Hay trabajadores que, literalmente, se dejan la piel en el trabajo. Son profesionales de la construcción, la agricultura, la peluquería, la sanidad y otros muchos sectores que día tras día exponen su epidermis, especialmente sus manos, a productos que acaban causando daños.
Datos del registro de enfermedades laborales del Instituto Nacional
de Estadística correspondientes a 2006 indican que las dermatitis por
exposición representan el 6,38% de las enfermedades laborales, pero los
expertos coinciden en que no se les presta suficiente atención. Son
dolencias claramente infradiagnosticadas, según Ana Giménez Arnau,
dermatóloga y organizadora de un curso sobre dermatosis profesionales
celebrado por el hospital del Mar de Barcelona. "Las enfermedades
laborales de la piel no son un trastorno que ponga en riesgo la vida,
pero sí son un problema de gran impacto médico y social, pues
interfieren en la calidad de vida de las personas", explica Giménez
Arnau. Si no son muy graves, el trabajador aguanta, no les presta la
atención que debería y, como solución temporal, se aplica cremas
hidratantes. Cuando acude al médico, muchas veces no se le deriva al
especialista, con lo que tampoco se realizan pruebas específicas para
diagnosticar la patología y averiguar qué sustancia la está causando.
Son pruebas epicutáneas que sólo realizan los dermatólogos. Más
conocidas como pruebas del parche, permiten concretar la sustancia que
causa la sintomatología. Si no se diagnostica, no queda
constancia en el registro nacional de enfermedades laborales, en el
que, además, muchas enfermedades dermatológicas quedan diluidas en
otras. "Los registros oficiales que tenemos en España no nos permiten
conocer la cifra real, porque cuando se registran los enfermos se
clasifican por las sustancias y agentes causantes, y no por patología o
el órgano afectado; seguramente, las cifras reales no deben estar lejos
de los datos de otros países como Estados Unidos, donde las afecciones
de la piel suponen hasta el 60% del total de enfermedades
profesionales", explica Dolores Guimaraens, dermatóloga y asesora de
riesgos laborales dermatológicos del Instituto Nacional de Seguridad e
Higiene del Trabajo, con sede en Madrid. "Y las que cursan sin
baja, que pueden ser bastantes, no están contabilizadas", añade Lydia
Navarro, especialista del servicio de prevención de riesgos laborales
del hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. Más del
90% de las dermatitis laborales son eccemas de contacto, y afectan
sobre todo a los profesionales que tienen sus manos en remojo durante
buena parte de la jornada laboral, como ocurre en la hostelería y las
peluquerías. "Se pierde la barrera protectora, los lípidos o las grasas
que protegen la piel, lo que permite que si la persona está en contacto
con otras sustancias irritantes les acaben causando eccema de contacto
por irritación", explica Giménez Arnau. En las peluquerías son
muchos los productos químicos que se manipulan susceptibles de causar
daño, pero es la p-fenilendiamina, que se utiliza en los tintes de
pelo, la que tiene mayor impacto. En la hostelería, igual que en
enfermería, el constante uso de detergentes para lavarse las manos
también acaba erosionando la piel, irritándola y dejándola desprotegida
ante otros productos también agresivos. Los síntomas del eccema
son claros: piel enrojecida, sarpullido y picores, hasta tal punto que
algunas personas se rascarían hasta arrancarse la piel. "Cuando la
persona se rasca, la piel se endurece más y se perpetúa la lesión",
explica Giménez Arnau. La solución: dejar de estar en contacto con la
sustancia al menos durante un tiempo, acudir al dermatólogo para
aplicar el tratamiento adecuado y, de vuelta al trabajo, utilizar
guantes protectores. Pero no siempre hay cura. "Si se deja de
estar en contacto con la sustancia, el eccema irritativo se acaba
curando. El problema es que hay algunas personas con predisposición
para adquirir memoria inmunológica, es decir, que el eccema puede
entonces ser alérgico", explica Giménez Arnau. Ocurre con sustancias de
bajo peso molecular, que se introducen en la piel, se unen a sus
proteínas e inducen esta memoria permanente. Se encuentran en muchas
sustancias, como resinas, aleaciones en las que se utiliza el níquel y,
de nuevo, en tintes de pelo. El listado de sustancias y
profesionales que las sufren es muy largo. En la construcción se unen
la humedad que destruye la protección natural de la piel, las
inclemencias del trabajo a la intemperie, y sobre todo el contacto con
el cemento. A sus componentes básicos, la caliza, la arcilla y el yeso,
que tienen un alto poder irritativo, se les añaden sustancias varias,
como resinas, que también son capaces de producir alergia de contacto. Los
metales también pueden acabar creando alergias cutáneas, como ocurre
con el cromo y el níquel. El níquel forma parte de la composición de
las monedas de euro, por lo que este metal está detrás de los eccemas
alérgicos que desarrollan algunas personas que manipulan dinero durante
toda la jornada. También los joyeros pueden tener problemas con algunas
aleaciones metálicas. En la agricultura y la jardinería, los
pesticidas y el contacto con algunas plantas pueden causar eccemas,
tanto de contacto como alérgicos. También pueden aparecer urticarias
por tocar algunas flores, como los crisantemos o la prímula. "En estos
casos aparecen ronchas de forma inmediata", aclara Giménez. También
ocurre con el látex, con la manipulación de algunos alimentos o por el
contacto con el ácido sórbico, que se utiliza como conservante. Los
expertos concluyen que el mejor remedio es la prevención. "La elección
del guante adecuado es muy importante porque hay elementos que pueden
penetrar en el guante", concluye Guimaraens. También hay que valorar la
exposición por otras vías, por ejemplo la aerotransportada, por el aire.
Las nuevas alergias por contacto
El listado de productos que pueden causar alergias dermatológicas
por exposición en el trabajo elaborado por los dermatólogos es muy
largo. Y además, va en aumento. La dermatitis también puede aparecer
por el contacto con proteínas de alimentos como carne, pescado, frutas,
verduras y cereales. Uno de los eccemas más comunes es el que sufren
los empleados de las carnicerías y las percaderías. En los últimos
años, el mayor consumo de cocina japonesa, en la que se manipula
pescado crudo o ahumado, ha aumentado la incidencia de estas
reaccoines, según explica An Goossens, dermatóloga del Hospital
Universitario Católico de Leuven, en Bélgica. En el punto de mira de
los dermatólogos también se encuentran los biocidas, que se utilizan
como conservantes o antisépticos. "Se emplean para proteger productos
fabricados con agua, como cosméticos, productos farmacéuticos de uso
tópico, productos de uso doméstico y colas y pinturas", explica
Goossens. Destaca los derivados de las isotiazolinonas, que se utilizan
en la industria textil para fabricar tejidos que se protegen frente a
los ácaros, y el traslación, que se utiliza para evitar el olor a
sudor. En ambos casos, se han descrito alergias cutáneas en
trabajadores de diferentes industrias, explica Goossens.
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