Quedan varias incógnitas por despejar, como cuándo hay que iniciarla, pero la dieta cetogénica parece tener utilidad en algunos procesos epilépticos asociados a enfermedades metabólicas.
Hace años se empezó a hablar de los beneficios que podían tener las
dietas ricas en grasas, en las que las cetogénicas encabezan el
ránking, con una reducción de las crisis epilépticas, sobre todo en no
respondedores a fármacos. De hecho, los primeros datos se remontan
hasta 1920, pero los mecanismos subyacentes permanecen poco claros.
Parece ser que las dietas ricas en grasas y escasas en hidratos de carbono imitan las respuestas bioquímicas a la inanición,
cuando los cuerpos cetónicos mantienen la demanda de energía del
cerebro en lugar de los azúcares. Hasta ahora, los estudios eran
observacionales, pero el que se publica en el último número de The Lancet Neurology,
coordinado por Helen Cross, profesora de Pediatría de la Universidad de
Londres, es el primero randomizado que prueba la eficacia de la dieta
cetogénica en 145 niños con edades comprendidas entre los 2 y los 16
años, que tenían al menos una crisis epiléptica diaria o siete a la
semana. Se hicieron dos grupos: uno de 73 niños que
comenzaron una dieta cetogénica de forma inmediata y otro de 72 que se
incorporaron tres meses más tarde. En los dos grupos no se produjo
ningún cambio en el tratamiento. El grupo de Cross consiguió reunir los
datos completos de 54 niños del grupo de la dieta y de 49 del control,
el que inició la dieta con un retraso de tres meses.
La
frecuencia en la tasa de crisis se redujo en un tercio en el grupo que
siguió la dieta desde un principio y aumentó en un tercio en los que
comenzaron a los tres meses. En cinco niños del grupo tratado se
produjo una reducción de las crisis por debajo del 90 por ciento frente
a ninguno del grupo control.
Los efectos adversos más destacados
fueron estreñimiento, vómitos, poca energía y hambre. Cross está
convencida de la eficacia de la dieta y cree que se debe incluir en el
manejo de estos pacientes.
Juan José García Peñas, coordinador
de la sección de Neurología del Hospital Niño Jesús, de Madrid, ha
destacado la solvencia del estudio, avalada por la experiencia de la
autora.
No obstante, ha puntualizado que su utilidad se
restringe a casos específicos, sobre todo a encefalopatías epilépticas,
como el síndrome de West, en casos no respondedores y, sobre todo, el
de Lenox. "En estos pacientes la epilepsia contribuye a un gran
deterioro neurológico y en los sujetos con Lenox la respuesta ha sido
muy espectacular".
García Peñas ha recordado que en determinadas
enfermedades con epilepsias puede ser el único tratamiento; así ocurre
en patologías mitocondriales, como el déficit de
piruvato-deshidrogenasa y la deficiencia del transportador cerebral de
la glucosa. "Son lesiones poco conocidas, pero con epilepsias
devastadoras". Queda por determinar cuándo comenzar la dieta. "Ahora la
empezamos en pacientes ya muy avanzados".
Una solución con altibajosA principios del siglo pasado se observó un hecho curioso: los epilépticos ingresados en los hospitales mejoraban cuando pasaban épocas de ayuno
o de hambrunas, que normalmente coincidían con periodos bélicos.
Basándose en estos datos, se diseñó una dieta en la que se reproducía
la situación del ayuno y la producción de cetonas. Hay que tener en
cuenta que en ese periodo aparecían los primeros fármacos
antiepilépticos.
A medida que se avanzaba en la farmacología, se
iba perdiendo interés por la dieta cetogénica, sobre todo en los años
90 cuando comenzó la eclosión de los nuevos fármacos y de los
tratamientos de neuroestimulación del nervio vago.
Juan José
García Peñas, del Hospital Niño Jesús, de Madrid, ha explicado que ha
vuelto a surgir a partir del aumento de pacientes farmacorresistentes,
que se sitúa entre el 25 y el 30 por ciento.
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