Muchos animales pueden sentir los campos magnéticos de la Tierra. ¿Por
qué no podrían entonces los humanos? Ésta es la pregunta en la que Oleg
Shumilov del Instituto de Problemas Ecológicos del Norte Industrial, en
Rusia, ha basado el estudio que ha presentado en la reunión anual de la
Unión Europea de Geociencias, celebrado en Viena (Austria), y que se
publica en New Scientist.
Shumilov ha observado la actividad de los
campos geomagnéticos de la Tierra desde 1948 hasta 1997 y ha encontrado
que se agrupan en tres cúspides estacionales cada año: una entre marzo
y mayo, otra en julio y la última en octubre. Sorprendentemente también
ha encontrado que las cúspides de geomagnetismo se asocian con los
máximos del número de suicidios en el norte de Rusia, en la ciudad de
Kirovs.
El investigador ha admitido que una
correlación como ésta no necesariamente significa que haya una unión
causal, pero ha señalado que han sido muchos los estudios que ya han
sugerido una relación entre la salud humana y el geomagnetismo.
Tormentas geomagnéticas
Los
psiquiatras también han percibido la unión entre la actividad
geomagnética y los índices de suicidio. Un informe de hace trece años
con datos de los suicidios y las tormentas magnéticas en Sudáfrica
señalaba esta relación. Estas tormentas (periodos de alta actividad
geomagnética por la gran flama solar) se han relacionado también con la
depresión clínica.
En 1994, un estudio señaló un
incremento del 36,2 por ciento en el número de hombres que ingresaron
en el hospital por depresión la segunda semana de tormentas
geomagnéticas. ¿Cuál puede ser la causa de esta relación? Si hay una,
permanece desconocida.
“La explicación más plausible
es que estas tormentas pueden desincronizar los ritmos de cada día y la
producción de melatonina”, según Kelly Posner, psiquiatra de la Universidad de Columbia,
en Estados Unidos. La glándula pineal, que regula la actividad diaria y
la producción de melatonina, es sensible a los campos magnéticos.
Las
tormentas geomagnéticas podrían alterar los relojes corporales,
precipitando trastornos afectivos estacionales que además incrementan
el riesgo de suicidios.
Así parece quedar pequeña la
duda de que las respuestas del cerebro a los campos electromagnéticos
pueden desencadenar contracciones musculares cuando se ubican en la
cabeza de una persona. Sin embargo, Shumilov no cree que la actividad
geomagnética influya en todo el mundo por igual.
El
investigador ha presentado también en su estudio los datos de 6.000
mujeres embarazadas que se habían sometido a escáneres rutinarios del
ritmo cardiaco de sus fetos entre 1995 y 2003. En el 15 por ciento de
los fetos, los periodos de alteración en los ritmos cardiacos
coincidieron con los de alta actividad geomagnética.
Shumilov
acepta que los niveles de luminosidad en los países del norte puedan
influir en la depresión, pero cree que el geomagnetismo puede ser otro
factor y, además, uno de los subestimados.
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