Los poderes psicotrópicos del cannabis, un derivado extraído de la planta del cáñamo ('Cannabis sativa'), son conocidos por el ser humano desde hace miles de años. Sus 'propiedades embriagadoras', como decía ya Herodoto en el siglo V, se deben fundamentalmente al delta-9-tetrahidrocanabinol (THC), el cannabinoide responsable de sus efectos en el cerebro.
Cuando el consumidor inhala esta sustancia, generalmente fumando, el
THC llega rápidamente al cerebro a través del torrente sanguíneo, por
lo que sus efectos se sienten a los pocos minutos y pueden durar hasta
dos o tres horas. Si se consume masticado, la cantidad de
tetrahidrocanabinol que alcanza el cerebro es menor y tarda más en
hacer efecto, porque se absorbe más lentamente.
El THC se encuentra en diferentes proporciones según el preparado que
se utilice: marihuana (que es el resultado de la trituración de flores,
hojas y tallos secos, con una concentración de entre el 1% y el 5%. );
hachís (elaborado a partir de la resina de las flores de la planta
hembra y con una concentración del 15%-50%) o aceite de hachís (resina
de hachís disuelta y concentrada al 25%-50%).
Como destacan los especialistas del Plan Nacional sobre Drogas, justo
después del consumo se produce lo que se conoce como 'borrachera
cannábica': sequedad de boca, ojos rojos, taquicardia, descoordinación,
risa incontrolada, somnolencia, y alteración de la memoria, la atención
o la concentración. Una sensación de euforia que no tarda en
transformarse en un síndrome 'amotivacional' y una pérdida de interés
por las cosas.
Riesgos desconocidos
Como explica a elmundo.es Amador Calafat, psiquiatra y director de la
revista 'Adicciones', en las últimas décadas se había extendido en
España y en otros países europeos "la sensación de que el cannabis era
inocuo. Y parecía que el que no se tomaba un porro no se enteraba de lo
que era bueno". No parece casualidad que sea la droga ilegal más
consumida en todo el mundo; en 2003, el 30% de los españoles entre 15 y
64 años declaraba haberla probado alguna vez.
En su opinión, esta creencia generalizada se benefició de una cierta
complicidad de algunos medios de comunicación ("que apoyaron la
legalización"), de lo que él llama el "lobby del 68", y de "los vacíos
científicos que existían sobre sus riesgos". Sin embargo, añade, ahora
ya no quedan dudas sobre cuáles son los efectos del consumo de
cannabis, tanto a corto como a largo plazo.
En el Reino Unido, por ejemplo, el gobierno acaba de endurecer la
clasificación de esta droga para aumentar las penas de prisión para los
consumidores y "proteger la salud de la gente joven".
Por un lado, explica Calafat, se ha demostrado que los problemas de
concentración y de memoria "tienen efectos devastadores en el futuro de
los jóvenes, porque les pilla en la mejor época de la vida para
estudiar. Muchos de ellos experimentan dificultades de aprendizaje y
abandonan los estudios antes de tiempo".
"Algunos trabajos apuntan a que estas capacidades cognitivas se pueden
recuperar en parte al abandonar el hábito y salir de la intoxicación
crónica que sufren los fumadores habituales, pero otras investigaciones
señalan que quedan importantes secuelas en algunas áreas cerebrales",
añade por su parte el doctor Magí Ferrer, miembro de la Comisión
Clínica de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre
Drogas.
Además, su consumo habitual puede generar dependencia y adicción (entre
el 7% y el 10% de los casos) y existen evidencias que demuestran que
las formulaciones modernas tienen mayor concentración de THC que el
cannabis que se fumaba en los años sesenta; lo que aumenta sus efectos.
Unos riesgos que, según coinciden los especialistas, siguen sin ser aún
bien conocidos por la sociedad (en 1994, el 60% de los escolares
españoles consideraba más peligroso fumarse un paquete diario de
cigarrillos que tomar un porro esporádicamente).
Problemas mentales
Por ejemplo, el consumo de porros multiplica por dos las probabilidades
de sufrir brotes psicóticos (con más riesgo a mayor dosis). "Parece que
la marihuana podría actuar como desencadenante de estos ataques en
personas con una cierta predisposición genética", advierte Calafat. Los
trastornos se acentúan cuando el consumo se inicia antes de los 15 años
[la media de edad de inicio en España son los 14,7 años], probablemente
porque esta droga causa cambios neurobiológicos en un período clave del
desarrollo cerebral.
Un reciente informe elaborado por expertos de la Oficina de Control de
Drogas de la Casa Blanca (EEUU), advierte de que los adolescentes que
fuman marihuana tienen hasta un 40% más de riesgo de sufrir depresión,
ansiedad, psicosis (alucinaciones) o algún tipo de enfermedad mental;
especialmente en el caso de las chicas. Y aunque no se ha demostrado de
una manera estadísticamente significativa que pueda causar
esquizofrenia, sí parece que empeora sus síntomas y agrava los ataques.
"Es complicado decir si las drogas tienen este efecto por sí mismas o
porque abren la compuerta a algunos trastornos que no se hubiesen
producido sin su consumo", admite Ferrer.
Este mismo documento explica que muchos jóvenes con síntomas depresivos
están recurriendo a los porros para aliviar su malestar, "y no se dan
cuenta de que la marihuana, en realidad, empeora su depresión". Los
consumidores habituales, añade el informe, tienen pensamientos suicidas
con tres veces más frecuencia que los otros chicos de su edad.
Además, el modo de consumo más frecuente es mezclado con el tabaco,
fumado sin filtro y con largas caladas, lo que también podría
incrementar la frecuencia de problemas pulmonares; desde cáncer hasta
patologías cardiovasculares. Por si fuera poco, cada vez más datos
advierten de la implicación del cannabis en los accidentes de tráfico y
de su papel como puerta de entrada hacia otras drogas 'duras'.
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