Casi dos personas por día deciden quitarse la vida en Uruguay. La
cifra, alarmante por cierto, y muy comparable con la de muertes por
accidentes de tránsito, no condice con los escasos programas públicos
sanitarios con que se cuenta para combatir lo que podría denominarse
una epidemia oculta. Sin orgullo, el país ocupa una de las tasas más
elevadas de Latinoamérica, e incluso algunas localidades puntuales del
Interior podrían tristemente subirse al podio más alto de la región.
En 2006 se cometieron 538 suicidios, sin tomar en cuenta la cifra negra
que los expertos declaran que aumenta los casos hasta en un 10%. En
2002 -plena crisis- el número trepó a 692. Otro dato, también
alarmante, brindado por quienes estudian el tema, es que por cada caso
de auto eliminación existen diez intentos. Tampoco se ha creado un
verdadero plan de prevención a nivel nacional para este último
fenómeno. Todavía no se conocen cifras oficiales de 2007, aunque ya se
sabe que son similares, si no un poco mayores a las de 2006.
Sin ir demasiado lejos, exactamente a 200 kilómetros de Montevideo,
en el pueblo duraznense de Sarandí del Yí, hablar de suicidio no
sorprende a sus habitantes. La localidad tiene hoy la tasa más alta de
casos de auto eliminación del país, aunque los especialistas aclaran
que eso puede ser coyuntural y variar sustancialmente en períodos
cortos, incluso de seis meses.
Pero ese rincón casi perdido del Uruguay es sacudido cada tanto por
casos espeluznantes, que tocan de una u otra manera a todos los vecinos
dada su escasa población (7.200 incluidas zonas suburbana y rural).
Proporcionalmente, en Sarandí del Yí se observa igual o mayor cantidad
de suicidios que en Rocha, departamento que registra hoy el más alto
índice del país, incluso casi el doble que en el resto de los colegas
que le siguen como Florida, San José, Artigas o Colonia.
Una recorrida por el pueblo duraznense, y las voces de las fuerzas
vivas del lugar, revelan de alguna manera ciertas aristas importantes
de una problemática muy compleja que se observa sustancialmente más en
el Interior que en Montevideo. Mientras que en 2006 se cometieron 179
suicidios en la capital, en el resto del país la cifra ascendió a 359.
KILÓMETRO 200. Los dos puentes de sofisticada ingeniería pero
bastante herrumbrados, uno sobre el arroyo Agua Sucia y otro sobre el
Río Yí, anuncian la llegada a Sarandí del Yí. La avenida de entrada con
cantero al medio está desierta salvo por dos jóvenes que inmediatamente
se acercan para ofrecer artesanía. Están de paso, van hacia Durazno,
donde se realizan las Llamadas carnavaleras. "Unos pesos para el
viaje", piden amablemente. Quedan contentos, se van con el diario para
leer durante los 100 kilómetros que separan el pueblo de la capital
departamental.
Eso de que "hace cuarenta grados a la sombra" deja de ser broma en
Sarandí del Yí. No se ve demasiada gente en las calles en las horas
pico, y menos aún al mediodía, cuando se vacían absolutamente, ya sea
porque no hay nada para hacer, o por el calor reinante (dicen los
pobladores que el invierno también es cruel debido a la geografía).
No se ve un alma hasta que cae la tardecita, y los vecinos comienzan
a sacar sus sillas a las puertas para tomar el fresco, algunos van con
el mate hasta la plaza Dr. Alberto J. Enamorado, o a caminar a tranco
lento. El tránsito más pesado es en la mañana, sólo temprano,
básicamente de motos y bicicletas.
Más vacía aún se encuentra la calle Oribe, donde se ubica un bar sin
nombre (los vecinos dicen que en la noche había "timba") en el que hace
unas semanas se produjo un asalto con un muerto. Fue un caso
excepcional, no se observan esos hechos de extrema violencia, según
asegura el subcomisario Eduardo Techera.
En ese mismo bar, hoy clausurado, un joven se suicidó tiempo atrás.
Y en esa misma calle, otro hombre de posición socio-económica estable
también decidió quitarse la vida, para gran dolor y sorpresa del
pueblo, porque era un "ser muy querido del que nadie se esperaba algo
así." Curiosamente, también en esa vía, se ubica la casa velatoria
Meneses.
Como Oribe, prácticamente todas las calles llevan nombre de
presidentes, salvo algunas como en la que se ubica el Estadio Juan
Ramón Carrasco, en homenaje al ex jugador y director técnico que es
oriundo de la localidad. Está ubicado en Camino Eternidad donde, en el
cruce con la calle Paz, se encuentra el cementerio del pueblo.
La gente es amable, y habla sin tapujos de los casos de suicidio. Se
percibe preocupación pero no alarma, "como que nos hemos acostumbrado",
dicen unos y otros.
Otra creencia vox populi es que cuando sucede uno, todo el pueblo se
pregunta "¿quién será el siguiente?", o "esperate dos o tres al hilo."
"Puedo asegurar que no es más que un mito. Si bien la tasa de casos
de auto eliminación es alta no se dan en seguidilla. Lo que sí es
cierto, y lo observo también, es que no causa alarma a no ser que se
trate de una persona muy querida, o muy joven. La gente se ha
acostumbrado", asegura la Jueza de Paz, la doctora Isabel Rodríguez.
Pero no sólo debería preocupar, sino también alarmar, reafirma la
letrada. "Porque además tenemos numerosísimos casos de intentos de auto
eliminación y no contamos con las herramientas necesarias para la
prevención. He llegado a plantear en la Junta Local la necesidad de
contar con psicólogos para que realicen el seguimiento de esas
personas. En el hospital sólo hay un psiquiatra que viene una vez por
mes."
CAUSAS. Llegar hasta el motivo que lleva a una persona a quitarse la vida es casi imposible, incluso para los expertos.
Especialista en el tema, la psicóloga Rita Amaral, de la Asociación
Rumbos, señala que no existe causa-efecto. "Son múltiples las razones
que llevan a una persona a suicidarse. En la práctica se observa que el
individuo tiene como una visión túnel y siente que su única salida es
esa. Percibe que no tiene futuro ni esperanza en nada. Nosotros, los
profesionales, justamente, debemos abrir ventanas en ese túnel para que
la persona pueda ver luz y otras salidas. El suicidio es previsible y
evitable, porque en sí no es una solución de vida".
Porque además -como se observa en Sarandí del Yí- es un fenómeno
absolutamente democrático, y llega a personas de todos los niveles
socio-económicos o educativos, a gente sana como enferma.
Quienes lo viven de cerca, como en la localidad duraznense, tienen
su propias teorías, que por supuesto aclaran no son para nada
oficiales. "Tenemos entendido, los que vivimos aquí, que Sarandí del Yí
es la ciudad que tiene más alto grado de suicidios anuales de
Latinoamérica. Y sí, aquí en la comisaría, se observan reiterados casos
que generalmente parten de personas que no están económicamente
cómodas", indica la agente de primera, Janet Schol, quien hace 14 años
que cumple tarea en esa jurisdicción.
Sin embargo, cuando recuerda los últimos casos habla de un jubilado
policial que no estaba mal de dinero, y lo encontraron con un tiro
colgado en su casa. O de otro, que luego que fuera abandonado por la
mujer, se colgara del puente a la entrada de Sarandí. O el último, un
señor que se tomó varios blísters de medicamentos, colocó una gran suma
de dinero sobre la mesa, se cortó las venas, y hasta puso baldes para
no ensuciar el piso. "En ninguno de estos casos se observaban
enfermedades mentales. En algunos, detrás de los problemas amorosos
también había económicos, y todo eso luego deriva en lo psicológico",
agrega Janet Schol.
Lo que concuerdan tanto el subcomisario Techera como la agente de
primera es que todos los suicidios se producen por muerte violenta,
generalmente disparo o ahorcamiento. "Tienen decidido morir".
Otras voces de Sarandí del Yí también reconocen que conviven con esa
sombra latente. "Tenemos conocimiento de esa triste estadística,"
señala Silvia Ramírez Cardozo, directora del Liceo Francisco Ríos. "En
jóvenes, cuando se ven sin salida, realizan ese acto por emulación.
También se dan casos de depresión aguda. Ante problemas, no saben cómo
actuar, se bajonean, se desmotivan, no piden ayuda, se auto excluyen, y
lamentablemente buscan la evasión en el suicidio. Como actores en la
educación, el tema se trata en el liceo, en las asignaturas que tienen
relación, o cuando se presenta una problemática emergente, con el caso
de algún allegado a la institución."
Justamente, hace poco tiempo, la directora detectó un joven que en
dos oportunidades dijo que se iba a matar. Se contactó con los hermanos
salesianos y con la familia, y el chico logró un seguimiento. "Pero
otros no lo dicen y se excluyen".
Varios actores de la sociedad hacen alusión a la falta de
oportunidades, y de ocupación del tiempo libre. "También hemos visto
que hay muy poca contención familiar, debido a que se observa una gran
desintegración en la misma", indica la directora de UTU, Sonia
Orgambide. De igual opinión es el director del departamento de
Promoción Social y Deportes de la Junta Local, Mario César Pereyra:
"Las fuerzas vivas hemos planteado la inquietud varias veces, pero sin
resultados a nivel gubernamental. Por suerte, sólo una vez se trató de
un niño, el resto fueron adultos. Pero creo firmemente que se trata de
un problema de falta de valores, familias desintegradas, el consumo de
alcohol en exceso. Faltan espacios para los jóvenes, están sin trabajo
o motivación. Perdí a un amigo y me siento un poco culpable porque no
me dio el intelecto para darme cuenta que estaba mal."
Es una realidad que a todos preocupa, que en escala hormiga hacen
algo, pero no es suficiente. "No hay un sistema que apoye, ni
disciplinario y mucho menos interdisciplinario. Me llegan casos de
intentos de suicidio, y más allá de lo que yo les hable, los tengo que
mandar para la casa, dejarlos ir, como si no hubiera pasado nada",
indica la jueza Isabel Rodríguez.
Fuerzas aisladas frente a un problema social
"En jóvenes los detonantes de intento de suicidio son amorosos, y en
adultos, la soledad. Pero las causas son múltiples, también están las
económicas, entre otras. En el Juzgado no tenemos herramienta alguna
donde derivar a la persona". Jueza Isabel Rodríguez.
"Casi siempre hay problemas financieros, amorosos o familiares. La
gente se aísla y pasa. Uno lo lamenta porque en esta ciudad nos
conocemos todos, capaz que en otros lugares no sucede". Mario Pereyra,
director de Promoción Social y Deportes de la Junta.
"En 2007, en el primer año de bachillerato (15 años) se notó una
problemática muy seria de desmotivación y rechazo a las normas y entre
ellas a la vida. Buscamos una psicóloga y realizamos con éxito varios
talleres." Silvia Ramírez, directora del Liceo.
"Se debe concientizar a la gente, hacer campañas muy intensas y
buscar que los jóvenes tengan el tiempo ocupado, encuentren un sentido
a su vida, y sepan que hay formas de solucionar sus problemas sin
llegar a extremos". Sonia Orgambide, directora de UTU.
"En Sarandí del Yí se observan problemas de violencia doméstica,
sobre todo en familias que se desintegran y luego vienen las
situaciones en torno a la patria potestad de los menores. Hay denuncias
de insultos y amenazas". Subcomisario Eduardo Techera.
"El suicidio no debería ser un tema tabú"
La triste situación de Sarandí del Yí no escapa a lo que sucede en
todo el país. "En América Latina somos el país con mayor número de
suicidios. Es un problema de salud nacional, al que no se dedica tiempo
ni existe prevención. Recién el año pasado, en la comisión de Salud
Mental del Ministerio de Salud Pública, se realizó un plan para la
primera atención, ofreciendo a los médicos una serie de reglas sobre
cómo actuar al enfrentar un caso de intento de suicidio. El gran
problema es que los profesionales no están preparados para atender a
esas personas. Pero es nada más que a nivel público", explica Rita
Amaral, psicóloga de la Asociación Rumbos.
La experta señala que es necesario sacar todo tabú en torno al
suicidio para justamente comenzar a reconocer las señales -"que hay
muchas"- y salvar a la gente.
Según Amaral existen dos formas de prevenirla y la primera de ellas
es hablar sobre el suicidio. "Si uno tiene un problema, la única manera
de solucionarlo es encarándolo desde el sistema de salud. Si cerramos
los ojos, todo seguirá igual. Existe mucho tabú y miedo, y por el
contrario hay que desenmascararlo".
Los especialistas mundiales en la prevención de la conducta suicida
recomiendan educar a la comunidad para reconocer cuando alguien está en
riesgo de suicidarse y cómo ayudar a esa persona poniéndola con
personal adiestrado, y también que se realicen campañas a través de los
medios de comunicación en procura de una mejor calidad de vida hacia
los grupos vulnerables, desmitificando el suicidio y el estigma de la
enfermedad mental, asegura Amaral, al tiempo que indica que es
necesario incrementar la investigación en riesgo de auto eliminación y
programas de prevención.
"No hay nada genético en esto. Es una conducta aprendida: `Si
Juancito lo solucionó así, yo también puedo`. Pero es tan erróneo ese
pensamiento: en vida podemos solucionar todo, con la muerte, en cambio,
absolutamente nada", explica la experta.
En Uruguay no se deben denunciar los intentos de auto eliminación, y
es imposible entonces realizar un seguimiento de los potenciales
suicidas, concluye Amaral.
Las cifras
400 Hombres se suicidaron en 2006, mientras que las mujeres fueron 138. "Ellos usan mecanismos más violentos, y ellas fármacos".
538 Total de personas que se quitaron la vida en 2006. De ellas,
297, la mayoría, fue por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación.
Dónde llamar
Por ayuda se puede recurrir a la Asociación Rumbos (Tel. 094
020011), o a la organización Último Recurso: 08008483 (de 16 a 23
horas), y al 094 440877 (las 24 horas). Ambas entidades ayudan a
personas con ideas suicidas, a familiares o entorno, y los derivan a
profesionales adiestrados. Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |