El humor es la llave. Con nariz de payasos atraviesan la solemnidad de
las salas de internación y hacen reír. Pero su función va más allá: la
risa es apenas el puente que lleva a rincones más oxigenados de la
existencia en un momento traumático, cuando la cotidianidad es un
despliegue ininterrumpido de médicos distantes, enfermeras desbordadas,
dolor y un miedo sin válvulas de escape.
"Nuestras intervenciones constituyen una terapia alternativa", define
el psiquiatra, clown, especialista en terapia intensiva y payamédico
José Pelluchi, coordinador junto con Cristina Martí del Primer Congreso
Internacional de Clowns y Payasos de Hospital, que se realizó en Buenos
Aires.
Sobrevuela las presentaciones la sombra de Patch Adams, el
"Doctor Risa", que en los setenta instaló la risaterapia en hospitales
de los Estados Unidos y se convirtió en figura emblemática a partir de
la película que protagonizó Robin Williams.
Su presencia se corporiza en la nariz roja que decora las
esculturas de la sede en la que se desarrolla el encuentro: un aula de
la Facultad de Medicina en la que circulan clowns, payamédicos,
humoristas y estudiantes de medicina que entienden que la solemnidad no
es una condición necesaria de su profesión y que una relación más
igualitaria refuerza el vínculo terapéutico entre el médico y el
paciente.
Aunque admite que no encontró las dificultades de Patch Adams
para instalar el humor en distintos hospitales del país -hoy interviene
en el de Clínicas, el Udaondo, el Alvarez, Muñiz, el Sor Ludovica de La
Plata y el Bouquet Roldán de Neuquén-, Pelluchi dice que hay sectores
que se resisten a admitir que la risa es cosa seria: que dispara
endorfinas, ayuda a controlar la presión arterial, estimula el sistema
inmunológico y permite transitar la enfermedad desde una conexión
emocionalmente más saludable con la vida.
Así surge de estudios científicos que incluyen a la risa como
una herramienta terapéutica. Entre ellos, el realizado por la División
de Hematología y Oncología del Hospital General de Massachussets, que
concluyó que el humor y la risa ayudan a reducir el dolor y a mostrar
el lado humano del equipo médico, además de facilitar el diagnóstico y
el tratamiento oncológico.
La risa es salud
No se trata de representar una obra de teatro ni de
despertar el espíritu lúdico en un espectador que observa pasivamente
desde su cama de internación. Las intervenciones de payamédicos -mitad
médicos, psicólogos o psiquiatras, mitad actores, psicodramatistas o
clowns- son terapéuticas; crean estrategias personalizadas a partir de
un pedido del equipo médico.
Una vez designado el paciente que requiere apoyo terapéutico,
llega la pareja de payamédicos a relevar la situación problemática que
intentarán revertir con una o varias sesiones que adquieren un formato
teatral.
"No se trata de hacer reír solamente, sino de dar potencia, de
conectar a la persona con sus aspectos positivos y sanos, de sacarlo
del encierro en lo corporal e instalarlo en un estado optimista
sostenido", confía Pelluchi y explica su metodología a través de una
historia que todavía lo emociona.
Cuando lo llamaron de una sala de internación pediátrica del
hospital Muñiz, partió con su maletín "buenetín" con jeringas gigantes
y disfraces, dispuesto a revertir la resistencia de un chiquito de
cinco años que se negaba a tomar la medicación antirretroviral.
La primera estrategia fue la negociación. "¿Qué me pedía para
aceptar la medicación? Jugar con mi nariz: se la puso, la tiró, la
pisoteó, se descargó, pero al final nada, no cumplió con su parte.
Nueva negociación: revisar mi maletín. Pero tampoco cumplió. Cuando
pensé que había fracasado, se me ocurrió conseguir una jeringa como la
que usaban en el hospital para que él tomara su medicación, la llené de
leche y le propuse una carrera. Dale, aceptó A sus marcas, listos y ya
misión cumplida. Desde entonces dejó de ver a la jeringa con los
medicamentos como sus enemigos."
Con los adultos el proceso es menos lúdico, aunque una
internación hospitalaria, con la infranqueable sensación de impotencia,
empuja a casi todas las personas a una regresión que conduce a un
estatus de niños dependientes. Descargar activamente sobre un muñeco lo
que sufren como resultado del tratamiento es uno de los secretos del
abordaje payamédico con adultos.
"La catarsis es un primer paso en la elaboración de una
situación traumática, y nosotros facilitamos al paciente que descargue
todo lo que le hicieron a él, pero siempre en tono de parodia y
manteniendo el buen humor."
Los payamédicos no se internan en el conflicto. Ese será un
trabajo de elaboración posterior que le corresponderá al equipo de
salud mental, a partir de una intervención que instaló una nueva mirada
sobre la persona, la enfermedad y el proceso terapéutico.
"Nosotros nos proponemos que cada persona se identifique con
la mirada del clown, que ve belleza aun en donde no la hay, y rescata
las partes sanas de cada uno", dice Wendy Ramos, una discípula peruana
de Patch Adams, que llegó al congreso para contar la experiencia de los
clowns hospitalarios en el Hospital del Niño de Lima.
"A veces mueves apenas una ficha y cambias todo el juego de
dominó", define y ejemplifica: "Cada persona tiene un nombre, no es una
cama con una enfermedad, y rescatar ese nombre puede ser terapéutico,
como sucedió con una niñita que había perdido su cabello y yo le dije
«qué bella eres y qué bonito tu nombre, yo quiero llamarme como tú,
préstame tu nombre un ratito». Y así jugamos, y ella reía a pesar de su
grave enfermedad. Desde entonces no dejó de verse bella, como había
dicho la payasa".
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