El consumo sin control de productos enriquecidos puede facilitar la aparición de problemas de salud que amenazan la vida.
Las estanterías de los supermercados están cada vez más llenas de
productos enriquecidos que prometen al consumidor el oro y el moro con
la ley del mínimo esfuerzo. Uno llega a creerse que la toma de un yogur
con ácido fólico y unos cereales reforzados con omega 3 le bastan para
mantener una dieta equilibrada y estar en forma sin necesidad de tener
que caminar todos los días durante media hora. Pero es completamente
falso.
La falta de tiempo y el culto al cuerpo han desarrollado una
auténtica industria de la alimentación sana que corre el peligro de
acabar generando graves problemas de salud entre la población a fuerza
de difundir medias verdades. Los alimentos funcionales pueden ayudar a
seguir una dieta sana, variada y equilibrada. Su consumo sin control
-«que es como lo hace la mayoría de la población» puede favorecer, sin
embargo, la aparición de problemas de la salud tan graves que ponen en
riesgo la vida. La lista es larga: desde enfermedades cardiovasculares
a complicaciones metabólicas, según explicó ayer en Bilbao la experta
en Alimentación y Nutrición, María Teresa García Jiménez, jefa de
servicio del Instituto de Salud Carlos III.
Los problemas de salud que amenazan la vida de los españoles son
consecuencia del cambio social tan grande que ha vivido España en
apenas dos generaciones. García Jiménez, que acudió ayer a la capital
vizcaína para participar en la Semana de Humanidades de la Academia de
Ciencias Médicas de Bilbao, explicó que la sociedad española ha vivido
un fenómeno único en la historia. En muy pocos años, ha pasado de ser
un país pobre, castigado por las enfermedades propias de una
alimentación inadecuada, a convertirse en un líder mundial, con la
salud atenazada por la patología propia del exceso de comida:
arteriosclerosis, infartos de miocardio, derrames cerebrales «e incluso
demencias».
La industria, atenta a toda posibilidad de negocio, ha visto en los
alimentos enriquecidos una fuente de ingresos como no se hubiera
imaginado hace sólo unos años. ¿La población necesita bajar peso con
una dieta «sana y equilibrada», pero no tiene tiempo ni de cocinar ni
de salir a hacer un mínimo de deporte? «Démossela». Ahí están los
productos enriquecidos, más de doscientos alimentos que llenan las
estanterías de los supermercados y generan sólo en España un volumen de
negocio de 3.500 millones de euros. «La gente los compra para acallar
sus conciencia, sin ser consciente de que no sólo pueden ser
perjudiciales para la salud sino que, además, son más caros».
Existen evidencias científicas de que los alimentos funcionales
pueden compensar los desequilibrios alimentarios y garantizar las
ingestas de nutrientes recomendadas por los especialistas en nutrición.
El problema que plantean, según explicó la especialista del Ministerio
de Sanidad, es que viven en medio de una desregulación total. Nadie
sabe cuantas cajas de leche enriquecida con ácido oleico debe ingerir a
la semana ni qué cantidad tostadas untadas con margarina con
fitosteroles se puede meter en el desayuno. «Lo que sí se sabe son los
problemas de salud del exceso de todos esos aportes, que en pueden
incluso provocar envejecimiento prematuro. ¿Sabía usted que el exceso
de antioxidantes puede generar el efecto contrario al que se busca?».
Consuma producto fresco
El desorden en la industria es tal que hace ya cinco años la
Unión Europea creó una comisión para el análisis de los alimentos
funcionales (Fufose), que se propuso elaborar una normativa común. El
texto llegó a finales de 2006, tuvo que reformarse en enero de 2007 y
acabó, según García Jiménez, tan descafeinado que se ha limitado a ser
un mero protector de los derechos del consumidor. Los productores
tienen que tener mucho cuidado en no engañar a sus clientes prometiendo
en las etiquetas beneficios que el producto no tiene. «Luego la
publicidad hace el resto. Es una pena que se haya desaprovechado la
ocasión, pero se trata de una industria muy rentable», se lamentó.
Los productos, además, están sometidos hoy a un proceso de
elaboración y distribución «demasiado largo». Antes de llegar a la boca
pasan por demasiadas manos, lo cual también favorece la aparición de
enfermedades. Su consejo, como especialista, es consumir producto
fresco y cocinar un poco más. Es más sano y más barato. «La olla a
presión y el microhondas permiten comer bien y tener que dedicar muy
poco tiempo a la cocina».
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