"Los tratamientos disponibles en la actualidad son muy efectivos, pero son sintomáticos; no detienen el avance de la enfermedad de Parkinson". Así resume José González Castaño, del Departamento de Metabolismo y Señales Celulares del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols de Madrid, las actuales armas para combatir la que constituye la segunda patología neurodegenerativa más frecuente en las personas mayores de 65 años.
El desconocimiento de las causas de esta dolencia, cuyo día mundial se
celebra hoy, es probablemente el principal freno para el desarrollo de
alternativas terapéuticas que permitan curarla o, incluso, erradicarla
antes de que empiecen a manifestarse los primeros síntomas.
En palabras de Gurutz Linazasoro, director del Centro de
Investigación de Parkinson de la Policlínica Gipuzkoa de San Sebastián,
hay que tener en cuenta que se trata de una patología "muy compleja, incluso podríamos hablar de más de una enfermedad". Además, se sabe que están implicados factores tanto genéticos como ambientales.
El avance científico está resultando más lento de lo que se esperaba
hace algunos años. En opinión de José López Barneo, catedrático de
Fisiología del Instituto de Biomedicina de Sevilla, uno de los retos para acelerar el es "el desarrollo de nuevos modelos animales en los que se produzca una muerte celular progresiva y lenta, como en los humanos".
Se sabe que cuando aparecen los síntomas ya han muerto en torno al
50% de las células productoras de dopamina de la zona cerebral conocida
como sustancia negra y que este proceso tiene lugar en un periodo de
entre cinco y diez años. El Parkinson aparece por la degeneración de
los ganglios basales - y, más concretamente, de la sustancia negra-,
áreas neuronales específicas situadas en la base del cerebro encargadas
de la coordinación de los diferentes grupos musculares, entre otras
funciones. El principal neurotransmisor de estas neuronas es la
dopamina.
Constituye una patología incapacitante y de progresión lenta
que ha sido popularmente asociada al temblor, pero también provoca
bradicinesia (lentitud en los movimientos) y rigidez creciente de los
músculos. Asimismo, son habituales los síntomas no relacionados con el
movimiento, como la ansiedad, la depresión, la irritabiliad, la
lentitud de pensamiento o los problemas de memoria.
Aunque aún queda un largo camino hacia la prevención y la curación
de la enfermedad, la diversidad de las investigaciones emprendidas y
los cuantiosos recursos económicos que se están destinando auguran un futuro cargado de esperanza para los más de cuatro millones de afectados en el mundo, 100.000 de ellos residentes en España.
El proyecto que aglutina a un mayor número de científicos en España es
el Centro de Investigación en Red de Enfermedades Neurodegenerativas
(Ciberned). La búsqueda de la causa del Parkinson se intensificaEl Parkinson sólo es hereditario en
aproximadamente un 10% de los casos. Se han identificado unos 10 genes
implicados, pero tras la euforia inicial de este descubrimiento se
comprobó que, en realidad, las claves genéticas de esta patología
siguen ocultas. De hecho, esos genes no están alterados en las personas
con la forma más habitual - la no familiar- de la patología.
Un posible origen de la dolencia es el estrés oxidativo. "En modelos
animales y en personas drogodependientes que consumieron droga
adulterada con un compuesto tóxico (MPTP) está bien demostrado que el
estrés oxidativo produce la muerte de las neuronas dopaminérgicas y una
sintomatología similar a la de la enfermedad de Parkinson", señala
González Castaño.
En condiciones normales, nuestras neuronas están preparadas para aguantar éste y otros tipos de agresiones. Por eso, la pérdida de mecanismos de protección antiestrés oxidativo sería una explicación plausible para la neurodegeneración, pero la investigación en este terreno aún no es concluyente.
Otra explicación reside en la agregación y degradación de proteínas.
Un problema observado en casi todas las enfermedades neurodegenerativas
es que las neuronas acumulan en su interior (y a veces fuera) proteínas
mal plegadas.
"Las proteínas, para su correcto funcionamiento, tienen que tener una estructura determinada",
explica el investigador de Madrid. "Si esa estructura cambia, por
acción de agentes externos a la célula o porque el gen que codifica una
proteína está alterado, entonces la forma que adquiere está alterada".
La consecuencia es que ya no se moverá libremente por la célula y
tenderá a juntarse con otras proteínas que, como ella, tienen una
estructura alterada.
En el caso del Parkinson, estas acumulaciones están fundamentalmente
constituidas por la proteína denominada sinucleina, que se deposita en
las neuronas formando estructuras que se denominan cuerpos de Lewy.
"Estas proteínas con forma alterada, solas, en 'comandita' (unas
cuantas juntas) o en gran número producen seguramente el daño en la
función neuronal y, consecuentemente, la muerte neuronal", expone
González Castaño. Pero hay varias preguntas que debe responder la
ciencia. Por ejemplo, aún no se sabe con certeza qué pone en marcha el programa de muerte neuronal: la proteína sola, los pequeños o los grandes agregados de sinucleina.
José Ángel Obeso, neurólogo de la Clínica Universitaria de Navarra, plantea otro interrogante: "Desconocemos si los cuerpos de Lewy que observamos acaban matando a las neuronas
o si se encuentran sólo en las células que han sobrevivido al proceso
y, por lo tanto, son protectores". Su hipótesis es que podrían tener un
papel positivo, pero esa protección se perdería cuando se produce una
acumulación excesiva de proteínas.
Este médico también considera que hasta que no se conozcan las causas de la patología no se podrá avanzar más allá de los actuales tratamientos
de reposición de la dopamina perdida. Esta es la línea que sigue su
grupo. Lo ideal sería poder ver qué ocurre en cada célula y en los
agregados mediante técnicas de neuroimagen. Hoy en día sólo es posible
observar la evolución cerebral a gran escala con técnicas como la
resonancia magnética; los análisis microscópicos se realizan tras la
muerte del paciente. Las futuras dianas terapéuticas contra el ParkinsonEl tratamiento actual se basa en la
administración de levodopa y otros medicamentos que obtienen resultados
muy buenos en las etapas iniciales de la patología, pero no evitan su
progresión y a largo plazo sus efectos ya no son tan positivos. Por
eso, uno de los retos fundamentales es el desarrollo de medicamentos
neuroprotectores, es decir, que protejan a las neuronas y eviten que
mueran.
En este capítulo se han hecho muchos progresos y hay multitud de
productos en investigación. El tiempo dirá si finalmente cumplen todas
las expectativas. Durante una época hubo una apuesta muy fuerte por la vitamina E como terapia preventiva.
Sin embargo, los resultados de los ensayos clínicos para probar esta
hipótesis no han logrado mostrar un efecto neuroprotector.
Los denominados factores neurotróficos se perfilan como uno
de los mejores métodos para para intentar mantener "vivas" a las
neuronas. Uno de ellos es el GDNF y otro la neurturina.
"Nuestro cerebro los produce en pequeñas cantidades. Ahora se intenta
averiguar si a mayores dosis mejora su función", precisa López Barneo.
Se pueden administrar a través de virus modificados (para inactivar su
capacidad infectiva), con trasplantes de células que los incluyan o
inyectándolos directamente en el cerebro (con una especie de cánula).
Las evidencias preliminares de estas estrategias en humanos son
bastante positivas. El equipo de López Barneo ha comprobado su eficacia
en 12 pacientes a los que se les realizó un trasplante de células del
cuerpo carotídeo (situado en el cuello), que producen mucha dopamina.
El reemplazo del neurotransmisor fue la intención inicial de esta
investigación, pero recientemente han comprobado que estas células
"también son ricas en GDNF", asevera el científico. "Creemos que los
beneficios observados se deben fundamentalmente a esto último", añade.
Por otro lado, este mismo grupo sevillano descubrió hace unos meses,
en experimentos con ratones, que en el cuerpo carotídeo hay celulas
madre. Si este hallazgo se confirma en humanos, se podría amplificar el
cuerpo carotídeo y, de esa manera, inyectar un mayor número de células.
Las terapias celulares están siendo objeto de una intensa actividad experimental tanto en animales como en persona.
Pero los logros no siempre siguen una línea recta. A veces se producen
efectos inesperados que obligan a replantear la trayectoria y, al mismo
tiempo, proporcionan valiosas pistas para futuras indagaciones.
Un buen ejemplo se encuentra en dos estudios publicados la semana
pasada en la revista 'Nature Medicine'. El trasplante de células
fetales productoras de dopamina se efectuó en una zona del cerebro
distina a la afectada por el Parkinson. Sin embargo, al cabo de un
tiempo se comprobó que los individuos sometidos a este tratamiento
presentaban agregados de proteínas en la zona del injerto. Todo parece
indicar que la patología tiene la capacidad de expandirse hacia las
nuevas células terapéuticas.
Nanotecnología
El grupo de Linazasoro, en colaboración con el Parque Tecnológico de
Miramón de San Sebastián, se ha embarcado en otro fascinante viaje
hacia el futuro: la nanotecnología. Esta ciencia de lo muy pequeño proporcionará herramientas de diagnóstico y terapéuticas.
Así, se podrán liberar fármacos en lugares específicos del sistema
nervioso. Al actuar directamente sobre una zona concreta, sus efectos
secundarios en el resto del organismo serán mucho menores. Asimismo,
esta tecnología ayudará a mejorar las condiciones de cultivo de las
células que posteriormente se utilicen en trasplantes.
Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |