voluntarios con síndrome de estrés
postraumático. Todos sus pacientes sufrieron experiencias violentas,
como asaltos y violaciones, y no habían respondido a los tratamientos
convencionales. Un grupo recibió 125 mg de MDMA en sesiones de
psicoterapia en un intervalo de tres semanas, mientras que al resto se
les administró placebo (una sustancia inocua sin actividad terapéutica)
durante la sesión.
El éxtasis actúa como una llave que abre la puerta a las
emociones más escondidas. Facilita la psicoterapia en las víctimas que
viven atormentadas por las imágenes del trauma y son incapaces de
hablar de él. Algo fundamental para superar el síndrome de estrés
postraumático. Pero, además, el «éxtasis» «calma, reduce el miedo, la
ansiedad, mejora las relaciones con el terapeuta, facilita el acceso a
experiencias emocionales duras...», escribía recientemente Mithoefer en
un artículo.
«Bisturí psicológico»
Para algunos psiquiatras y psicólogos, este «bisturí
psicológico» es el sueño del terapeuta. Pero no faltan las voces
científicas que advierten sobre los riesgos de utilizar una droga de
riesgo que puede causar daños neurológicos o inducir el párkinson,
entre otros efectos secundarios. El propio Mithoefer no resta
importancia a los posibles daños y ha subrayado que el uso incontrolado
durante largos periodos de tiempo puede ser peligroso.
Las investigaciones en Estados Unidos y otras parecidas
en Israel y Suiza son aún muy preliminares. No son suficientes para
acallar las dudas de otros científicos que miran con cautela estos
trabajos. «El MDMA es una sustancia muy potente y potencialmente
dañina. El Gobierno nunca debería haber autorizado esta investigación»,
criticaba ayer en «The Washington Post» el doctor Parrott, psicólogo de
la Universidad de Swansea. Este experto ha dedicado gran parte de su
carrera a estudiar los peligros y daños del «éxtasis» en el cerebro,
aunque nunca en condiciones terapéuticas en las que el consumo se
controla. Frente a estas opiniones, otros expertos recuerdan que no se
diferencia mucho de drogas como la morfina, con la que muchos oncólogos
palían el dolor de los enfermos con cáncer.
La zona del placer
Aún no se conoce muy bien cómo el «éxtasis» y otras
drogas con efectos psicodélicos proporcionan experiencias tan extrañas.
Sí se sabe que actúa en una zona del cerebro con una alta concentración
de receptores de la serotonina, la zona del placer. Un estudio reciente
encontraba similitudes entre un cerebro bajo la influencia de esta
droga y el estado posorgasmo, en cuanto a la sensación emocional y de
euforia.
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