La equinoterapia conecta a estos animales con pacientes que padecen diversas patologías. El consultorio médico se extiende al campo y logra mejorar notablemente la salud física y emocional.
Yo estoy chocha y gratamente sorprendida, la última clase hasta galopó un poquito. Él va logrando cosas y en muy poco tiempo. "Si no hubiéramos encontrado esta terapia que cayó del cielo, no sé que hubiera pasado con Benjamín.Estoy segura que él siente: si puedo con los caballos, ¿cómo no voy a poder con lo demás?", cuenta emocionada y orgullosa Estela, mamá de Benjamín Rayment de nueve años.
Su
hijo empezó en 2004 a practicar equinoterapia por casualidad. El padece
disfasia, un trastorno funcional por el cual "piensa más rápido de lo
que habla, pero no tiene ningún impedimento físico", explica Estela. "Él es super inteligente y detallista, pero desde que trabaja con caballos noto que se concentra mucho más", agrega.
La primera aparición en el plano terapéutico de un equino se dio en forma azarosa, en 1901.
Ocurrió en Inglaterra, en un hospital donde estaban internados varios
heridos de guerra. La dama que llevó al animal hasta allí notó que los pacientes que lo montaban mejoraban más rápido (eran personas que habían sufrido amputaciones y severos daños).
De manera formal, luego de ese antecedente, durante la Primera Guerra
Mundial aparece el primer grupo organizado de equinoterapia.
Mediadores terapéuticos"Los
caballos tienen la capacidad de reconectarnos con nuestro ser natural,
no hablan, pero utilizan un lenguaje gestual, que es el que
habitualmente predomina también entre los pacientes, pues muchos de los
mismos tienen dificultades en la expresión y comunicación. Entre el caballo y el paciente se genera un vínculo tan especial, que hay que presenciarlo para comprenderlo", relata Graciela Bazzi, médica y directora de la Fundación Argentina Científica Establo Terapéutico (FACET).
La especialista señala que la condición fundamental para formar un equipo de equinoterapia, es que este debe ser multidisciplinario desde
las diferentes ramas de la medicina y sus auxiliares, psicopedagogía,
deporte y gente del ámbito del caballo -como veterinarios, etólogos,
entrenadores y profesores de equitación-. "Todos deben estar capacitados para la actividad y saber que están tratando con personas con necesidades especiales,
a las cuales no se les puede agregar ningún otro problema que por
impericia, imprudencia o negligencia, pudiera ocasionarle un daño anexo
al que ya tienen los pacientes por su patología", advierte.
Con respecto a los caballos, los "mediadores terapéuticos", Graciela nos cuenta que son elegidos por su conformación física,
por su manera de marchar, por su mansedumbre y disposición para este
tipo de trabajo, además de recibir un entrenamiento específico. "Por
ejemplo, se los desensibiliza para que acepten las sillas de
ruedas, movimientos bruscos, gritos, y otras situaciones que se pueden
dar durante la labor", explica.
La experta agrega que
permanentemente se entrena a los animales y se observa si está todo en
orden para que éste sea co-terapeuta. Por ejemplo, no se seleccionan
caballos de sangre caliente como los de carrera, ya que tienen la
velocidad en su genética y eso no es conveniente para la práctica de
equinoterapia. "Entre todos -humanos y animales- hay una comunicación
estrecha. Nosotros conocemos su personalidad y ellos conocen la
nuestra, somos una manada y funcionamos de esta manera, con respeto y amor entre todos los que componemos este sistema terapéutico", explica Graciela.
Sonrisas y más saludVanesa,
mamá de Lucas Gullace (de tres años), nos cuenta que su hijo nació con
fórceps. Por mala praxis, le quebraron el cráneo y esto le provocó una
hemorragia cerebral y una convulsión a las siete horas de vida. Por
eso, estuvo en el servicio de neonatología casi 40 días y hoy tiene retraso madurativo general y epilepsia.
"Él
va al colegio y camina con un andador, puede hacer algunas cosas, pero
le falta la iniciativa. Hace nada más que tres meses empezó a hacer
equinoterapia y si bien todavía no habla, cuando uno le dice que va a ver a Corralito -el caballo con el que él trabaja- , empieza a relinchar como él", relata Vanesa.
"Cuando se baja del caballo, está mucho más erguido y camina sin el andador dos cuadras.
Termina la sesión sumamente estimulado. La verdad es que uno no sabe
hasta dónde va a poder llegar Lucas o si algún día va a poder hablar,
pero yo lo veo montado al caballo, disfrutando como loco y eso, como mamá, me pone muy feliz".
Vanesa
explica que a veces los padres de chicos con necesidades especiales
suelen olvidarse de que también son niños que tienen que jugar y no
sólo ser estimulados todo el tiempo. Por eso, cuando Lucas está con
Corralito siente que él esta feliz al tiempo que realiza grandes
progresos. "Es como si fuera al pelotero y además, le hace muy bien", compara.
Consultorio a "cielo abierto"Graciela Bazzi relata que hace 11 años desarrolla esta actividad desde la medicina y se sorprende cada día con los cambios que en tan poco tiempo ve que se logran con la equinoterapia. Según ella, en un consultorio cerrado se producen mucho después o, directamente, jamás.
"Esto me llevó a investigar y tratar de encontrar las respuestas en las
neurociencias, permitiéndome esbozar hipótesis con las cuales estamos
trabajando. Además, como persona, me transforma cada día y a cada
momento, al ver este milagro animal, que a veces no tiene respuestas",
señala.
También, nos cuenta un caso conmovedor: "En nuestra fundación tenemos un caballo de 34 años, Corralito, que 'despertó' a un niño que estaba profundamente dormido por los medicamentos que estaba tomando. Diversos
profesionales y yo lo habíamos intentado hacer reaccionar sin éxito;
pero él se acercó, le resopló y el nene incorporó la cabeza. Estuvieron
un rato mirándose a los ojos, luego cada uno siguió su camino;
el caballo se fue y el niño siguió durmiendo. También, Corralito logra
comunicarse y atraer la atención de niños con síndrome de espectro
autista. ¿Quién le enseñó esto?", se pregunta la doctora Graciela Bazzi.
"La
garra por salir, mejorar y la felicidad cuando se logra -tanto en los
pacientes como en los padres- no tiene comparación. Reímos, lloramos y
festejamos con ellos. En la Fundación desarrollamos un espacio de
'poder', pero en el sentido de poder hacer y hacer poderosos a los
chicos, que dejan atrás sus limitaciones y van por sus posibilidades. Buscamos el diamante oculto que existe en cada uno, partimos de una historia y una evaluación clínica, pero vamos buscar el máximo potencial de ellos, siempre", concluye esta apasionada y abocada experta del tema.
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