Temblores y rigidez en los movimientos caracterizan a la enfermedad de Parkinson, que afecta a millones de personas en el mundo y conlleva otros trastornos, según explican enfermos y asociaciones. Los que sufren de este mal evocan las noches de insomnio, la dificultad para darse vuelta en la cama y el riesgo de ser confundidos con un alcohólico o un enfermo mental. A las dificultades motrices pueden sumarse crisis de pánico, trastornos de la atención y depresión.
"Al principio, creía que era una enfermedad de viejos", declara Maryvonne Guy, afectada desde los 46 años de edad, sorprendida unos diez años más tarde al verse "tiesa, a menudo tetanizada", con "la impresión de que dejo de ser yo misma", según informó AFP.
"Somos lentos, torpes", algunas cosas siguen siendo fáciles, pero decapsular una botella es un problema. Y uno se puede encontrar bloqueado con una cazuela de agua caliente en la mano, porque entre dos fases de envaramiento hay momentos de respiro en los que todo parece sencillo”, enfatizó Guy. Por la noche, "el cuerpo está pesado, incrustado en el colchón, uno no puede darse la vuelta", y por la mañana es difícil salir de la cama, agregó. En cambio, para Bruno Favier, la época en que sólo podía dormir dos horas por noche pertenece al pasado. "He recobrado una vida absolutamente normal", afirma este sexagenario al que diagnosticaron la enfermedad de Parkinson a los 50 años. Doce años más tarde, Favier se sometió a una intervención reservada a una minoría de parkinsonianos (un 5%, 400 al año en Francia), teniendo en cuenta su reacción al tratamiento, su estado general, su edad y los riesgos posibles. Para garantizar la estimulación cerebral, es necesario implantar unos electrodos en una zona profunda del cerebro (núcleos subtalámicos). Un neuroestimulador, colocado debajo de la piel, genera impulsos eléctricos de alta frecuencia transmitidos vía esos electrodos. Poco después de pasar ocho horas en el quirófano, "había recobrado mis facultades", añade Favier, un caso ejemplar de éxito de la estimulación cerebral. Ciertos enfermos pierden la palabra después de la operación o sus trastornos parecen agravarse, indicó Guy, miembro de la asociación France Parkinson. Un 10% de los operados son un éxito total, 40% experimenta una mejoría significativa y en una minoría los resultados no son los esperados, a lo cual se agrega el riesgo de la apatía, resumió André Hovine, presidente de France Parkinson. De ahí vienen las dudas de los enfermos. Esta operación es la "última" etapa, precisa Favier, que sigue tomando medicamentos, pero en dosis menores, desde su intervención. Los trastornos de la enfermedad de Parkinson están ligados a la destrucción progresiva de ciertas células cerebrales que producen la dopamina, un mensajero químico entre las neuronas que interviene en el control de la motricidad y también en la regulación del humor. Para compensar la falta de dopamina, el tratamiento reposa en la molécula L-Dopa, que se transforma en dopamina en el cerebro. Los fármacos corrigen de manera fluctuante los síntomas motores, pero no detienen la evolución de la enfermedad, pierden eficacia poco a poco y pueden provocar efectos secundarios importantes. El enfermo de Parkinson, impedido físicamente, también experimenta dificultades a nivel social porque tiene miedo de que lo tomen por alguien con problemas siquiátricos o que ha bebido demasiado, añade Hovine, destacando la necesidad de asociaciones para volver a crear vínculos sociales. Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |