Con más de 20 fármacos disponibles de cinco familias diferentes y posibilidades casi ilimitadas de combinarlos, los médicos y los pacientes con VIH se enfrentan, desde la primera consulta, a un complicado dilema: ¿Qué medicamentos elegir para iniciar la terapia? ¿Qué mezcla es la mejor? Un equipo de la Universidad de Pittsburgh (EEUU) pretende ayudar a resolver estas cuestiones gracias a un estudio en el que han comparado tres de las combinaciones de antirretrovirales más frecuentes.
Su trabajo, publicado en 'The New England Journal of Medicine',
se realizó con 753 personas seropositivas de 55 centros estadounidenses
que nunca habían tomado fármacos para combatir la enfermedad. De manera
aleatoria, los autores los asignaron a tres grupos distintos. Un grupo
tomaba efavirenz (un inhibidor de la transcriptasa
inversa no análogo de nucleósido, NNRTI) una vez al día más dos
análogos de nucleósidos (NRTI). El segundo grupo recibía liponavir/ritonavir (inhibidores de la proteasa) dos veces al día más dos análogos de nucleósidos y el último combinaba efavirenz y liponavir/ritonavir, sin añadir análogos de nucleósidos.
Tras seguir a los participantes -589 completaron todo el estudio-
durante una media de 112 semanas, los autores han sacado algunas
conclusiones. Lo más destacable es que los individuos del primer grupo,
los del efavirenz, tenían menos probabilidades de experimentar un fracaso virológico,
que se produce cuando la terapia no es capaz de suprimir la carga del
virus en la sangre o dejarlo en niveles indetectables. El 24% de los
pacientes del efavirenz lo sufrieron, frente al 37% y el 29% de los
otros dos grupos, respectivamente. En cuanto al desarrollo de
resistencias y los efectos adversos, no hubo diferencias significativas
entre los tres grupos.
"Aunque los tres regímenes son bien tolerados y eficaces, nuestros
resultados muestran que la combinación de efavirenz con dos análogos de
nucleósidos debería considerarse la mejor terapia para empezar a tratar
el sida", explica Sharon Riddler, coordinadora de este estudio, el
mayor llevado a cabo hasta la fecha sobre este tema, e investigadora
del departamento de enfermedades infecciosas de la Universidad de
Pittsburgh.
Asimismo, esta experta destaca que "los datos sobre la última
terapia, la que no incluye análogos de nucleósidos, que son los
fármacos con mayor toxicidad, han mostrado también su eficacia, lo que abre la puerta a un cóctel de medicamentos más sencillo".
No obstante, a pesar de su recomendación, los autores reconocen lo
complejo que resulta elegir la mejor terapia para un paciente, ya que
hay que tener en consideración muchos factores, por lo que hay que
estudiar cada caso concreto antes de decidir.
Pocos ensayos
Un editorial que acompaña a la investigación, firmado por dos
especialistas del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital
Universitario de Génova, señala que los estudios para averiguar cuál es
la mejor terapia son muy difíciles de realizar.
Primero, porque para conocer bien la eficacia, seguridad y
contraindicaciones de las distintas mezclas farmacológicas hay que
hacer estudios a muy largo plazo, que exigen que se siga a los individuos durante mucho tiempo, y son pocas las personas que están dispuestas a participar.
Además, el artículo recoge que estas investigaciones son caras y a las compañías farmacéuticas no les convienen,
porque no tienen mucho que ganar y sí mucho que perder al comparar sus
fármacos con otros de la competencia que, al final, podrían resultar
mejores.
Sin embargo, gracias al intento de Riddle y compañía, aunque no se
puede generalizar, parece que, en la actualidad, el efavirenz es el
fármaco a tener en cuenta en primer lugar. "¿Cuánto durará en el
trono?", se preguntan los expertos de Génova. "Aunque no se sabe, sí
existen nuevos aspirantes a dominar las terapias, como los inhibidores
de la integrasa o los correceptores", afirman.
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