Aunque las leyes han estrechado el cerco sobre el tabaco, aún se registra un número excesivo de fumadores pasivos en sus propios hogares.
Un fumador pasivo es aquél que está expuesto a los efectos del aire
contaminado por el humo de un tabaco que fuma otra persona, aunque sea
por poco tiempo. El principal problema, además del evidente daño que
causa en la salud, es que se desconoce el umbral de exposición a partir
del cual el humo de un cigarrillo se considera nocivo y convierte a una
persona en fumadora pasiva. La Ley 28/2005, de 26 de diciembre,
denominada Ley de Medidas sanitarias frente al tabaquismo y
regulación de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de
los productos del tabaco, no determina límites, aunque ha
estrechado el cerco al consumo de tabaco. Fumar está prohibido en
centros de trabajo, y en los locales de restauración se han fijado
límites que dependen de sus dimensiones. No obstante, pese a estos
avances a favor de los no fumadores siempre hay resquicios por los que
el Humo Ambiental de Tabaco (HAT) se cuela. Uno de ellos es la
propia ley, que no ha establecido la prohibición total de fumar en
bares y restaurantes, lo que discrimina a los empleados que deben
respirar el aire contaminado durante su jornada laboral. El otro
coladero de humo es el domicilio particular, donde el miembro de la
familia que fuma expone al resto ante el humo tóxico. Población afectada
Se hallan dos tipos de fumadores pasivos, los adultos -que deben
ser conscientes de sus riesgos, conocer sus derechos y reclamarlos- y
los niños -que no pueden defenderse y por cuya salud deben velar sus
padres y cuidadores-. Pero, ¿cuál es la dimensión del problema? ¿Qué
proporción de población fuma sin querer? En España, se calcula que un
35% de la población es fumadora, mientras que el 65% está expuesta al
humo del tabaco en un lugar u otro, según el último estudio del
Instituto Catalán de Oncología (ICO), efectuado sobre 2.500 personas
adultas de toda España. Los fumadores pasivos a menudo no son
conscientes de estar expuestos al humo tabáquico. No obstante, cuando
se efectúa una medición de la cotinina (metabolito de la nicotina que
se encuentra en saliva y sangre), se comprueba que muchas personas son
fumadoras sin saberlo, en especial niños. Más del 50% de los niños
españoles son fumadores pasivos, según datos de la Asociación Española
Contra el Cáncer (AECC). Mortalidad en España
El tabaquismo pasivo no sólo favorece el desarrollo de
enfermedades, sino que también mata. La exposición involuntaria al humo
del tabaco, en el hogar y en los centros de trabajo, causa un mínimo de
1.228 muertes al año en España por enfermedades cardiovasculares y
cáncer de pulmón. Aunque ésta es una estimación a la baja, ya que se
calcula que podrían llegar a las 3.237 defunciones anuales si se
analizaran otros factores y los fallecimientos ocasionados por el
tabaquismo pasivo en los lugares de ocio. El reto en el domicilio
Con independencia de que cada vez se conozcan mejor cuáles son las
graves consecuencias del tabaco para los fumadores pasivos, la única
medida eficaz para eliminar sus riesgos es evitar exponerse al HAT. Y
como no se dispone de ningún chequeo efectivo para fumadores pasivos
que detecte de forma precoz un posible cáncer de pulmón u otras
enfermedades, la regla de oro es evitar la exposición a un ambiente
contaminado. En la Unión Europea, donde cada año mueren más de
19.000 personas debido al tabaquismo involuntario, la protección de los
derechos de los fumadores pasivos es una prioridad, una cuestión de
salud pública. Y, con esta finalidad, ha impulsado la iniciativa 'Help, por una vida sin tabaco'. En la misma línea, CONSUMER EROSKI ha elaborado la escuela del consumidor para DEJAR DE FUMAR.
Tal y como se refleja en esta escuela, ventilar la habitación en la que
haya permanecido un fumador ni siquiera sirve para limpiar el aire. Sí
se disminuye el olor originado por el humo, pero sus componentes
químicos tóxicos sólo se eliminan de manera parcial. El aire de la
estancia permanece viciado incluso mucho tiempo después de que el
fumador la haya abandonado y, con ello, sus potenciales efectos
perniciosos para las personas que la ocupen. Numerosos países
han aprobado leyes mucho más restrictivas que la española. Así,
prohíben fumar en los espacios públicos, incluyendo los locales de
hostelería, como Irlanda e Italia, entre otros. Algunos países como
EEUU, Australia y Nueva Zelanda, conscientes de estos peligros del
tabaco en el hogar, han invitado, a través de campañas publicitarias, a
la autorregulación del hábito tabáquico en los hogares. Aunque no lo
prohíben, sí animan a que se acuerden ciertos límites en los
domicilios. En España, esta invitación a la autorregulación en el
ámbito privado aún no está muy trabajada. El reto de los fumadores
pasivos es consensuar ciertas normas -su propia ley- en casa. Humo y cáncer
La etiqueta de ser un fumador pasivo implica mayores efectos, y más
graves, que los derivados del mal olor que se extiende por el hogar o
la ropa. La aprobación de leyes para proteger a la población no
fumadora y preservar los espacios comunes libres de humo se apoya en
numerosos y poderosos fundamentos que tienen que ver con consecuencias
nocivas para la salud. El 85% del humo de los cigarrillos se
produce entre calada y calada. El humo que emana el cigarrillo
depositado en el cenicero o sostenido entre los dedos produce incluso
más sustancias tóxicas que las que inhala el propio fumador, según un
documento de la iniciativa HELP, por una vida sin tabaco, de
la Unión Europea. Como ejemplo, se calcula que un camarero expuesto al
HAT en su horario laboral registra unos niveles de nicotina
equivalentes a la persona que fuma entre tres y cinco cigarrillos al
día y, por lo tanto, también se contagia de los riesgos
correspondientes a la inhalación de estas dosis de tabaco. La nicotina
que contiene el HAT actúa sobre el sistema nervioso central como una
droga, creando adicción, lo que explica la dificultad de abandonar el
hábito. Pero la nicotina no es la sustancia responsable de la
acción más perjudicial. El humo que desprende un cigarrillo contiene
4.000 componentes tóxicos, de los que alrededor de unos 20 se han
identificado como carcinógenos tóxicos para el ser humano (otros 20 son
perjudiciales para los animales), de acuerdo a la Agencia Internacional
de Investigación sobre el Cáncer (IARC), que depende de la Organización
Mundial de la Salud (OMS). Entre los carcinógenos presentes en el HAT
figuran las nitrosaminas, el alquitrán o los benzopirenos. A esta lista
hay que añadir otros como 2-Naftalina, 4-Aminobifenil, arsénico,
cadmio, cloruro de vinilo y cromo, tal y como detalla la Asociación
Española Contra el Cáncer (AECC). Debido a la extensa lista de
tóxicos, el HAT no sólo puede generar cáncer de pulmón sino también de
boca, laringe, faringe, esófago e, incluso, de otros órganos alejados
del tracto respiratorio como páncreas o vejiga urinaria. Los
componentes del tabaco viajan a través de la sangre y son capaces de
alcanzar órganos más distantes. Además, está en discusión si el HAT
también podría estar implicado como factor de riesgo en parte del
cáncer de estómago y de colon en población general, y cáncer de mama en
mujeres jóvenes. Se acaba de demostrar que los fumadores pasivos tienen
un 80% más de riesgo, respecto a los no fumadores, de desarrollar
cáncer de pulmón y de sufrir infartos. Más enfermedades
Pero el cáncer no es la única consecuencia negativa del tabaco para
la salud. Éste puede dañar a los pulmones y causar patologías
respiratorias no tumorales como la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica (EPOC), que se manifiesta entre los cincuenta y sesenta años,
de forma progresiva, irreversible y que genera grandes limitaciones en
quienes la padecen. Otro importante grupo de enfermedades que
pueden estar provocadas por el tabaco son las cardiovasculares y
cerebrovasculares: angina de pecho, infarto agudo de miocardio o
infarto cerebral. El tabaco ejerce una acción inflamatoria directa que
daña las paredes (endotelio) de los vasos sanguíneos y favorece la
arterioesclerosis (estrechamiento de las arterias), de modo que actúa
de manera conjunta con varios de los componentes nocivos para el
sistema cardiovascular, como alcohol o hipertensión, y propicia el
incremento del riesgo de accidentes cardiovasculares y
cerebrovasculares. Siempre que una persona deja de fumar o de
estar expuesta al humo del tabaco, el riesgo sobre el sistema
cardiovascular se reduce y vuelve a los niveles de los no fumadores.
Sin embargo, no sucede lo mismo con el cáncer de pulmón: una persona ex
fumadora de años puede presentar enfermedad oncológica diez o más años
después, ya que su periodo de inducción es más largo. Lactantes, niños y embarazadas
Algunos sectores de la población son especialmente vulnerables al humo
del tabaco, como lactantes, niños y las embarazadas. El impacto sobre
su salud puede ser grave e, incluso, letal. En el caso de los lactantes
hay estudios que demuestran que el tabaquismo de los padres es uno de
los factores que puede desencadenar la llamada muerte súbita del
lactante. En niños de más edad expuestos al humo del tabaco de
sus cuidadores (padres, canguros, abuelos y otros familiares), la
prevalencia de otitis y de enfermedades respiratorias es mayor (los
niños asmáticos pueden sufrir más episodios que el resto). En cuanto a
las mujeres embarazadas y, al mismo tiempo, fumadoras pasivas, se
enfrentan al mismo riesgo que las gestantes fumadoras de alumbrar bebés
prematuros, con malformaciones y con bajo peso debido a la exposición
involuntaria al humo del tabaco.
Consejos para los fumadores pasivos
- Tomar conciencia de los perjuicios que el tabaco ocasiona a la salud.
- La norma de oro es evitar la exposición al humo del tabaco siempre que se pueda.
- Siempre que se intuya que un fumador vaya a encender un cigarrillo se le puede pedir educadamente que no lo haga.
- En los lugares donde está prohibido fumar, según la ley, es necesario reclamar que no se fume.
- En
caso de que los fumadores no respeten sus derechos, hay que denunciar
el incumplimiento de la ley al organismo pertinente: el Ayuntamiento o
las autoridades sanitarias.
- Acordar normas en casa, como
delimitar las zonas para fumar al balcón o una ventana y/o la cocina
y/o permitir fumar sólo en ciertas horas, para proteger así a los
menores.
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