El útero de la mujer embarazada se prepara desde bien temprano para el momento del parto. Los cambios que experimenta en el segundo trimestre determinarán el buen trascurso del alumbramiento meses después. Investigadores británicos han descubierto que la medida del cuello uterino en la semana 23 puede identificar a aquellas mujeres que tienen más posibilidades de precisar una cesárea. Cuanto más largo, más riesgo. En el estudio, publicado en la revista 'The New England Journal of Medicine'
tomaron parte 27.472 primíparas a las que se les midió el cuello del
útero entre las semanas 22 y 24 de embarazo. En total, fue necesario
intervenir quirúrgicamente para extraer al niño en 5.542 ocasiones, lo
que supone una tasa de cesáreas del 20,17%.
Para determinar el riesgo en función de la longitud del cérvix, el
equipo de investigadores, procedentes del departamento de Ginecología y
Obstetricia de la Universidad de Cambridge y del Hospital King’s
College, ambos en el Reino Unido, dividieron a las participantes en
cuatro categorías.
En la primera, formada por aquellas que tenían un cuello uterino de
16 a 30 mm, la tasa de cesáreas resultó ser del 16%. Sin embargo, en el
grupo con el cérvix más largo (40-67 mm) casi 26 de cada 100 partos se
producían mediante esta técnica, lo que supone un 68% más de probabilidades respecto a las primeras.
Al tener en cuenta otros factores que podrían justificar este hallazgo
(edad materna, obesidad, etc.), la relación seguía siendo
estadísticamente significativa.
"El riesgo de parto por cesárea empezaba a crecer cuando la longitud del cuello en la semana 23 de embarazo era mayor de 25 mm y, siguió aumentando hasta duplicarse para la máxima longitud registrada", explican los autores. Este parámetro podría ser un "importante indicador" de esta amenaza.
Conclusiones preliminares
El número de cesáreas en primerizas es un dato estadístico
interesante ya que muchas de las que se someten a esta intervención en
su primer parto repiten en los posteriores, fenómeno que justifica, en
parte, el aumento de estos procedimientos en los últimos años.
La principal causa por la que se practica una cesárea durante el parto es la lenta progresión
del mismo, que pone en peligro la vida del feto y de la madre. La
obesidad, la edad materna avanzada y los nacimientos más allá de la
semana 40 de gestación son algunos de los factores que predisponen al
parto prolongado pero, tal y como explican los autores, "los mecanismos
biológicos que lo provocan no se comprenden aún muy bien".
"Es posible que cuanto más largo sea el cuello uterino más esfuerzo
sea necesario para salvar la barrera que supone el propio cérvix para
tener un parto normal", ha explicado a elmundo.es Kypros Nicolaides,
del Hospital King’s College, que tomó parte en el estudio.
De las 5.542 cesáreas registradas en este trabajo, 4.615 se
realizaron a causa de un parto prolongado. Estos hallazgos sugieren que
"el desarrollo anómalo del útero en fases tempranas del embarazo podría
estar relacionado con los partos demasiado lentos". La elongación del
cuello uterino podría ser un signo de esta 'mala adaptación' uterina,
pero serán precisos más estudios para confirmar esta hipótesis.
Para Nicolaides, los datos obtenidos por él y sus colegas podrían
ser útiles en el futuro para que "aquellas mujeres que en la semana 22
tienen el cuello alargado sean reexaminadas al final del embarazo para determinar sus posibilidades de tener un parto normal. En el caso de que éstas sean escasas se podría planificar una cesárea de elección".
En trabajos anteriores, este mismo equipo averiguó que cuando el cérvix es demasiado corto, el riesgo de parto prematuro es elevado. Ambos descubrimientos, y el hecho de que esta última
situación se puede evitar (mediante la administración de progesterona),
resaltan para este experto la importancia de incluir la medición del
cuello "en los exámenes rutinarios del feto durante las semanas 20 a la
24".
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