La mayoría de los trabajos que han demostrado hasta ahora un efecto
protector del ejercicio físico contra el cáncer de mama, se referían a
los tumores que aparecen después de la menopausia. Sin embargo, un 25%
de los cánceres de mama se diagnostican a mujeres premenopáusicas, y
suele tratarse de tumores más agresivos, con peor pronóstico. Una nueva
investigación ha demostrado que hacer deporte en la infancia y
adolescencia puede ser un buen antídoto contra el cáncer de mama
premenopáusico.
No es una cuestión fácil de analizar porque hay que tener en cuenta
multitud de factores, desde el tipo, dosis e intensidad del ejercicio,
hasta la historia reproductiva de la mujer (número de hijos, edad de su
primera regla, lactancia...), sus antecedentes familiares o su peso,
entre otras cuestiones.
En este caso, investigadores de la Universidad de Washington (en
EEUU) analizaron a casi 65.000 enfermeras premenopáusicas incluidas en
un gran estudio denominado el Nurses' Health Study II.
Las participantes, que habían sido incluidas en esta gran investigación
en 1997, tenían en la actualidad entre 33 y 51 años. Durante seis años,
los investigadores les realizaron cuestionarios periódicos sobre sus
hábitos de vida y sobre el tipo de ejercicio físico que habían
practicado desde los 12 años.
Sus análisis demostraron que aquellas que estaban más en forma
tenían hasta un 23% menor riesgo de sufrir un tumor mamario antes de
llegar al climaterio. Aquellas que más se habían 'movido' entre los 12
y los 22 años fueron las que más se beneficiaron de este efecto
protector (un 25% menor riesgo). En el tiempo que duró el trabajo, 550
de las mujeres desarrollaron un tumor de mama.
Tres horas corriendo ó 13 caminando
Los beneficios del ejercicio no se relacionaron con ninguna
actividad o intensidad concreta, sino más bien con el volumen total de
ejercicio físico entre los 12 y los 35 años (porque a partir de esa
edad se produce una reducción generalizada del nivel de entrenamientos
que practican las féminas). Concretamente, las que menor riesgo de
cáncer presentaban corrían alrededor de tres horas a la semana o bien
caminaban 13 horas semanales. "No necesitas ser una corredora de
maratón para beneficiarte de los efectos del ejercicio", apostilla
Graham Colditz, director del estudio.
Tal y como señala el documento, publicado en la revista 'Journal of the National Cancer Institute',
la tasa ajustada de cáncer en este grupo pasó de 194 casos por cada
100.000 personas/año entre las más sedentarias a sólo 136 por cada
100.000 en el subgrupo de las mujeres más activas durante su infancia y
adolescencia.
El ejercicio durante la adolescencia es especialmente importante
porque en este período el organismo femenino es una pura revolución
hormonal, y parece que la actividad física de cualquier tipo es capaz
de reducir los niveles de estrógenos (las hormonas femeninas cruciales
en el germen de muchos tumores de mama).
Como media, un 25% menos riesgo
En este sentido, una segunda investigación publicada esta semana en el British Journal of Sports Medicine
coincide en que el beneficio del ejercicio tiene que ver precisamente
con su acción sobre las hormonas: tanto los estrógenos como la insulina
y sus factores relacionados (que aumentan la proliferación celular).
En este caso, dos investigadores de la Universidad de Melbourne
(Australia) revisaron 62 de los 80 trabajos que se han realizado en
todo el mundo sobre los beneficios del deporte contra el cáncer de
mama. El 76% de ellos ha demostrado que cualquier entrenamiento
moderado o intenso protege a las mujeres, con una reducción del riesgo
respecto a las más sedentarias del 25%-35%.
Especialmente beneficioso resulta el ejercicio de intensidad
moderada durante el tiempo de ocio (también se valoró el que se lleva a
cabo al hacer las tareas de la casa o en el trabajo). Y las que más se
benefician son las mujeres postmenopáusicas, con un peso normal, sin
antecedentes familiares de la enfermedad y que hayan tenido algún hijo.
En este metaanálisis (revisión de varias investigaciones), el
ejercicio resultó más beneficioso si se practicaba durante toda la
vida, aunque la actividad física después de la menopausia y en la
infancia/adolescencia también repercutió positivamente. C. M.
Friedenreich y A. Cust coinciden con sus colegas del primer trabajo en
que habrá que seguir estudiando los mecanismos por los que el deporte
puede frenar el proceso tumoral, aunque sospechan que tiene que ver con
la reducción de los estrógenos, los cambios en la insulina y en otros
factores inflamatorios [promotores del proceso tumoral] así como con su
papel sobre el sistema inmunológico.
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