La insulina actúa sobre una proteína reguladora de genes que a su vez está implicada en la defensa celular ante el estrés oxidativo y las toxinas. De ello se infiere una relación entre la hormona y la longevidad.
Un equipo de científicos del Centro Joslin
de Diabetes, en Boston, ha demostrado que la longevidad podría depender
de la insulina, al menos en el nivel celular. Según un estudio que se
publica en el último número de Cell,
la hormona inhibe una proteína reguladora de genes, la SKN-1, cuya
actividad resulta esencial en el aumento de la esperanza de vida.
La
proteína SKN-1 controla al grupo de genes que defienden a las células
del estrés oxidativo, así como de varias toxinas exógenas. El hallazgo
de estos científicos, encabezados por Keith Blackwell, se ha basado en
una serie de experimentos realizados con el nematodo C. elegans.
"Lo
que hemos hallado tiene implicaciones para la ciencia básica en la
medida en que bajo determinadas circunstancias la insulina podría
reducir la posibilidad de defensa de las células ante el estrés
oxidativo", explica Blackwell. Pero además, las consecuencias de este
descubrimiento se extienden al tratamiento de la diabetes, y en
especial de las complicaciones vasculares y renales, y, lo que resulta
más llamativo, al proceso de envejecimiento.
"Al manipular la
expresión de SKN-1 observamos que los gusanos vivían más". El trabajo
reconoce que la proteína es el regulador genético más importante, junto
con FOXO, que inhibe la insulina.
Además, el efecto de la
hormona sobre la proteína reguladora se produce de forma independiente
a la de FOXO. Este último regulador, también conocido como DAF-16,
controla un grupo de genes entre los que se encuentran varios
implicados en la resistencia al estrés.
Otros estudios sobre
C. elegans, realizados en la década de 1990, habían demostrado también
que la insulina actuaba sobre el regulador FOXO, clave en el
metabolismo de la diabetes, la supresión tumoral y el mantenimiento de
las células madre; según se averiguó, al reducir los niveles de
insulina se potencia la señalización de la proteína FOXO, lo que
posibilita aumentar la resistencia al estrés y, por tanto, incidir en
la longevidad.
Estudiado en humanos
El
estudio de la insulina o del factor de crecimiento similar a insulina
(IGF-1) en relación a la longevidad no es nuevo, o al menos así lo
atestigua el número creciente de trabajos en esta dirección. Uno de los
más recientes se publicaba en Proceedings of the National Academy of Sciences e indicaba que la alteración en las señales moleculares del gen IGF-1 podría favorecer la longevidad.
El
hallazgo corría a cargo de un equipo de investigadores de la Facultad
de Medicina Albert Einstein, en Nueva York, que ha identificado
mutaciones en los genes que codifican la señalización del IGF-1. Para
este trabajo se examinaron las variaciones genéticas de un grupo de
judíos askenazíes centenarios y de su descendencia.
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