Un masaje en la espalda cada noche. Una medida tan simple, combinada con los calmantes durante los días posteriores a una intervención quirúrgica, reduce los niveles de dolor posoperatorio y de ansiedad. Así lo acaba de constatar un estudio en más de 600 pacientes.
Mucha gente sufre dolor tras una intervención quirúrgica, pese a los
tratamientos opiáceos. "Las intervenciones farmacológicas pueden no
responder eficazmente a todos los factores implicados en la experiencia
consciente del dolor", aclaran los autores de la investigación,
publicada en el último número de 'Archives of Surgery'.
"Es hora de reincorporar el empleo de un enfoque eficaz y poco peligroso para aliviar el dolor del paciente", dicen estos defensores del masaje.
"A medida que los sistemas sanitarios se han hecho más complejos y han
aumentado las exigencias administrativas del tiempo de las enfermeras, la tradición de los masajes administrados por estas profesionales se ha perdido", lamentan.
El estudio
Paradójicamente, hasta el momento sólo dos pequeños ensayos habían
evaluado la utilidad de los masajes en el posoperatorio. "Este estudio es el mayor ensayo clínico sobre el masaje como terapia adyuvante
[complementaria] para el dolor posoperatorio agudo", dicen los autores
del nuevo trabajo, procedentes de departamentos de cirugía y
anestesiología del hospital Veterans Affairs Ann Arbor Healthcare
System (Michigan, EEUU) que decidieron evaluar las bondades de esta
terapia.
Participaron en el estudio un total de 605 pacientes (varones con
una media de 64 años) que iban a someterse a alguna intervención
abdominal mayor o a una esternotomía (sección del esternón). Los
voluntarios fueron divididos en tres grupos. Unos recibían todas las
noches un masaje de 20 minutos en la espalda, otros, los cuidados
habituales en estos casos y un tercer grupo recibía la visita de un
masajista, aunque sin hacerle masaje (para evaluar el efecto de este
tipo de apoyo emocional). Cada día, durante los cinco días posteriores
a la intervención, se medía sus niveles de ansiedad y dolor y la
cantidad de opiáceos que consumían.
El masaje resultaba analgésico tanto a corto como a largo plazo.
"Quizás la observación más importante sean los efectos inmediatos del
masaje sobre la intensidad del dolor, la incomodidad y la ansiedad",
dicen los autores. Los tres factores se redujeron en mayor medida entre
los pacientes que recibían masajes diarios.
Los efectos fueron especialmente acusados durante el día posterior a
la intervención: los niveles de dolor de los que recibían el masaje
disminuyeron 0,4 puntos más que los otros grupos, en una escala de
dolor de 10. La cifra es considerable si se tiene en cuenta que, en el
posoperatorio, a veces es necesaria una ampolla de morfina por vía
parenteral (inyección en vena) para conseguir bajar un punto en esta
escala. "Esto sugiere que el masaje puede ser un analgésico bastante potente en algunos pacientes", escriben los autores.
"El masaje puede aliviar el sufrimiento [que ocasiona el dolor]
ayudando a aliviar la ansiedad, que tan eficazmente se une con el dolor
para crear molestias", especulan los autores.
El masaje también conseguía efectos a largo plazo: durante los
cuatro días posteriores a la intervención aceleró el ritmo al que se
aliviaba el dolor y la incomodidad, lo que hace pensar a los autores
que sus bondades pueden deberse también a otros mecanismos, como podría
ser la liberación de endorfinas (sustancias analgésicas producidas por
el propio organismo). Por el contrario, no hubo diferencias en el
consumo de opiáceos, ni en la capacidad pulmonar ni en la tasa de
complicaciones de los tres grupos.
"Hemos comprobado la viabilidad de incorporar el masaje a los cuidados posoperatorios rutinarios",
concluyen los investigadores. "Con el entrenamiento adecuado, los
profesionales sanitarios, sobre todo las enfermeras, pueden tener ahora
una herramienta no farmacológica para tratar el dolor y ansiedad de sus
pacientes", agregan.
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