La DBI aumenta el riesgo de IC por trastornos metabólicos y la IC puede generar DBT por hiperactividad simpática.
La prevalencia de la insuficiencia cardíaca (IC) y de la diabetes (DBT) continúa
su crecimiento. En adultos, la prevalencia de la IC es de 1% a 2% y aumenta con
la edad (10% en > 75 años), y la prevalencia de la DBT varía entre 4% y 6%
aunque, debido al subregistro, podría ser en realidad del 10%. Ambas
enfermedades están estrechamente relacionadas y se observa una mayor prevalencia
de DBT en los pacientes con IC. Por cada incremento del 1% de la hemoglobina
glicosilada, la incidencia de la IC puede aumentar de 8% a 16%. En los registros
de internación por IC, entre el 25% y 45% de los pacientes presentan DBT.
Además, como reveló el estudio Framingham, esta enfermedad es un factor de
riesgo independiente para IC: la presencia de DBT aumentó 2.5 veces el riesgo en
hombres y 5 veces en mujeres. Asimismo, si los pacientes con IC tienen DBT,
presentan peor evolución.
DBT
Se caracteriza por hiperglucemia
crónica, puede ser de tipo 1 –insulinodependiente– o de tipo 2 (DBT2), no
insulinodependiente (80% a 90% de los pacientes). El primer caso, que suele
comenzar antes de la adultez, se caracteriza por déficit absoluto de insulina;
en cambio, en la DBT2, el déficit de insulina es relativo y la característica es
la resistencia a la insulina (RI), es decir que existe resistencia al efecto de
la insulina en el músculo esquelético, tejido adiposo e hígado, por lo que se
encuentra disminuido el ingreso de glucosa. Para compensarlo, aumenta la
secreción de insulina que coexiste con hiperglucemia asintomática durante un
tiempo. Por último, se produce un déficit de insulina relativo con la aparición
de DBT2. De los pacientes con RI, 5% evolucionan a DBT2.
La glucemia
< 110 mg/dl en ayunas y < 140 mg/dl en la prueba por vía oral de
tolerancia a la glucosa (POTG) se considera normal de acuerdo con los criterios
de la Organización Mundial de la Salud y de la Asociación Americana de Diabetes.
Se consideran pacientes diabéticos a aquellos que presentan glucemia en ayunas
(GA) > 126 mg/dl en varias determinaciones o > 200 mg/dl en
la POTG. Los pacientes con GA entre 110 mg/dl y 126 mg/dl presentan alteración
de la GA. Los pacientes con glucemia entre 140 mg/dl y 200 mg/dl en una POTG
presentan disminución de la tolerancia a la glucosa.
Los factores de
riesgo para DBT incluyen características étnicas y genéticas, la edad,
antecedentes familiares, aumento del índice de masa corporal, tabaquismo,
sedentarismo, dieta reducida en fibras y grasas poliinsaturadas y rica en
hidratos de carbono, obesidad abdominal y RI.
Las complicaciones
microvasculares (nefropatía, retinopatía y neuropatía) se relacionan con el
grado de hiperglucemia y las complicaciones macrovasculares (coronariopatía,
ictus y vasculopatía periférica) son las causas principales de morbimortalidad.
Relación entre DBT e IC
La fuerte
asociación entre DBT e IC puede deberse a varios factores: mayor frecuencia de
factores de riesgo para IC, como hipertensión e hipertrofia ventricular en
pacientes diabéticos; mayor incidencia y prevalencia de enfermedad coronaria
(EC) en sujetos con DBT; procesos fisiopatológicos comunes en la DBT y la IC,
como activación neurohormonal, disfunción endotelial y estrés oxidativo;
cardiopatía secundaria a la DBT independiente de la presencia de EC; mayor IC en
pacientes con DBT con peor control metabólico y menor indicación de beta
bloqueantes e inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) en
sujetos que presentan DBT.
Coronariopatía en el paciente
diabético
El aumento de la prevalencia de coronariopatía en los
sujetos con DBT explica en parte la mayor incidencia de IC. La DBT y la
enfermedad aterosclerótica comparten muchas características: son típicamente
occidentales, representan enfermedades de larga evolución y suelen manifestarse
en la mitad de la vida o en edad avanzada. Sin embargo, existen diferencias
entre ambas, como la predisposición genética y el nivel de lipoproteínas de baja
densidad (LDL [low-density lipoprotein]). Esto último constituye un
factor de riesgo para enfermedad aterosclerótica pero no para DBT.
En la
población general, la prevalencia de DBT es de 3% a 5% y un 20% de los pacientes
coronarios también presentan DBT; la EC es 2 veces más frecuente en los
pacientes con DBT2 que en los no diabéticos. Además, en los sujetos que
presentan DBT la mortalidad por coronariopatía es 2 a 4 veces mayor. La mitad de
los pacientes diabéticos mueren por EC y los eventos coronarios que se observan
en estos sujetos se asocian con una mortalidad mayor que en los no diabéticos.
Sin embargo, los factores de riesgo tradicionales son responsables sólo del 25%
a 50% del aumento del riesgo de coronariopatía en pacientes con DBT. Los
mecanismos por los que la DBT potencia la aterosclerosis se relacionan con el
perfil lipídico y el metabolismo de los hidratos de carbono. En la DBT2, la RI,
la hiperglucemia y el incremento de los ácidos grasos libres (AGL) generan
disfunción endotelial por disminución de la producción de óxido nítrico y
aumento del estrés oxidativo. La hiperglucemia y la hiperinsulinemia aumentan la
endotelina 1 y se observa incremento del inhibidor del activador tisular del
plasminógeno y aumento de la expresión de los receptores plaquetarios para la
glicoproteína Ib y IIb-IIIa.
En la DBT2 y la RI, la disminución del
efecto antilipolítico de la insulina aumenta el ingreso de AGL al músculo y al
hígado, lo que favorece la dislipidemia. La disminución de la actividad de la
lipoproteinlipasa favorece la formación de partículas de LDL pequeñas y densas.
Las LDL oxidadas incrementan la producción de moléculas proinflamatorias y
disminuyen el óxido nítrico, que favorece la disfunción endotelial.
La
hiperglucemia y los productos glicosilados terminales también intervienen en la
progresión de la enfermedad aterosclerótica. La hiperglucemia genera disfunción
endotelial, alteraciones del perfil lipídico, de los factores de coagulación y
puede conducir a hipertensión. Los productos glicosilados terminales –formados
por la unión de aminoácidos y glucosa– aumentan la generación de radicales
libres y potencian la cascada inflamatoria, y se han vinculado no sólo a la
patogenia de la aterosclerosis sino también a la enfermedad de Alzheimer, la
cardiopatía diabética y el envejecimiento.
Los pacientes diabéticos
presentan alteración de la función del músculo liso vascular debido a la
disminución del óxido nítrico, el aumento de endotelina 1 y angiotensina II y la
activación simpática. La angiotensina II incrementa el estrés oxidativo y, junto
con la hipertensión, contribuye a la aparición de lesiones fibrosas. Las placas
ateroscleróticas de los pacientes diabéticos son más susceptibles a la formación
de trombos (por aumento de la actividad plaquetaria y de la coagulación) y a la
ruptura.
En resumen, los individuos con DBT presentan una serie de
factores asociados con aterosclerosis acelerada y placas más vulnerables y, por
ende, mayor probabilidad de presentar síndromes coronarios agudos.
Miocardio en el paciente
diabético
La mayor incidencia de falla de bomba en pacientes
diabéticos se debe no sólo a la EC sino también a las alteraciones del músculo
cardíaco. El 70% a 80% del consumo de energía miocárdica proviene de la
oxidación de los AGL; sin embargo, el 20% a 30% del aporte energético de los
hidratos de carbono es fundamental, dado que requiere menos oxígeno por mol de
ATP que la oxidación de ácidos grasos.
En condiciones de isquemia,
sobrecarga de presión o hipoxia, la glucosa y el lactato se hacen
proporcionalmente más importantes, con consumo preferencial de glucosa en el
miocardio hibernado.
En el corazón diabético, la menor entrada de
glucosa favorece la glucólisis anaerobia con aumento del ácido láctico y
alteración del metabolismo del calcio. Esto, sumado a alteraciones en la ATPasa
y miosina, puede deprimir la función ventricular aun en ausencia de isquemia.
Además, el incremento de la captación de AGL por el miocardio conduce a
lipotoxicidad, estrés oxidativo, disfunción mitocondrial y disfunción
contráctil. Por último, en la DBT existe un incremento del catabolismo proteico
y los aminoácidos se transforman en una fuente adicional de energía. En la
presencia de esta enfermedad también se produce un aumento de la actividad de la
proteinquinasa C que se asocia con disfunción endotelial y formación de
radicales libres.
La hiperglucemia y el aumento de AGL pueden generar
remodelación, con alteración de las proteínas estructurales y enzimáticas,
hipertrofia, reducción de la función contráctil, disminución del almacenamiento
de energía y alteración del manejo del calcio. Sumado a esto, en la génesis de
la IC en los pacientes con DBT intervienen la disminución de la sensibilidad
barorrefleja, la disfunción endotelial que genera hipertensión y aterosclerosis
y la RI con aumento de la fibrosis, de la actividad del sistema
renina-angiotensina y del factor de necrosis tumoral.
La primera
manifestación de la cardiopatía diabética es la disfunción diastólica y una
respuesta anormal al ejercicio con disminución del aumento normal de la fracción
de eyección.
Tratamiento
En los pacientes
diabéticos con IC deben evitarse las tiazidas –que alteran el metabolismo
hidrocarbonado– y la metformina, por el mayor riesgo de acidosis láctica.
Respecto de las glitazonas, si bien no están contraindicadas en la IC, no se
recomienda su empleo en pacientes con clase funcional III-IV. Por otro lado, los
IECA disminuyen la incidencia de DBT y de IC y, en el estudio COMET, el
carvedilol redujo la incidencia de nuevos casos de DBT en un 22% frente al
metoprolol en un seguimiento de 5 años.
Relación bidireccional IC-DBTLa IC
puede generar la aparición de DBT por diversos factores. Muchos pacientes con IC
presentan RI que puede seguir, a largo plazo, por la disminución de las células
beta. Además, la hiperactividad simpática en la IC es un factor de riesgo para
DBT y puede aumentar el estrés oxidativo. Los beta bloqueantes no selectivos
incrementan el riesgo de DBT, los selectivos generan reducciones menores de la
RI y los vasodilatadores pueden mejorar la sensibilidad a la insulina.
Conclusión
La relación entre la DBT
y la IC no es un camino de una sola vía y la presencia de mecanismos
fisiopatológicos comunes conlleva posibilidades terapéuticas compartidas. La
comprensión profunda de la interacción de los factores metabólicos,
inflamatorios y hormonales permitirá vislumbrar las conductas adecuadas en
pacientes cada vez más complejos.
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