El tamaño de la cintura de las mujeres en
edad reproductiva no sólo es un problema estético. Un grupo de médicos
argentinos demostró que, cuando supera los 88 centímetros recomendados
como "saludables", duplica las posibilidades de que sus hijos tengan
síndrome metabólico, un conjunto de factores de riesgo que conducen a
enfermedad coronaria y diabetes.
Aunque se conoce la importancia de cuidar el
perímetro de nuestro cuerpo a la altura del ombligo para proteger la
salud del corazón y prevenir la resistencia a la insulina que
predispone a desarrollar diabetes tipo II, este nuevo estudio que acaba
de publicar la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine
responde lo que aún no se había podido determinar: cómo predecir fácil
y rápido el síndrome metabólico en los chicos, dado el aumento del
sobrepeso y la obesidad.
El equipo dirigido por la doctora
Valeria Hirschler, médica pediatra y especialista en nutrición y
diabetes del Hospital Durand, reunió con esfuerzo a 620 alumnos
primarios, de 5 a 13 años, de cinco escuelas porteña, y a sus madres
para realizarles algunos análisis de laboratorio, tomarles la presión,
medirles el perímetro de la cintura y calcular el índice de masa
corporal o IMC, que es la relación entre la altura y el peso.
Se dice que una persona tiene síndrome metabólico cuando reúne tres o
más de cinco factores de riesgo (anormalidades metabólicas), que son:
la obesidad abdominal, los triglicéridos altos, el colesterol HDL o
"bueno" bajo, hipertensión y glucosa en ayunas elevada (ver
infografía).
Al comparar la prevalencia de estos componentes
del síndrome metabólico en las madres y en los chicos, la cantidad de
chicos con colesterol "bueno" bajo (el 56,9%) y triglicéridos altos (el
25%) superaba a la cantidad de mujeres (el 46 y el 10%,
respectivamente). La obesidad abdominal, en cambio, era una
características algo más frecuente en las madres (el 36%) que en los
chicos (el 25%).
Sorpresas...
Pero además de
demostrar que el tamaño de la cintura materna era el elemento más
efectivo y confiable -aún más que el IMC- para predecir la posibilidad
que tenían sus hijos de tener síndrome metabólico, el equipo se
enfrentó con una gran -y preocupante- sorpresa: el 10,8% de los chicos
ya tenía síndrome metabólico.
El 1% de ellos tenía peso
normal para su edad y estatura, mientras que el 10,7% tenía sobrepeso y
el 43,9% era obeso. "Observamos claramente cómo el aumento de la
circunferencia de cintura de las madres duplicaba en los hijos el
riesgo de tener el síndrome; la relación era muy sólida -afirmó
Hirschler a LA NACION-. La mala alimentación, la distorsión de la
imagen materna, la falta de actividad física y de educación, y la
imposición a los hijos de que terminen de comer todo lo que tienen en
el plato influye en el aumento de la obesidad de los padres y los
hijos."
En el estudio, el IMC promedio de las madres era casi
de 26, lo que indica sobrepeso. El 18% de las mujeres superaba los 30
puntos, el límite que separa el sobrepeso de la obesidad. Apenas dos de
cada diez dijeron que hacían ejercicio dos o más veces por semana.
Clave: prevención
Pero lo más importante de estos resultados es la clave que aporta para
hacer prevención. "Medir la cintura -agregó Hirschler- es rápido y
barato. Con solo mirar a la madre, un pediatra puede darse cuenta del
riesgo y tomar medidas para reducirlo."
El equipo observó una
menor prevalencia de obesidad abdominal en el grupo de madres de los
chicos sanos (el 41,7%) que en el grupo de madres de los chicos con el
síndrome (el 78,8%). "Pudimos hacer este trabajo, porque la gente está
ávida de estudios de salud; no va al hospital porque no tiene tiempo
por la gran cantidad de ocupaciones que tiene y no recibe información
para prevenir enfermedades en ellos ni en sus hijos", dijo la autora.
Para cambiar esta situación, hacen falta algunos cambios. "Hay que
tomar menos jugos [artificiales] y gaseosas, y consumir más agua y
soda; no repetir los platos; no obligar a los chicos a terminar la
porción; incorporar frutas y verduras en todas las comidas, y alentar
la actividad física en familia los fines de semana", resumió Hirschler.
El equipo lo integraron también los doctores María Roque,
Claudio González, Claudio Aranda, Gustavo Maccallini, Héctor
Pettinicchio y la bioquímica María Calcagno, del Durand. El trabajo de
campo lo organizaron las enfermeras Alba Di Leva y Cristina Ferrari,
coordinadoras de la Escuela de Enfermería del Hospital de Oncología
Angel Roffo. Powered by AkoComment! |