Pérdida de memoria, mala concentración, despistes, dolor de cabeza, inestabilidad al caminar, alteración de los sentidos, fatiga... y, en los casos más graves, demencia. Aunque las secuelas neurológicas de la quimioterapia son bien conocidas por los oncólogos, hasta ahora no estaban muy claras sus bases fisiológicas y este fenómeno no se había estudiado en profundidad en el laboratorio.
Un estudio con ratones publicado esta semana en la revista 'Journal
of Biology' ha permitido comprender cómo afecta una de las
quimioterapias más utilizadas hoy en día (el 5 fluoracilo) a algunas de
las células del cerebro.
Los autores de este estudio, llevado a cabo en la Universidad de Rochester (EEUU), insisten antes de comentar sus resultados que
este quimioterápico supone un beneficio sustancial para pacientes con
tumores de colon, recto, mama, estómago, páncreas, ovarios o intestinos...
Pero precisamente porque es un tratamiento ampliamente utilizado y que
seguirá siendo la terapia estándar contra muchos tipos de cáncer "es
importante conocer cómo se producen los daños cerebrales".
Deterioro de la mielina
La investigación ha descubierto que el fármaco (5-Fu) ataca
directamente a los oligodendrocitos, encargados de producir la mielina
en el sistema nervioso central. Esta sustancia recubre las fibras
nerviosas del organismo, actuando como protectora y facilitando que
transmitan adecuadamente las órdenes desde el cerebro hasta el resto
del cuerpo. Si la mielina no se renueva constantemente, la comunicación
entre las células nerviosas se transmite con dificultad.
En los ratones del experimento, por ejemplo, la mielina había desaparecido prácticamente por completo al cabo de seis meses de tratamiento;
lo que provocó que los estímulos tardasen en llegar desde su oído hasta
su cerebro. Además, los daños en el sistema nervioso central de los
animales empeoraron con el tiempo.
Los expertos reconocen que las secuelas neurológicas pueden aparecer incluso años después de terminar el tratamiento,
y pueden variar dependiendo del tipo de cáncer, de la duración del
tratamiento, de la combinación de quimioterapia empleada o de la dosis
de fármacos acumulada. Un estudio de la misma universidad señaló
recientemente que hasta el 30% de las mujeres con cáncer de mama sufría
algún tipo de secuela cognitiva dos años después de la 'quimio'.
A diferencia de la radioterapia que se administra en el cerebro, los
daños a largo plazo relacionados con la 'quimio' no se habían estudiado
en profundidad y existen pocos trabajos que hayan indagado en sus bases
fisiológicas. A diferencia de las radiaciones, explican los autores,
parece que los efectos retardados de la 'quimio' serían independientes
de la inflamación y los daños vasculares en el cerebro. Habrá que
seguir estudiándolo, admiten, "porque conocer estos problemas es el primer paso para prevenirlos".
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