A unque hace seis años que nacieron los mellizos, a Laura le quedó una
marca indeleble en la barriga. Dos hematomas que no se quieren ir le
recuerdan las 280 inyecciones que tuvo que darse durante todo el
embarazo. Esos pinchazos diarios fueron los que le permitieron
convertirse en madre, y superar una experiencia que le cuesta recordar
y cuenta con pocas palabras. Antes de los mellizos, perdió un embarazo
cuando ya estaba de seis meses. Sufrió un infarto de placenta y el feto
murió.
Lo primero que le dijo el médico fue que la culpa la tenían los pocos
cigarros que fumó durante el embarazo. Pero el diagnóstico, que hizo
sentir tan culpable a Laura, fue erróneo. Seis meses después de perder
su primer embarazo, se enteró que padecía el síndrome
antifosfolipídico. Es una enfermedad que produce una coagulación
excesiva de la sangre y que durante el embarazo es particularmente
peligrosa porque puede cortar la irrigación hacia la placenta que
dejaría de alimentar al feto.
Los mellizos forman parte de los 5.000 niños uruguayos que, como
mínimo, nacieron gracias a la detección y el tratamiento del síndrome
antifosfolipídico desde que se empezó a diagnosticar. Es una cifra
conservadora: toma en cuenta a las mujeres que se atendieron en el
Centro Especializado en Afecciones de Hemostasis y Trombosis (Ceaht).
Por eso, aunque no hay estadísticas oficiales, según datos que maneja
el doctor Justo Alonso, profesor titular de la Cátedra de
Ginecotocología C de Facultad de Medicina, la cifra podría superar los
25.000 nacimientos en los últimos 10 años.
Antes, el diagnóstico no se hacía hasta que la mujer perdía al menos
tres embarazos. "Cuando arrancamos con los tratamientos, hace 20 años,
veía mujeres que habían vivido hasta siete abortos. Es imposible
explicar el sufrimiento de esas mujeres", cuenta la hematóloga Ana
María Otero, directora de Ceaht.
Entre los diplomas que cuelgan en el consultorio de Otero, ocupa un
lugar especial el Gran Premio Nacional de Medicina de 1996, que recibió
junto a los ginecólogos Enrique Pons y Ricardo Pou por el trabajo de
investigación "síndrome antifosfolipídico y pérdida recurrente de
embarazo". Ese diploma es el símbolo más claro de una enfermedad en la
que la medicina uruguaya se destacó desde un principio.
Hoy, entre un 10% y un 20% de total de embarazadas se trata con
anticoagulantes, según la Cátedra de Ginecotocología C. Eso implica que
el sistema de salud, público y privado, gasta cada año 7.500.000
dólares, como mínimo, en estos tratamientos.
Esa cifra se puede leer como "inversión" en un país en el que desde
2004 nacen menos niños de los necesarios para reponer la cantidad de
habitantes, como revela el libro Importante pero Urgente, políticas de
población en Uruguay.
Es la visión de Otero. "Yo siempre digo, ¿cuánto vale invertir para
80 años de vida? Porque es el promedio de vida de un recién nacido.
Cuando uno ve, por ejemplo, un paciente de 70 años con un infarto,
nadie duda en darle los mejores cuidados. Y va a gastar muchísimo más
que una embarazada" sostiene Otero.
Pero hay ginecólogos que no hablan de inversión sino de "gasto
desmedido" en un contexto de "sobre diagnóstico". Es lo que sostiene,
por ejemplo, Alonso. Señala que cada vez recibe más pacientes que
llegan a la consulta ginecológica y piden que les manden un examen de
sangre para buscar anticuerpos antifosfolipídicos "porque una amiga
tiene". El tema es que si uno busca en la población general, un 20%
presenta algún marcador de aumento de la coagulación de la sangre.
"Pero eso no significa que vayan a hacer un síndrome antifosfolipídico
durante el embarazo. Es más, la mayoría no lo van a hacer" sostiene el
catedrático. Y aporta el dato: sólo el 5% tendrá complicaciones como
consecuencia del síndrome. "Al sistema de salud le cuesta mucho dinero
mantener a cantidad de mujeres anticoaguladas" destaca el ginecólogo.
El tema pasa por diagnosticar sin exagerar. En eso están de acuerdo
todos los consultados. Otero también siente que se está sobre
diagnosticando y que las mujeres consultan antes de tener elementos
para pensar que padecen el síndrome. Eso queda en evidencia en su
propia agenda. Tiene la consulta saturada. Cada mes, recibe 15
pacientes nuevas. Y, hace 10 años, atendía un solo caso nuevo al mes.
"Antes se decía que el síndrome antifosfolipídico se da en la mujer
que perdió tres o más embarazos. Eso ya no existe más. Yo no puedo
decirle a una mujer que siga perdiendo embarazos para poder estudiarla"
reconoce Otero. Pero agrega que ahora muchas mujeres se quieren hacer
el estudio antes del embarazo. Y que, en realidad, la presencia del
anticuerpo no quiere decir que la persona tenga el síndrome. "El
síndrome se da cuando ese anticuerpo está presente y genera
complicaciones. Por eso, tener el anticuerpo no es una condición para
tratarse con anticoagulantes sino para vigilar más de cerca".
Son las dos caras de la enfermedad ginecológica "de moda", como la
califica Alonso. Por un lado, el diagnóstico es cada vez más precoz y
de esa forma se logran evitar complicaciones durante la gestación. Por
otro, cada vez son más las embarazadas que se inyectan diariamente con
Clexane, el nombre de la heparina de bajo peso molecular más usada en
el tratamiento (que cuesta entre 3.000 y 10.000 dólares) de esta
enfermedad. El precio aumentará cuando más alta sea la dosis. La más
baja, que también se administra con inyecciones diarias, se prescribe
en aquellas pacientes que obtuvieron un resultado positivo en sangre
pero no se llegó a demostrar que padezcan el síndrome.
Además de los costos, el tratamiento prolongado con Clexane aumenta
el riesgo de sufrir osteoporosis, advierte Alonso. Y pide calma. "Con
las técnicas actuales, con la ecografía doppler podemos hacer un
seguimiento perfecto de la embarazada con algún problema de coagulación
sin necesidad de medicarla antes que se demuestre que lo necesita". Y
aporta otro elemento: cuanto más alta sea la clase social, mayor será
el porcentaje de embarazadas tratadas con anticoagulantes.
Uruguay, país pionero. Empezó hace 20 años. El grupo integrado por
Otero, Pou y Pons decidió preparar las técnicas de diagnóstico y
tratamiento para empezar a trabajar con las mujeres que llegaban a
consultar porque habían perdido varios embarazos. Los médicos
detectaron que en las pacientes con antecedentes de abortos
espontáneos, sólo un 30% llegaban con éxito al término del embarazo.
Esa fue la población en la que empezaron a probar un tratamiento contra
el síndrome antifosfolipídico que no se usaba en casi ninguna parte del
mundo.
El resultado superó todas las expectativas. El 95% de las mujeres
tratadas, que habían tenido problemas gestacionales, lograron dar a luz
sin inconvenientes.
Otero cuenta que empezaron a compartir la experiencia en congresos
internacionales "pero como Uruguay es un país chiquito, nadie nos
prestaba demasiada atención". Así, en 2002, Uruguay se convirtió en el
primer país en contar con un consenso médico sobre este tema.
Hematólogos, ginecólogos, internistas, endocrinólogos, ecografistas y
pediatras establecieron pautas de diagnóstico y tratamiento (como por
ejemplo el uso de heparinas y aspirinas en bajas dosis). En 2005 se
aprobó el primer consenso mundial sobre el tema en Australia, que
indicaba prácticamente lo mismo que el uruguayo.
"Cuando empezamos había mucho prejuicio, había gente que no quería
estudiar a los pacientes" recuerda Otero. Pero reconoce que el sistema
de salud se hizo cargo de los costos de los tratamientos desde un
primer momento, tanto a nivel público como privado.
Un autoanticuerpo. El problema del antifosfolipídico es que es un
anticuerpo que no está dirigido "contra ningún agente agresor al
organismo", explica Otero. Por el contrario, ataca a las proteínas y
fosfolípidos del propio organismo. Por eso la hematóloga habla de un
"autoanticuerpo".
Los anticuerpos son proteínas que forman el sistema inmunitario y
que actúan como defensa contra las infecciones. Los fosfolípidos son
muy importantes en todas las reacciones de la coagulación, explica
Otero. El problema es que cuando está presente su anticuerpo, activa de
forma exagerada la coagulación de la sangre. "Si se solidifica la
sangre adentro de la arteria, forma un trombo".
Las consecuencias son incluso más severas y frecuentes durante el
embarazo. La placenta es un órgano con millones de vasos sanguíneos,
que consta de dos partes separadas por una membrana: la materna y la
del feto. De ahí el embrión saca todo lo necesario para crecer. Si la
madre empieza a coagular en exceso, tapa vasos sanguíneos y, de esa
forma, disminuye la alimentación de ese feto. El embrión crecerá cada
vez menos. Además, puede producirse un desprendimiento de la placenta
en las zonas en las que deje de circular la sangre. Deriva en bebés de
bajo peso o, si la obstrucción sanguínea es más importante, en la
muerte fetal.
Eso fue lo que le pasó a Laura en su primer embarazo. La coagulación
excesiva llevó a que la placenta dejara de alimentar al feto. Su
historia deja claro que cuando se diagnostica bien, la inyección diaria
con heparina es la línea que separa la vida de la muerte. "Al final,
las inyecciones ni me dolían" concluye Laura.u
Algunos indicios para sospechar
El diagnóstico del síndrome antifosfolipídico se debe realizar
cuando una mujer tiene un aborto o presenta problemas durante el
embarazo. Por ejemplo, cuando el feto crece por debajo de los
parámetros normales. Además, se indica un examen ante cualquier
manifestación que haga pensar que la placenta no funciona bien.
Una respuesta a un agente desconocido¿Qué causa este síndrome? Es una pregunta que sigue sin respuesta.
Otero explica que la mayoría de las veces no se encuentra la causa.
"Hay un pequeño porcentaje de mujeres que tienen esos anticuerpos en
forma secundaria a un lupus. Pero la mayoría de las que vienen por
problemas gestacionales tienen el síndrome primario". Para la
hemotóloga, puede ser una respuesta a un "estímulo viral o
medicamentoso".
Últimamente, corrió el rumor de que la causa del síndrome podría
haber sido una partida de una vacuna en mal estado que llegó a Uruguay
hace décadas y que generó esta respuesta en gran parte de las mujeres
que recibieron esas dosis cuando eran niñas. Otero responde que, a
nivel científico, nadie maneja esa hipótesis y que sería muy raro
"porque esa misma partida tendría que haber llegado a Europa y Estados
Unidos. Y destaca que no hay más casos: "el tema es que ahora se
diagnostica y antes no". Comentarios reservados a usuarios registrados. Por favor ingrese al sistema o regístrese. Powered by AkoComment! |