Las personas que mantienen vidas sociales activas a medida que envejecen podrían estarle haciendo un favor a su cerebro, encuentra un estudio reciente.
Ser socialmente activo podría aumentar los sentimientos de valor
propio y validación emocional, lo que podrían terminar ayudando a
mantener la memoria, afirman los investigadores. La interacción social
también podría presentar nuevos desafíos a las mentes mayores,
manteniendo el cerebro más ágil. "Evaluamos la integración
social según el estado civil, las actividades de voluntariado y la
frecuencia de contacto con niños y vecinos", explicó la investigadora
principal Karen Ertel, becaria postdoctoral del Departamento de
sociedad, desarrollo humano y salud de la Facultad de salud pública de
la Harvard, en Boston. Su equipo encontró que "la gente que
estaba más socialmente integrada tenía un índice de declive de memoria
de menos de la mitad frente a la que estaba menos socialmente
integrada", dijo Ertel. El informe aparece en la edición en línea del 29 de mayo de la revista American Journal of Public Health. En
el estudio, el equipo de Ertel recolectó dato de casi 17,000
estadounidenses mayores de 50 años que participaron en el Estudio de
salud y jubilación. Para evaluar la memoria, los investigadores
hicieron que los participantes memorizaran listas de diez palabras.
Durante seis años, los investigadores testaron el recuerdo de la lista
de palabras para evaluar cualquier declive en la memoria inmediata y a
largo plazo. Las puntuaciones promedio de memoria declinaron
de once en 1998 a diez en 2004, informaron los investigadores. Las
personas más socialmente involucradas al inicio del estudio tuvieron un
declive más lento en la memoria, en comparación con las que estaban más
socialmente aisladas, encontraron los investigadores. Según
Ertel, los hallazgos indican que "la actividad social podría ayudar a
preservar la función cognitiva en los adultos mayores. Además, la gente
que es socialmente activa podría también tener otras conductas
saludables, lo que podría relacionarse a la cognición y a una mejor
salud física". En otro estudio que aparece en la misma edición
de la revista, investigadores finlandeses reportaron que las personas
mayores son más propensas a ser institucionalizadas tras la muerte del
cónyuge. "Encontramos que el riesgo de ingresar a atención
institucional a largo plazo era mayor entre los adultos mayores que
habían perdido a su cónyuge que entre los que vivían con éste", afirmó
la investigadora principal Elina Nihtila, del departamento de
sociología de la Universidad de Helsinki. Además, el riesgo
extra de institucionalización fue más alto durante el primer mes tras
la muerte del cónyuge, señaló Nihtila. "El riesgo fue más que triple
entre tanto hombres como mujeres, y disminuía con el tiempo
transcurrido tras la pérdida, estabilizándose en alrededor de 20 a 50
por ciento más alto durante uno a cinco años", dijo. Afortunadamente,
una gran proporción de cónyuges supervivientes tiende a recuperarse de
la pérdida de la pareja, y los sentimientos de desesperación y ansiedad
por lo general disminuyen con el tiempo, enfatizó Nihtila. Esta
"recuperación emocional podría explicar por qué el exceso extra tan
alto de ingresar a atención institucional entre los que habían
experimentado una pérdida reciente disminuía con el tiempo tras la
muerte del cónyuge", apuntó. El estudio incluyó datos sobre
casi 141,000 personas mayores de 65 años que vivían con su cónyuge.
Durante el seguimiento de cinco años, el riesgo de ser
institucionalizado aumentó inmediatamente tras la muerte del cónyuge,
encontraron los investigadores. Los hallazgos podrían tener
varias explicaciones, entre ellas, dijo Nihtila, una "pérdida de
respaldo social e instrumental, en la forma de la atención y ayuda con
las actividades diarias como la cocción de alimentos, limpieza y
compras anteriormente compartidas con el cónyuge fallecido". Además,
el luto y la pérdida conyugal podrían causar varios síntomas, como
depresión y ansiedad, pérdida del apetito, trastornos del sueño, fatiga
y pérdida de concentración, anotó Nihtila. "Además, el luto puede
causar un aumento en la susceptibilidad a enfermedades físicas que
podrían también aumentar la necesidad de atención institucional", dijo. Nihtila
especuló que los servicios de ayuda en el hogar para los viudos
inmediatamente tras la muerte del cónyuge podría ayudar a aliviar la
carga. Un experto dijo que los estudios subrayan el problema del creciente aislamiento social entre los adultos mayores. "No
hay nada como la interacción directa con alguien", afirmó Colin Milner,
director ejecutivo del International Council on Active Aging, con sede
en Vancouver. "Pero creo que estamos sacando [ese contacto] de nuestro
estilo de vida y que eso tendrá un efecto nocivo a largo plazo sobre la
salud mental de la población", advirtió. Milner dijo que más
programas de alcance para las personas mayores, sobre todo cuando muere
el cónyuge, serán esenciales. "Deberían haber programas para ayudar a
que vuelvan a un ritmo de vida normal cuando el cónyuge muere",
aconsejó. Más información Para más información sobre un envejecimiento saludable, visite los U.S. Centers for Disease Control and Prevention.
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