Todos nos debatimos ocasionalmente con el deseo de postergar ya sea un trabajo poco placentero, estudiar para un examen o poner en orden la casa. “A todo el mundo a veces le sucede llegar al final del día y no saber qué se ha hecho con él”, dice el psicólogo Robert Topman, de la Universidad de Leiden, Holanda.

Para entre el 15 y el 20% de nosotros, el problema es serio. Demorar habitualmente las tareas que uno sabe que debe realizar en forma inmediata no sólo impide que uno alcance sus metas o su mayor potencial, sino que también puede ser oneroso y malo para la salud.

Han habido numerosos intentos de identificar lo que lleva a las personas a dejar todo para último momento. El perfeccionismo, el temor al fracaso o tener una personalidad hostil o rebelde han sido señalados como posibles culpables. Pero ningún investigador abordó el problema en forma integral, buscando no sólo indagar qué diferencia a estas personas, sino también qué tipo de tareas y situaciones son más probables de ser pospuestas.

Utilizando toda la información disponible en estudios previos, el psicólogo Piers Steel de la Universidad de Calgary en Alberta, Canadá, pudo identificar los cuatro factores clave que se encuentran detrás de este problema, y los utilizó para desarrollar una fórmula que permite predecir qué tan probable es su ocurrencia.

Steel asegura que su análisis no sólo ayuda a las personas desdichadas por dejar todo para último momento a que minimicen esa tendencia, sino que también aporta una nueva mirada sobre la motivación en general.

Peligroso (para todos)

¿Dejar todo para el último minuto tiene su recompensa o quienes lo hacen inevitablemente pagan un precio por la postergación? Una reciente encuesta realizada en América del Norte halló que las personas que dejan para último momento la preparación de su rendición de impuestos cometen errores que les cuestan 400 dólares en promedio. Así que aquí no hay recompensa.

También están los estudiantes, los periodistas y otros que pasan sus tardes en los bares o mirando televisión, y dejan para última hora sus tareas pendientes, confiados en que harán mejor el trabajo bajo presión. ¿Se están engañando a sí mismos? Bruce Tuckman, un psicólogo de la enseñanza de la Universidad Estatal de Ohio decidió comprobarlo en una de sus clases.

Tras evaluar mediante un cuestionario su tendencia a dejar todo para último momento, Tuckman les asignó tareas que debían ser enviadas por correo electrónico en un horario determinado. Aquellos estudiantes con baja tendencia a posponer tuvieron en promedio un mejor rendimiento académico que quienes tendían a dejar todo para último momento.

Tuckman cree que los estudiantes se engañan pensando que trabajar bajo la presión que genera hacerlo justo antes del horario de entrega mejora su performance.

"No se dan cuenta realmente de que lo harían mejor si no lo dejaran para último momento."

Pero, sin embargo, los problemas que genera el diferir no terminan allí. Fuschia Sirois, una psicóloga de la Universidad de Windsor en Ontario, Canadá, demostró cómo puede incluso hacer peligrar la salud.

Mediante una encuesta online , Sirois descubrió que quienes continuamente aplazan las cosas tienen menos probabilidades de realizarse controles médicos periódicos y de tener conductas básicas para la salud, como hacer ejercicio en forma regular.

La encuesta también mostró que estas personas padecen más de estrés y de enfermedades, como la gripe, o de problemas gastrointestinales. "Dejar todo para último momento es malo para la salud", advirtió Sirois.

Esta investigadora también indagó si los encuestados realizan tareas para prevenir accidentes hogareños, como limpiar las escaleras de elementos que pudieran ocasionar caídas o testear regularmente las alarmas de incendio. Cuanto más se tendía a posponer las cosas, halló Sirois, menos probabilidad había de realizar acciones tendientes a prevenir accidentes.

"Dejar todo para último momento no sólo es un estilo de manejar los problemas de manera poco práctica y potencialmente peligrosa para la persona, sino que lo es también para quienes la rodean."

Cuatro factores clave

Desde fines de los noventa, Steel ha pasado incontables horas revisando 553 estudios sobre la tendencia a procrastinar (esto es, postergar o demorar). ¿Qué es lo que pudo encontrar? Primero, que algunas personas tienen mayor riesgo de padecerla que otras. Los hombres posponen las cosas un poco más que las mujeres, y los jóvenes tienden a hacerlo más que las personas de edad.

Para su sorpresa, Steel no encontró evidencia de que ser rebelde, neurótico o perfeccionista lleve a las personas a dilatar las cosas. "En realidad, los perfeccionistas posponen menos que otras personas -comenta-, pero se preocupan más por ello."

Sí encontró cuatro factores que parecen ser los más fuertemente vinculados con procrastinar: qué tanta confianza se tiene una persona de realizar una tarea en forma exitosa; qué tan fácilmente se distrae el individuo; qué tan aburrida es la tarea por realizar, y qué tan inmediata es la recompensa que se obtendrá por realizarla.

Estos hallazgos, afirma Steel, revelan que posponer no puede ser atribuido sólo a un factor. Surge tanto de características de la personalidad como de situaciones particulares en las que nos hallamos inmersos. Es más, Steel sugiere que incluso puede predecirse. "Procrastinar puede ser entendido, o al menos resumido, como una ecuación matemática."

No dejar para mañana...

Pero ¿qué puede hacerse para limitar el peligroso aplazamiento? Algunas personas pueden probar con un abordaje que apunte a disciplinarlos para que puedan cumplir con sus tareas, pero en otros la falta de confianza en sí mismos y una tendencia a dispersarse pueden hacer que procrastinar sea la norma.

Si la tarea por realizar no es considerada placentera, es más probable que sea pospuesta. De todos modos, afirma Steel, existen formas de incrementar la motivación, ya sea haciendo que la tarea resulte más placentera o que tenga una recompensa más inmediata, o minimizando las fuentes de distracción circundantes.

Por Heather Pringle
De New Scientist

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