Una puesta al día sobre los complejos mecanismos inmunológicos responsables del daño tisular.
(Traducción y resumen objetivo: Dra. Marta Papponetti. Esp. Medicina Interna.)
Para
el médico clínico el LES es importante debido a que es una enfermedad
potencialmente fatal que puede ser confundida con muchas otras
enfermedades. Para el inmunólogo, el lupus es interesante porque en su
mecanismo de producción están involucrados todos los componentes
fundamentales del sistema inmunológico. Esta revisión describe esos
mecanismos y muestra que el conocimiento de la patogenia del LES
facilita su tratamiento. Su prevalencia en países del norte europeo es
de aproximadamente 40 casos por 100.000 personas, pero en las personas
de raza negra aumenta a 200 casos por 100.000. En Estados Unidos es de
250.000. La expectativa de vida de estos pacientes ha mejorado de una
tasa del 50% a los 4 años en la década de 1950 hasta un 80% a los 15
años. Aun así, si el LES comienza a los 20 años, el paciente tiene 1
oportunidad en 6 de morir a los 35 años, por lupus o infección
asociada. Más tarde, las causas principales de muerte son el infarto de
miocardio y el accidente cerebrovascular.
La presentación del LES es muy variada, e incluye
desde la erupción y la artritis hasta la anemia y la trombocitopenia,
hasta la serositis, la nefritis, las convulsiones y la psicosis. Esto
hace que el diagnóstico diferencial de LES esté presente en casi todos
los pacientes con estos problemas clínicos, especialmente si son
mujeres de 15 a 50 años.
Factores genéticos y epidemiológicos
Dado que el 90% de los pacientes son mujeres,
cobran importancia las hormonas femeninas, pero también es posible que
exista una protección de las hormonas masculinas o un efecto de los
genes sobre el cromosoma X. Pero, no está claro cómo es que las
hormonas sexuales podrían intervenir el lupus.
Muchos fármacos causan cuadros
símil lupus (lupus farmacológico o inducido por fármacos). Los más
conocidos en este aspecto son la procainamida, la hidralazina y la
quinidina. Estos pacientes suelen presentarse con manifestaciones
cutáneas y articulares siendo muy raros los cuadros renales y
neurológicos. Inmediatamente antes de su presentación puede hallarse
como antecedente un cuadro seudoviral por el virus de Epstein-Bar, ya
que se han hallado sus anticuerpos en el 99% de los casos y su ADN en
el 100%. El factor ambiental más relacionado es la radiación
ultravioleta. Para el American College of Rheumatology, la erupción fotosensible es un criterio diagnóstico.
Se ha comprobado una tasa de concordancia de
lupus en el 25% de los gemelos monocigotas y en el 2% de los dicigotas
lo que indica una contribución genética importante, pero sin que
constituya una causa suficiente de enfermedad. Se han identificado
muchos genes en familias que tienen varios miembros con LES. Con el
lupus se han relacionado los genes del complejo mayor de
histocompatibilidad (CMH), en particular HLA-A1, B8 y DR3.
Diferentes tipos celulares del sistema inmunológico como las células B,
los macrófagos y las células dendríticas, pueden funcionar como células
presentadoras de antígeno, bajo la influencia de la selección celular
que depende del genotipo CMH. Por esta razón, los genes particulares
del CMH se asocian con el riesgo de respuesta inmunológica contra los
propios antígenos y aumenta el riesgo de enfermedades como el LES.
Los alelos nulos que causan una deficiencia de
uno de los componentes tempranos del complemento—C1q, C2, o C4— son un
factor de riesgo muy importante para lupus. Estudios realizados en
miembros de una misma familia han identificado genes que están en los
pacientes con lupus que y no en sus familiares sanos. Muchos de esos
genes codifican los componentes del sistema inmunológico.
Anticuerpos en el lupus
Los órganos afectados en el LES más estudiados
son el riñón y la piel. En ambos casos, existe inflamación y deposición
de anticuerpos y complemento. Los riñones de los pacientes con nefritis lúpica
contienen anticuerpos que se unen al ADN de doble hélice nativo. Estos
anticuerpos son autoanticuerpos, es decir, que se unen a un
constituyente normal como el ADN de doble hélice, las células y los
tejidos del paciente.
Se ha confirmado la importancia de los anticuerpos anti ADN
de doble hélice en la patogenia del LES. Estos anticuerpos son
altamente específicos para el lupus y están presentes en el 70% de los
pacientes con LES y en el 0,5% de los sujetos sanos o pacientes con
otras enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoidea. En el
suero, los niveles tienen relación con la actividad de la enfermedad
pero no en todos los pacientes. A los 5 años de la detección de títulos
elevados de anticuerpos anti ADN de doble hélice y la enfermedad en
estado latente, el 80% de los pacientes pasará a la fase activa de la
enfermedad. Un estudio basado en biopsias renales realizadas durante la
autopsia de pacientes con LES se comprobó la presencia de antígenos no
ADN, como Ro (un complejo ribonucleoproteico), La (una proteína unida
al ARN C1q (una subunidad del componente C1 del complemento) y Sm
(partículas nucleares compuestas por diferentes polipéptidos). Su
presencia en la autopsia no prueba que representen un papel en el
desarrollo de la nefritis lúpica. Más que provocar inflamación, estos
autoanticuerpos pueden establecerse en el tejido solo después de la
apoptosis en el tejido celular inflamado expuesto a antígenos
nucleares.
La mayor evidencia en cuanto al mecanismo de la
nefritis lúpica está relacionada con los anticuerpos anti ADN de doble
hélice, los antinucleosoma y los anti-α|-actinina. Aunque los
anticuerpos anti ADN de doble hélice son los más estudiados en el LES,
otros participan de las manifestaciones clínicas, en particular la
anemia hemolítica autoinmune, la trombocitopenia, la enfermedad cutánea
y el lupus neonatal.
La presencia de anti-Ro, anti-La o ambos durante
el embarazo confiere un 1 a 2% de riesgo de bloqueo cardíaco fetal.
Durante la remodelación por apoptosis, los antígenos Ro están expuestos
en la superficie de los miocitos cardíacos fetales (pero no maternos) y
los anticuerpos anti-Ro que atraviesan la placenta interactúan con esos
antígenos. Los autoanticuerpos maternos dañan los tejidos de conducción
del corazón fetal. La ausencia de un efecto en el corazón de la madre
muestra la importancia tanto de los autoanticuerpos como de la
exposición del antígeno en el tejido cardíaco. Los anticuerpos contra
el receptor N-metil-d-aspartato pueden ser importantes en el lupus del sistema nervioso central.
Los anticuerpos anti-Ro y anti-nucleosoma pueden
intervenir en el lupus cutáneo. Los primeros se asocian con mayor
riesgo de desarrollar una erupción fotosensible. El segundo ha sido
detectado en las biopsias de piel de una minoría de pacientes con lupus
renal activo, pero estos pacientes no presentan erupción. En la anemia
hemolítica y la trombocitopenia que pueden ocurrir en pacientes con
LES, es importante la destrucción de los eritrocitos y la plaquetas
mediada por autoanticuerpos.
Daño tisular por autoanticuerpos del lupus
La mayoría de los estudios sobre el daño tisular
por acción de autoanticuerpos en pacientes con lupus mediado por
anticuerpos se ha ocupado del papel que representan los anticuerpos
anti ADN de doble hélice en pacientes con nefritis lúpica. Existen dos
teorías principales pero ambas sostienen que es probable que los
anticuerpos contra el ADN de doble hélice no sean los determinantes más
importantes del daño tisular. El ADN de doble hélice extracelular se
halla principalmente en la forma de nucleosomas, los cuales son
fragmentos de cromatina que las células liberan cuando sufren la
apoptosis. Berden y col. han propuesto que los autoanticuerpos anti ADN
de doble hélice patogénicos de los pacientes con lupus se unen a los
nucleosomas que han entrado en la corriente sanguínea; a su vez, este
complejo anticuerpo-nucleosoma se deposita en la membrana basal
glomerular. Estos complejos inmunológicos activan el complemento,
iniciándose la glomerulonefritis. Estos sucesos han sido demostrados en
modelos animales. Por otra parte, mediante la microscopia electrónica
se ha demostrado que en la nefritis lúpica de los seres humanos y el
ratón, los anticuerpos IgG se localizan en la cromatina extracelular.
También es importante la detección de anticuerpos antinucleosoma en la
sangre y los tejidos inflamados de los pacientes con lupus.
El segundo modelo propone que los anticuerpos
anti-ADN de doble hélice, antinucleosoma, o ambos, hacen una reacción
cruzada con las proteínas del riñón; por lo tanto, tienen un efecto
patogénico directo sobre las células renales. Entre los antígenos
blanco posibles del riñón ha cobrado interés la α-actinina. Esta
proteína es importante para el mantenimiento de la función de los
podocitos renales, los cuales constituyen la barrera de filtración. En
estudios animales, el potencial patogénico se juzga de acuerdo a si los
anticuerpos causan proteinuria y a los cambios histológicos de la
glomerulonefritis luego de la transferencia pasiva al ratón receptor.
Aunque los anticuerpos anti α-actinina no son específicos del lupus,
cuando están presentes en pacientes con lupus pueden servir como un
marcador de compromiso renal. Nos se han detectado anticuerpos anti
α-actinina en especimenes obtenidos de la biopsias renales de pacientes
con lupus.
El papel de las células T
Los autoanticuerpos pueden estar presentes en
personas sanas sin causar daño y pueden tener un rol protector. Los
autoanticuerpos patógenos en los pacientes con lupus tienen propiedades
particulares que los hace causantes de enfermedad. Se ha demostrado que
los anticuerpos IgG con gran afinidad por el ADN de doble hélice
tienden a estar más estrechamente asociados con el daño tisular que los
anticuerpos IgM o los IgG de menor afinidad. La producción de los
anticuerpos IgG de alta afinidad aparece como respuesta a los antígenos
(antigen-driven). El término “antigen-driven” se refiere al proceso en
el cual el antígeno se une a la inmunoglobulina en la superficie de los
linfocitos B, estimulando la proliferación celular. Cuanto mayor es la
afinidad de la inmunoglobulina de superficie al antígeno, más se
estimulan las células y más proliferan. En presencia del antígeno
estimulante, existe una presión selectiva continua que favorece que las
células B se dispongan sobre su superficie y secreten inmunoglobulina
con una elevada afinidad por ese antígeno. Pero este proceso solo tiene
lugar si los linfocitos B son además estimulados por los linfocitos T.
El concepto linfocitos T colaboradores (helper) es importante para
comprender la patogénesis del lupus. Cada célula T es portadora de una
molécula del receptor de superficie con capacidad para interactuar
mejor con un antígeno, en particular al ser presentada al receptor de
células T en un complejo con una molécula CMH sobre la superficie de
una célula presentadora de antígeno. La presentación sola del complejo
antígeno-complejo CMH no es suficiente para estimular a las células T
sino que también debe producirse una segunda interacción molecular con
los linfocitos T a través de la coestimulación.
Existen diferentes pares moleculares
coestimuladoras, como el lingando CD40 y CD28-B7, los cuales pueden
generar la segunda señal requerida para la activación de las células T.
Los agentes que bloquean la coestimulación pueden inhibir cualquier
respuesta inmunológica dependiente de las células T helper. Dado que en
el lupus la ayuda de las células T es muy importante, tanto el ligando
anti-CD40 como la proteína 4 IgG1 asociada a los linfocitos T
citotóxicos, una molécula que bloquea la interacción CD28-B7, son
tratamientos potenciales del LES. La colaboración de las células T hace
posible la producción de autoanticuerpos IgG de alta afinidad,
estrechamente relacionados con el daño tisular lúpico.
Tanto las células B específicas autoantígeno como
las células T que interactúan para producir autoanticuerpos causantes
de lesión tisular no se hallan en las personas sanas. Varios son los
mecanismos posibles en ausencia de dichas células: eliminación
(deleciòn) de las células B autorreactivas, inactivación de las células
de manera que siguen en el organismo pero son anérgicas o, un cambio en
la cadena liviana de anticuerpos expresado por los linfocitos B
autorreactivos (“receptor editing”), de manera que el anticuerpo pierde
la capacidad para unirse al autoantígeno. Los pacientes con lupus
pueden tener un receptor aberrante. Las histonas constituyen el centro
proteico de un nucleosoma, alrededor del cual se enrolla el ADN. Lu y
col. comprobaron que ciertos péptidos derivados de histonas (H2B10-33,
H416-39, H471-94, H391-105, H2A34‑48, H449-63) estimularon las células
de pacientes con lupus para producir citocinas como así péptidos muy
similares estimularon las células T de los ratones propensos al lupus.
Esos investigadores concluyeron que la estimulación de esas células T
les permitirían ayudar a las células B que también responden a los
epitopes antigénicos derivados de los nucleosomas. Por lo tanto, la
interacción entre los linfocitos B y los linfocitos T podría facilitar
la producción de autoanticuerpos patógenos de alta afinidad. Los
nucleosomas contienen epitopes de células T y B y anticuerpos
antinucleosoma, y representan un papel patogénico en los pacientes con
lupus.
En los seres humanos y los ratones, las células T
reguladoras suprimen la activación de las células T y B. Algunos
investigadores han reportado una reducción del número, función o ambos,
de células T reguladoras en pacientes con lupus y ratones propensos al
lupus. Las células T reguladoras de los pacientes con lupus activo
tienen menor capacidad para suprimir la proliferación de células T
helper, comparadas con las mismas células de pacientes con lupus
inactivo o de controles sanos.
Origen de los autoantígenos en el lupus
El origen más evidente de los nucleosomas es el
detrito celular producto de la apoptosis, durante la cual se forman
vesículas de material celular sobre la superficie de las células que
están muriendo. Los antígenos, que normalmente están latentes dentro de
las células, son expuestos en la superficie de esas vesículas y pueden
desencadenar una respuesta inmunológica. Estos antígenos expuestos
incluyen los nucleosomas, Ro 62, Ro 50, La y fosfolípidos aniónicos.
Los anticuerpos para esos antígenos se producen comúnmente en los
pacientes con lupus, en quienes la remoción de los detritos apoptóticos
es anormal. Se ha comprobado que los fagocitos de estos engloban mucho
menos material apoptótico que los fagocitos de las personas sanas. C1q
es muy importante para la fagocitosis pues se une a los detritos
celulares, para luego ser fagocitado por los macrófagos que tienen
receptores C1q en la superficie. Esto indica que la deficiencia de
complemento puede ser una razón importante para la mala “disposición de
los residuos” observada en el lupus.
Citocinas en el lupus
El papel del factor de necrosis tumoral α (TNF-α)
es controvertido. Esta citocina puede ser protectora en los pacientes
con lupus, como se observó en estudios en ratones, pero el mecanismo es
desconocido. Algunos pacientes con artritis reumatoidea tratados con
anticuerpos anti TNF-α desarrollaron anticuerpos anti ADN de doble
hélice, y algunos de ellos tuvieron manifestaciones de lupus. Otros
trabajos indican que en el lupus activo hay una alteración del balance
entre el TNF-α y sus inhibidores solubles a favor de estos últimos;
esto avala la idea que a menor actividad de TNF-α mayor es la actividad
de la enfermedad. Por el contrario, el nivel del mensajero ARN TNF-α
fue elevado en las muestras de biopsias de riñón de pacientes con
nefritis lúpica. En 3 de 6 pacientes con lupus el tratamiento con
infliximab (un anticuerpo anti TNF-α) resolvió la tumefacción articular
mientras que en 4 pacientes con lupus reanl redujo la proteinuria al
60%.
La interleucina 10 se halla elevada en los
pacientes con lupus y se correlaciona con la actividad de la
enfermedad. Entre sus efectos biológicos se halla la estimulación de
poblaciones policlonales de linfocitos B. El bloqueo de esta citocina
podría reducir la producción de autoanticuerpos patógenos.
Los niveles séricos de interferón α también
estaban elevados en estos pacientes, habiéndose comprobado que 13 genes
fueron regulados hacia arriba en las células mononucleares de la sangre
periférica por la acción del interferón. Los fármacos anti interferón
pueden ser los nuevos agentes anticitocinas a ser desarrollados para el
tratamiento del LES.
El linfocito B estimulador es un miembro de la
superfamilia de ligandos TNF; promueve la proliferación y la
supervivencia de los linfocitos B y alcanza niveles elevados en la
circulación en ciertas enfermedades como la artritis reumatoidea y el
síndrome de Sjögren, como así el lupus. Asimismo, en algunos pacientes
puede estar en relación con la mayor actividad del lupus por lo que se
cree que agentes anti linfocito B estimulador puede ser un enfoque
terapéutico útil.
Implicancias del tratamiento
Si los autoanticuerpos son los agentes más
relacionados con el daño tisular en el LES, entonces los tratamientos
para reducir su nivel podrían ser efectivos. Dos estudios demostraron
que las dosis crecientes de corticosteroides basadas en el aumento
especificado de los niveles de anticuerpos anti ADN de doble hélice
lograron disminuir dichos anticuerpos y reducir la frecuencia de
recaídas graves de la enfermedad, pero otro estudio alertó sobre los
efectos colaterales que producen.
El rituximab y el abetimus sódico han sido
utilizados con la misma finalidad. El primero es inespecífico, es
decir, que es un anticuerpo contra CD20, el cual se encuentra en la
superficie de todas las células B maduras. El abetimus sódico está
diseñado para disminuir solamente a los linfocitos B que producen
anticuerpos anti ADN de doble hélice pero no posee epitopes que
permitan su unión a las células T colaboradoras. Por lo tanto, las
células B sufren más apoptosis que proliferación, pero no está claro si
este mecanismo de depleción también ocurre en los pacientes. Por otra
parte, se cree que también puede formar complejos con los anticuerpos
anti ADN de doble hélice, los cuales disminuyen en la circulación.
Varias series de casos indican que el rituximab es útil para el
tratamiento del lupus. El uso de un anticuerpo monoclonal anti-CD22
(que también actúa sobre las células B) está bajo estudio estudiado en
un trabajo clínico; la supervivencia y la proliferación de las células
B también pueden ser moduladas mediante el uso de un anti linfocito B
estimulador. Un estudio importante mostró que el abetimus sódico no
superó al placebo en un análisis inicial de todo el grupo en estudio,
pero sí lo hizo en el análisis de un subgrupo de pacientes con
anticuerpos con elevada afinidad por el fármaco.
El ligando anti-CD40 y la CTLA-4–Ig actúan
directamente en la interacción entre las células T y las células
presentadoras de antígeno, inhibiendo la coestimulación. Los péptidos
derivados de los anticuerpos anti ADN patógenos pueden ser útiles en la
generación de respuestas anti idiotípicas de los autoanticuerpos y por
lo tanto, suprimir sus efectos patógenos.
Resumen
Los autoanticuerpos patógenos son la causa
principal de daño tisular en pacientes con LES. La producción de estos
anticuerpos se hace por mecanismos complejos que abarcan cada fase
importante del sistema inmunológico. Muchos elementos diferentes del
sistema son un blanco potencial de los fármacos terapéuticos en
pacientes con LES.
→ Referencias Bibliográficas en formato PDF
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