Hay que atender las preocupaciones de la Jife sobre el uso indiscriminado de drogas para adelgazar. La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Jife),
encargada de vigilar la aplicación de los tratados de la ONU en materia
de control de drogas, acaba de hacer pública su preocupación por el
incremento del uso indiscriminado de drogas para adelgazar.
Se trata de los llamados anorexígenos, unas sustancias que suprimen
el apetito o la sensación de hambre y que suelen ser indicadas por
médicos como parte del tratamiento de la obesidad, la narcolepsia y los
trastornos de concentración. El uso sin control de estos medicamentos,
que actúan sobre el sistema nervioso central, causa graves efectos; una
sobredosis puede derivar en estados de pánico, comportamiento agresivo
y violento, alucinaciones, depresión respiratoria, convulsiones, coma y
hasta la muerte.
En un estudio, la Jife encontró que los niveles más altos de uso de
estas sustancias se registran en América; es más, tres de los cinco
países de mayor consumo pertenecen a la región: Brasil, Argentina y
Estados Unidos. Los expertos atribuyen el fenómeno a la excesiva
obsesión por la figura que se vive en muchos países, entre ellos
Colombia. En el camino por alcanzar un grado de delgadez que se asocia
al ideal de belleza, las mujeres (y muchos hombres) acuden al uso de
productos y pastillas de manera espontánea, por lo general recomendados
por cualquier persona.
La mayoría de los anorexígenos tienen principios activos
clasificados en la Lista IV del Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas
de 1971, de la Jife. De acuerdo con el Invima, en Colombia varios de
ellos no tienen registro o lo tienen vencido. No obstante, en el país
se echa mano de otros anorexígenos, como la sibutramina, que debe
expenderse con fórmula médica, pues tiene contraindicaciones, aunque no
es secreto entre las jovencitas que puede conseguirse fácilmente.
Lo mismo ocurre con otras sustancias, como lecitinas, cápsulas de
toronja y alcachofa, algas marinas, laxantes, hormonas tiroideas y
antidepresivos, con los cuales las jóvenes arman mezclas para pelear,
de manera irracional, contra el peso corporal. Famosa es, también, la
llamada pastilla azul, que incluso circula de mano en mano en los
colegios. Es muy utilizada, pese a que nadie sabe con exactitud qué
contiene.
La proliferación de páginas en Internet sobre métodos para perder
kilos con rapidez es otro peligroso factor que debe tenerse en cuenta.
Un reciente estudio de la Academia Americana de Pediatría encontró que
la tercera parte de la población de entre 10 y 22 años aprendió
técnicas de este tipo a través de la red. Muchos de estos sitios
terminan por alentar desórdenes alimentarios como la bulimia y la
anorexia. Una encuesta complementaria demostró que menos del 15 por
ciento de los padres de familia hablan con sus hijas sobre el tema.
La falta de orientación y de programas concretos de prevención
dirigidos a los jóvenes es un caldo de cultivo para estos problemas en
Colombia. Es obligación de las familias, del sistema de salud, de los
organismos de control, del Invima y de los colegios prestarles la
debida atención, antes de que se vuelvan inmanejables. Bien vale
atender la preocupación de la Jife.
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