No es de extrañar este título, el nuevo Ministerio de Sanidad en España realiza cambios tan importantes, que las protestas puede decirse que son casi justificadas, como por ejemplo la primera que se indica, la desaparición de la Dirección General de Farmacia.
En España intentamos desde hace años encontrar el fiel de la balanza ante la realidad sanitaria existente tras la asunción de las competencias sanitarias por las CC.AA. A nadie se le escapa que no hemos logrado encontrar el modo de gestionar las ineficiencias en materia de equidad en el acceso a las prestaciones sanitarias, ni la garantía de un desarrollo homogéneo de las infraestructuras sanitarias. Y, sobre todo, no se ha logrado diseñar un foro con competencias reales que garantice la coherencia del Sistema Nacional de Salud, ya que el Consejo Interterritorial del SNS no puede actuar de forma ejecutiva porque es una instancia meramente consultiva. Ni que decir tiene que ésta es la auténtica asignatura pendiente de un sistema sanitario como el español que, se encuentra entre los más valorados a nivel mundial.
Pero como parece que a los responsables políticos les gusta la frase del 'más difícil todavía', en la última semana nos hemos encontrado con dos nuevas realidades: una en clave autonómica y otra a escala nacional, pero ambas que afectan medularmente al campo farmacéutico. La primera de ellas es la desaparición de la Dirección General de Farmacia del organigrama de la Consejería de Sanidad de la CAM. La segunda, la nueva estructura ministerial de España, en la que, aún sin saber hasta dónde llegaran los cambios, se han quitado piezas del Ministerio de Sanidad para integrarlos en el Ministerio de Innovación, cuya titular es Cristina Garmendia.
Los responsables políticos acostumbran a tranquilizar las dudas periodísticas afirmando que las nuevas estructuras corresponden necesidades emergentes dentro de un mundo cambiante. O lo que es lo mismo, dar rodeos para no decir nada. Pero las preguntas, tozudamente, persisten. Tendremos que habituarnos a ver cómo se dispersan las responsabilidades en materia de prestación farmacéutica, ¿o esperamos a que nos regulen desde Bruselas?
Y otro tanto sucede en lo referente a los cambios competenciales con la aparición de nuevas carteras ministeriales. Por ejemplo el Instituto de Salud Carlos III pasará en buena parte a depender del nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación, aunque Sanidad retenga otras áreas. Es discutible, aunque aceptable, la idoneidad de la creación de un departamento ministerial que se encargue de fomentar la innovación en un país que quiera ser competitivo internacionalmente, a sabiendas de que tal posición sólo se logrará a través de liderar la I+D+i. Pero no es de recibo que se publique un nombre en el BOE y que sea después cuando se intente deshacer un puzle para formar otros dos.
Parece que estamos sumidos en una especie de tsunami reorganizativo de consecuencias imprevisibles. Y mientras tanto nuestro SNS tiene que seguir atendiendo a los usuarios, relacionándose con proveedores, coordinándose (cómo buenamente pueda) con las administraciones competentes... Y todo ello sin perder el compás.
Parece que queremos apuntarnos a una nueva modalidad de los deportes-aventura, y no nos sirve descender barrancos a 3.000 metros, preferimos poner nombres y luego buscar contenidos. Quizás sea una aportación a la teoría del caos, en clave española.
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