A algunos, como a Proust, les basta una magdalena para revivir su
infancia. Pero el resto de los mortales, que suele comprobar a diario
que hasta sus recuerdos más preciados se desvanecen en los laberintos
de la memoria, seguramente se preguntará más de una vez cómo hacer para
que perduren...
Un equipo de investigadores argentinos acaba de encontrar la respuesta:
descubrió que basta con administrar una proteína para convertir un recuerdo pasajero en
uno perdurable. Sería la pieza clave para promover la persistencia y el almacenamiento de
largo plazo de la memoria.
El año último, este grupo había descubierto que un recuerdo sólo persiste en el tiempo
si cierto número de horas después de haberlo adquirido el cerebro sintetiza una
proteína que intervino en su formación, el factor neurotrófico derivado del cerebro (o
brain derived neurotrophic factor , BDNF, según sus siglas en inglés).
"En ese experimento, si se producía la síntesis de BDNF, los recuerdos duraban 12
días, pero si la bloqueábamos, sólo 2 -recuerda Pedro Beckinschtein, primer autor del
trabajo que ya puede consultarse en la edición electrónica de la revista científica
Proceedings of the National Academy of Sciences -. En este trabajo nos hicimos otra
pregunta: ¿es posible convertir un recuerdo pasajero en persistente?"
Para probar su hipótesis, el equipo de investigación -integrado también por Cynthia
Katche, Leandro Slipczuk, Andrea Goldin y Jorge Medina, del Instituto de Biología Celular
y Neurociencias, Martín Cammarota y Janine Rossato, del Departamento de Fisiología
(ambos centros de investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires), e Iván Izquierdo, del Centro de Memoria de la Pontificia Universidad Católica de
Rio Grande do Sul- comparó en roedores los efectos de dos protocolos de entrenamiento.
"En ambos, si las ratitas bajaban de una plataforma se encontraban con una grilla que
les daba un golpe de electricidad -cuenta Beckinschtein-, pero en un caso el shock era
más suave que en el otro. Así, un grupo formaba recuerdos que persistían durante 12
días, y el que recibía el golpe más suave, sólo por dos. Pero entonces, a los animales
del segundo grupo les inyectábamos BDNF en el hipocampo durante la fase de
«estabilización diferida» [a las doce horas de formación] del recuerdo. Cuando medimos
lo que tardaban en descender de la plataforma e hicimos el análisis estadístico, el
efecto fue clarísimo: en el grupo que debió haber formado una memoria pasajera, tras la
inyección de BDNF se había formado una persistente."
Los investigadores también avanzaron en otro sentido: en el trabajo previo habían
demostrado que si se bloquea totalmente la síntesis de proteínas en el hipocampo, el
recuerdo no persiste. En la nueva investigación, comprobaron que si luego se les inyecta
BDNF, perdura.
Para el doctor Jorge Medina, el hallazgo abre perspectivas insospechadas. "Lo
importante de este experimento es que demuestra que en principio sería posible modificar
la duración de los recuerdos -subraya-. Por ejemplo, si uno pudiera intervenir bloqueando
el sistema que genera persistencia cuando a una persona le ocurre algo traumático,
podría hacer que ese recuerdo durara poco. Es decir, si pudiera manipular naturalmente o
con fármacos la síntesis de BDNF, podría controlar su duración."
De hecho, distintos trabajos publicados muestran que el estrés y los antipsicóticos
disminuyen fuertemente los niveles de esta proteína en el cerebro y que, por el
contrario, el ejercicio moderado los aumenta. "La actividad física puede mejorar la
memoria y la cognición", afirma Medina.
"En el cerebro envejecido hay un efecto llamado «olvido rápido» -dice
Beckinschtein-. No es que uno no aprende, sino que se olvida más rápido. A la luz de
estos resultados, se podría especular que una síntesis menos efectiva de BDNF podría
ser una de las causas. Ahora, nuestra idea es probar que este período de 12 horas
también actúa en las personas. El BDNF no sólo mejora la persistencia de los recuerdos,
si uno lo inyecta en el momento en que el animal aprende, mejora el aprendizaje."
El problema es que, aunque este verdadero "elixir" de la memoria ya tiene una
versión sintética, no se puede pensar en transformarlo en pastillas o jarabe porque no
atraviesa la barrera hematoencefálica, que impide su ingreso al cerebro.
Por eso, los científicos están pensando en otras posibilidades. "Si no puedo
manipular el BDNF, ¿por qué no manipular los mecanismos que lo modulan -se pregunta
Medina-? Sabemos que hay varias cosas que lo hacen y estamos tratando de ver qué ocurre
con los ancianos. A lo mejor, la actividad física los ayuda... o evita tomar fármacos
que pueden ser perjudiciales. Tal vez necesiten mejorar el sueño. Pero para intervenir,
primero tenemos que demostrar que éste es realmente el mecanismo involucrado en la
persistencia de la memoria."
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