Los expertos se preguntan si la selección natural sigue actuando sobre la especie humana, o si "la supervivencia del más fuerte" ya no vale en el siglo XXI. Un grupo de investigadores del Instituto Pasteur, en París, liderados
por el español Lluís Quintana Murci, han buscado por primera vez
respuestas a la evolución comparando genomas enteros de distintas
poblaciones humanas. Su conclusión es que la selección natural sigue
muy vigente y, de hecho, ha determinado muchos de los rasgos externos,
como el color de pelo y piel, e internos, como la susceptibilidad a
diversas enfermedades, que nos definen. El trabajo será útil no sólo
para saciar la curiosidad, sino también para ayudar a identificar genes
implicados en distintas enfermedades.
Cambios sutilesDesde que los humanos europeos y africanos se separaron, hace unos
60.000 años, los cambios sufridos por el 'Homo sapiens' han sido
sutiles, pero los ha habido y probablemente los sigue habiendo. Son
cambios legibles en el ADN. Dos personas cualesquiera comparten el
99,9% de su genoma, pero los genetistas de poblaciones aseguran que en
el 0,1% restante están grabados los rasgos de cada población, reflejo a
su vez de las migraciones y la exposición a un ambiente distinto.
Por ejemplo, tras la última glaciación, hace 14.000 años, hubo un
calentamiento global que elevó las temperaturas hasta casi los valores
actuales. Más tarde, hace entre 12.000 y 10.000 años, se produjo la
transición de las sociedades cazadoras-recolectoras a las agrícolas, lo
que trajo un gran aumento en la densidad de población, más contacto con
animales de granja y, en consecuencia, más infecciones y epidemias.
Cada uno de estos cambios debió de ejercer presiones selectivas
poderosas sobre los individuos, favoreciendo los rasgos genéticos que
daban ventajas en el nuevo entorno y a la inversa, seleccionando
negativamente los que suponían una desventaja.
Que un
importante gen del cerebro haya seguido evolucionando en los humanos
modernos es un indicio en favor de la plasticidad evolutiva
Algunos de esos signos recientes de la evolución humana se han
desvelado en los últimos años. Ya en 2002, Eric Lander, del Harvard
Medical School (Boston, EE.UU.) detectó que dos genes implicados en
malaria «mostraban evidencias significativas de selección». Entonces
Lander afirmaba que «la habilidad de detectar selección natural
reciente en poblaciones humanas tendría implicaciones profundas para el
estudio de la historia de la humanidad y para la medicina».
Europeos que toman más leche
Hay más ejemplos. Como el de genes asociados con la capacidad de
digerir la lactosa, el azúcar de la leche. En la mayoría de las
poblaciones humanas esta capacidad desaparece cuando el niño crece,
pero esto no ocurre así en muchos europeos. Un grupo de investigadores
vio en esta característica un posible indicio de selección positiva, y
halló, sobre todo en norte-europeos y poblaciones derivadas, dos genes
estrechamente asociados con la actividad en la edad adulta de la enzima
que digiere lactosa.
Los investigadores demuestran que estos caracteres emergieron por
un «fuerte proceso de selección ocurrido hace entre 10.000 y 5.000
años», un hecho consistente con la idea de que el que los adultos tomen
leche es una ventaja si se tiene acceso a lácteos de animales de
granja. «Las señales de selección que observamos están entre las más
intensas detectadas hasta ahora en cualquier gen del genoma», escriben
los autores en 'The American Journal of Human Genetics'.
Otro caso de evolución reciente se refiere al tamaño del cerebro
humano. En 2005 dos grupos de investigadores descubrieron que dos genes
asociados con el tamaño se habían extendido por la población en tiempos
recientes y debido a una fuerte presión selectiva. Los genes son una
variante de 'Microcephalin' (MCPH1) que apareció hace unos 37.000 años,
y otra de ASPM, que está en nuestro genoma desde hace 5.800 años. No
obstante, no se sabe qué ventajas ofrecen esos genes. Pero parece claro
que nuestro cerebro sigue cambiando: «el hallazgo de que un importante
gen del cerebro ha seguido evolucionando en los humanos anatómicamente
modernos es un indicio en favor de la plasticidad evolutiva aún en
marcha en el cerebro humano», señala uno de los grupos en 'Science'.
Susceptibilidad diversa
Se sabe, también, que la tuberculosis ha ejercido su presión
selectiva particular. Cada año dos millones de personas son infectadas
por el bacilo de la tuberculosis, pero sólo un 10% desarrolla la
enfermedad. Caer enfermo o no depende, entre otras cosas, de la
susceptibilidad genética propia. Uno de los genes relacionados con esta
susceptibilidad a la tuberculosis, y a otras infecciones, es DC-SIGN.
El equipo dirigido por Lluís Quintana Murci, del Instituto Pasteur
(París), descubrió hace dos años que en los individuos más resistentes
a la tuberculosis se daba mucho una determinada variante de ese gen.
Quintana postula que esta variante confiere protección contra la
enfermedad. Los investigadores observaron, además, que es más habitual
entre las poblaciones euroasiáticas que entre las africanas,
posiblemente porque estos pueblos fueron expuestos antes al bacilo de
la tuberculosis y adquirieron protección más rápido. Pero en todos
estos ejemplos los investigadores habían seleccionado los genes
previamente, sabían dónde tenían que buscar. La idea de que la
selección natural está vigente aún no había podido ser demostrada
analizando todo el genoma humano.
El gen ENPP1,
que tiene una mutación que protege contra la obesidad y la diabetes, la
tienen el 90% de los no africanos y casi ningún africano
Eso es lo que ha hecho esta vez el equipo de Quintana, que ha
publicado los resultados de su último trabajo en 'Nature Genetics'.
Luís B. Barreiro, otro de los autores, asegura en la publicación
portuguesa 'Ciência Hoje' que «es la primera vez que se puede
demostrar, a escala del genoma entero, que la selección natural
participa en la diferenciación de las poblaciones». Las diferencias de
color de piel, de pelo, de estatura, la diferente susceptibilidad a
ciertas dolencias que se observa en diferentes poblaciones hoy, ¿son el
resultado de un proceso de adaptación a diferentes ambientes? Y si lo
son, ¿cuáles son los genes implicados en estos procesos adaptativos?
582 genes cambiantes
Para buscar las respuestas el grupo ha recurrido a la base de datos
del proyecto internacional HAPMAP, que busca las diferencias genéticas
individuales en todo el genoma humano. HAPMAP ha recopilado datos de
cientos de muestras obtenidas en Nigeria (de la etnia de los yorubas),
Japón, China (de la etnia han), y EE.UU. (con antepasados del Este y
Norte de Europa). El objetivo fundamental del proyecto es justamente
identificar variedades genéticas asociadas a susceptibilidad a padecer
enfermedades, y también a diferentes respuestas a fármacos.
Los investigadores del Pasteur analizaron más de 2,8 millones de
marcadores genéticos en los genomas de 210 individuos de las diferentes
poblaciones de HAPMAP. El esfuerzo ha valido la pena: han encontrado
582 genes sometidos a 'fuertes presiones selectivas' entre los últimos
60.000 y 10.000 años. Algunos de estos genes están muy relacionados con
diferencias físicas externas, como el color de pelo y piel o el grosor
del cabello; otros tienen que ver con la respuesta a agentes patógenos;
y otros, con enfermedades cuya incidencia se sabe que varía entre
poblaciones, como la diabetes, la obesidad o la hipertensión.
En lo que respecta a respuesta a patógenos un ejemplo es el gen
CR1, del que depende en parte la gravedad de los ataques de malaria.
Los investigadores hallaron que una determinada variante de CR1 está
presente en un 85% de las muestras africanas, pero ausente en las
poblaciones europeas o asiáticas. Las variaciones en genes de diabetes
u obesidad implican que el adaptarse a que no siempre haya comida
disponible ha sido también un agente selectivo importante. Quintana
observa que los genes que regulan la insulina han sido seleccionados
positivamente. Así, el gen ENPP1 tiene una mutación que protege contra
la obesidad y la diabetes de tipo II, y esta variante la tienen el 90%
de los no africanos y casi ningún africano.
Desde el punto de vista médico, como afirman los autores, «estos
resultados abren múltiples vías de investigación, puesto que pueden
facilitar la investigación en enfermedades cuya prevalencia depende del
origen étnico identificando genes candidatos importantes». El paso
siguiente será determinar cómo la variación genética en las regiones
del genoma bajo presión selectiva modula la susceptibilidad o la
patogenicidad de enfermedades.
VIAJEROS EN EL MISMO TREN
Un detalle curioso es que la mayoría de los genes identificados de
función conocida están implicados en varios rasgos a la vez. «Por
ejemplo EDAR regula densidad de folículos capilares y el desarrollo de
glándulas sudoríparas y dientes en humanos y ratones». En humanos, las
presiones selectivas sobre EDAR para favorecer cambios en la regulación
de la temperatura corporal y densidad de pelo para adaptarse a climas
fríos puede haber influenciado la forma de los dientes, aunque este
último rasgo probablemente no afecta a la supervivencia de la población
según escriben los autores en 'Nature Genetics'.
«Este ejemplo anecdótico muestra cómo el fenómeno de 'viajeros
fenotípicos en el mismo tren' [o, en este caso, 'gen'] hace que los
genes bajo presión selectiva positiva hayan aumentado de forma
sustancial el número de rasgos fisiológicos y morfológicos que
diferencian las poblaciones humanas modernas», señalan los autores. A
pesar de todas estas diferencias, Quintana resalta que «sólo
representan una ínfima parte de nuestro genoma, por lo que se debe
abolir el concepto de raza desde el punto de vista genético».
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