Por paradójico que resulte, los antibióticos (esos fármacos diseñados para acabar con las bacterias) pueden ser un rico manjar para estos microorganismos. Un grupo de investigadores acaba de descubrir que multitud de bacterias del entorno son capaces de nutrirse de diferentes tipos de antibióticos. El hallazgo puede aportar nuevas claves sobre las resistencias a los antibióticos.
Se lo comen todo. "Prácticamente todas las
moléculas orgánicas de la naturaleza pueden ser comidas por algún tipo
de bacterias, por eso no vemos acumulaciones significativas de ningún
tipo de material orgánico en el entorno", explica a elmundo.es Gautam
Dantas, uno de los autores del trabajo, que acaba de publicar la
revista 'Science'.
Sin embargo, nadie se había planteado hasta ahora que en ese 'todo'
también pudiesen encontrarse los antibióticos, sustancias sintéticas o
naturales pensadas, precisamente, para matar bacterias.
"Nuestro trabajo muestra que corren la misma suerte que cualquier otro
compuesto orgánico del entorno", agrega este investigador, del
departamento de Genética de la Harvard Medical School (EEUU).
Una amplia variedad
Dantas y su equipo intuyeron este curioso fenómeno mientras
realizaban una serie de experimentos sobre biocombustibles. Las
bacterias están demostrando ser un útil sintetizador de estos
carburantes y los investigadores recurrieron a los antibióticos durante
experimentos que evaluaban el metabolismo bacteriano. "Nuestro nuevo
estudio describe los resultados de un experimento más detallado que
hicimos [a partir de aquel hallazgo] para evaluar estos patógenos en
diferentes entornos y ante clases más variadas de antibióticos", aclara
el investigador.
En efecto, desde antibióticos clásicos como la penicilina a modernas moléculas como la ciprofloxacina
resultaron ser una fuente de carbono (uno de los procesos metabólicos
de las estos microoganismos) para multitud de bacterias del suelo. Los
investigadores cultivaron cepas bacterianas de 11 orígenes diferentes
en 18 antibióticos. Todos los fármacos facilitaron el crecimiento de
algún tipo de bacteria y seis de ellos nutrían a bacterias de las 11
procedencias estudiadas. "Realmente, nos sorprendió la variedad de
bacterias y, sobre todo, su ubicuidad y su capacidad para usar todos
los antibióticos estudiados", aclara Dantas.
La más numerosa era la familia de proteobacterias Burkholderiales
(41% de las 11 especies aisladas). En este grupo se encuentran también
microorganismos que causan enfermedades en el hombre (como 'Bordetella
pertussis', causante de la tosferina) y los animales (como
'Burkholderia mallei', culpable de una infección equina llamada muermo).
¿Qué pasa con las bacterias humanas?
"Hemos demostrado que las bacterias que se comen antibióticos están
ampliamente esparcidas por el entorno y constituyen un desconocido
reservorio de genes [que regulan mecanismos responsables] de la
resistencia a los antibióticos que pueden (o no) haber contribuido a
los crecientes niveles de bacterias patogénicas resistentes a múltiples fármacos", resume Dantas.
Es más, muchos de los patógenos que se nutrían de los antibióticos
están estrechamente relacionados con patógenos que pueden afectar al
hombre. "Dada la creciente incidencia de microbios patogénicos
resistentes a múltiples fármacos, estábamos especialmente interesados
en la relación entre estos microorganismos y las bacterias del entorno
que sobreviven en antibióticos. Ahora, hemos continuado con algunos
hallazgos excitantes sobre un fenómeno parecido en microbios humanos
que planeamos difundir muy pronto", avanza el investigador.
Dantas y su equipo seguirán trabajando para comprender mejor los
mecanismos genéticos y bioquímicos que hay detrás de la resistencia de
los antibióticos en estas bacterias y ver cómo pueden 'saltar' a los
microorganismos que afectan al hombre.
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