Los pacientes con hepatitis C que alcanzan la curación disminuyen el riesgo de cirrosis hasta prácticamente cero. Ésta es la conclusión de un estudio español presentado en la XLIII Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (EASL, según sus siglas en inglés).
“Nos encontramos con esta cifra cuando intentábamos ver el impacto de la terapia estándar, interferón pegilado y ribavirina, en una serie de más de 800 pacientes -dice Forns-. Quizá un dato negativo y que hay que tener en cuenta es que en aquellos enfermos que no se curan, sobre todo los que además tienen una edad avanzada, el riesgo de progresar a cirrosis es elevado. En los próximos años tendremos que centrarnos en estos pacientes y luchar para que puedan recibir tratamiento triple con nuevos fármacos”. El segundo estudio coordinado por Forns, miembro del comité científico de la EASL, analizaba el tratamiento de los pacientes con hepatitis C que están en lista de espera para recibir un trasplante de hígado. “Este ensayo ha demostrado que podemos evitar la infección del injerto por el virus C antes del trasplante en uno de cada cuatro enfermos. Hemos detectado que en pacientes con enfermedad avanzada el tratamiento estándar aumenta el riesgo de infección bacteriana. Por tanto, la conclusión de este trabajo es que hay que tratarles pero seleccionándolos muy bien”. Por otro lado, hasta ahora el método ideal para medir la fibra en el hígado era la biopsia hepática. El último estudio presentado por el grupo de Forns utiliza otra técnica nueva, el Fibroscan, para medir la fibrosis hepática de forma muy precoz -en los primeros meses después del trasplante-. “De esta manera podemos ver qué enfermos tienen un mayor riesgo y tratarlos rápidamente. Ya habíamos probado las ventajas del Fibroscan en pacientes trasplantados, pero ahora hemos observado que utilizándolo precozmente se consigue agilizar el abordaje de esta patología”. Este método mide la elasticidad de un cilindro hepático, una muestra cien veces mayor que la obtenida en la biopsia. Además, es ampliamente aceptado por los pacientes al tratarse de una técnica no invasiva. Donante y receptor Los riesgos que corren tanto el donante como el receptor en el trasplante de hígado se agudizan en determinadas situaciones. “Lógicamente, cada vez hay menos accidentes de tráfico, con lo cual la edad de los donantes va subiendo y eso tiene un impacto importante en el pronóstico del trasplantado. La discusión versa sobre a quién le va mejor este hígado que procede de un donante añoso”, ha comentado Forns, moderador de una mesa en la que “no se ha llegado a grandes conclusiones, sin embargo, se han mostrado datos que pueden ayudar a que en unos años tengamos una mayor idea sobre cómo actuar”. En la actualidad, la mayoría de centros utilizan un sistema en el que se prioriza al receptor que está en lista. Así, los pacientes más graves son trasplantados antes que los que tienen menos probabilidad de morir mientras esperan un órgano. “Este método de actuación parece muy fácil porque se basa en un número que deriva de una serie de parámetros objetivos. Pero no es tan sencillo, ya que la medicina no es matemática y hay excepciones. Lo que significa que siempre hay pacientes que no se ven bien representados en estas puntuaciones que miden la gravedad de la enfermedad”. ¿Hay que trasplantar a pacientes que están muy graves o son demasiado mayores? “Es muy sencillo establecer criterios para meter pacientes en lista de espera pero éticamente es muy difícil sacarlos de ella. No se sabe si la sociedad aceptaría este reto, puesto que es un tema que varía dependiendo del país y de la cultura. No obstante, ¿es ético utilizar un recurso que no da muy buenos resultados? Para poder decidirlo habría que establecer una serie de criterios. Existen ciertas ocasiones, como cuando nos encontramos con pacientes con cirrosis muy avanzada, en las que la decisión está más clara, ya que el hecho de trasplantarlos afecta al pronóstico y baja la supervivencia. En palabras de Forns, otros casos que plantean una especial problemática son los pacientes que se trasplantan por una cirrosis provocada por hepatitis C, porque el virus C posiblemente recurra en el injerto. “Por esta razón, no podemos añadirles otro daño como el que acarrea un hígado de un donante muy mayor. Esto complicaría mucho el manejo de la lista porque nos obliga a hacer excepciones”. |