A los seis meses de convertirse en la primera persona del mundo en recibir un trasplante de cara, Isabelle Dinoire había recuperado las sensaciones de calor y frío en su rostro. A los 10 meses ya podía cerrar normalmente la boca, y dos más tarde comía y bebía sin problemas. Al cabo de un año y medio de aquella operación pionera, Isabelle recuperó plenamente su sonrisa.
Jean-Michel Dubernard y Bernard Devauchelle,
los cirujanos galos que operaron a Isabelle Dinoire en el hospital
universitario de Amiens (en Francia) en noviembre de 2005, relatan esta
semana en las páginas de la revista 'The New England Journal of
Medicine' cómo transcurrieron los primeros 18 meses después de aquella
intervención pionera en el mundo. Desde entonces, otro hombre de
nacionalidad china y un segundo ciudadano francés se han sumado a esta
lista de trasplantes de cara.
Durante la cirugía, Isabelle recibió la parte inferior de la cara de
una donante de órganos de 46 años que había fallecido por muerte
cerebral. Un triángulo con nariz, boca y mentón destinado a restituir
lo que el ataque de un perro había desfigurado completamente seis meses
antes.
Como explican los cirujanos, la mujer pronto recuperó la
sensibilidad al frío y al calor, aunque la recuperación motora fue algo
más lenta y la paciente no logró cerrar completamente la boca hasta
transcurridos 10 meses de la operación. Las sesiones de fisioterapia y
rehabilitación para ayudarle a recuperar la movilidad de labios y boca
completaron su programa de rehabilitación. Atrás quedaban así los
problemas para pronunciar los fonemas B, M y P, la escasa movilidad de
sus labios, la comida que se escapaba de su boca, la sonrisa asimétrica
que dibujaba en las primeras semanas y las dificultades de masticación.
Atendida por tres psicólogos
En cuanto al aspecto psicológico de una intervención tan
radical los especialistas también destacan la buena adaptación de
Isabelle. Antes de pasar por el quirófano fue evaluada por tres
psicólogos (uno de los cuales ya la había tratado con anterioridad);
que también siguieron su evolución desde las 48 horas posteriores al
trasplante.
Tan sólo 12 semanas después de pasar por el quirófano ella "ya era
capaz de enfrentarse al mundo y recuperar gradualmente su vida social".
Casi un año y medio después, aseguran sus médicos, "Isabelle ya no
tiene miedo de caminar por la calle o de conocer gente en una fiesta, y
se encuentra muy satisfecha con el resultado estético y funcional [del
trasplante]". En este sentido, el doctor Pedro Cavadas, autor del
primer trasplante bilateral de manos en España, asegura que esta
cuestión se ha magnificado: "Una persona que no tiene rostro se adapta
muy bien a su nueva situación".
El doctor Cavadas, famoso por sus intervenciones pioneras, reconoce
el mérito de sus colegas franceses y señala que el de Isabelle "es un
caso muy bien ejecutado y muy bien evaluado". Sobre la posibilidad de
llevar a cabo un trasplante parcial de cara en España admite que ya ha
hablado "seriamente" con la Organización Nacional de Trasplantes (ONT)
para obtener la acreditación necesaria para llevar a cano este tipo de
operación. Una acreditación que incumbe tanto al centro médico donde se
va a llevar a cabo, el equipo quirúrgico que realizará la intervención
y el tipo de trasplante. En este sentido, añade, el trámite no difiere
del de un trasplante de manos como los que ya ha llevado a cabo en el
Hospital La Fe de Valencia.
Reducir el riesgo de rechazo
Para reducir el rechazo de su organismo al tejido de la
donante, los cirujanos le inyectaron a Isabelle una pequeña cantidad de
células madre hematopoyéticas obtenidas de la médula ósea de la mujer
fallecida. Además, emplearon diversa medicación inmunosupresora, como
la que se suele emplear en los pacientes trasplantados, y una técnica
de fototerapia (fotoquimioterapia extracorpórea) diseñada también para
evitar una reacción de su organismo contra el tejido ajeno.
A pesar de ello, en dos ocasiones el organismo de Isabelle reaccionó
contra el injerto, a los 18 y 214 días de la operación. Las lesiones
fueron consideradas leves o moderadas y el problema se controló
adecuadamente con medicación. De hecho, Isabelle no desarrolló la
enfermedad de injerto contra huésped que puede ocurrir después de un
trasplante de médula ósea; aunque el primer año sí se observó una
reducción en el funcionamiento de sus riñones provocado por el uso de
los fármacos inmunosupresores. En este caso un cambio en la medicación
permitió mejorar su función renal.
"En esta paciente que recibió el primer trasplante facial, los
resultados funcionales y estéticos al cabo de 18 meses son
satisfactorios", concluye el trabajo. Sin embargo, los propios autores
reconocen que habrá que esperar a ver cómo evolucionan los otros dos
pacientes trasplantados [en China y Francia] para estudiar cómo
evolucionan este tipo de trasplantes y saber afrontar los problemas que
pueden surgir en su recuperación. Mientras eso ocurre..., "los
resultados esperanzadores de estos 18 meses sugieren que este
procedimiento puede ofrecer esperanzas a los pacientes con
desfiguraciones graves".
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