Profesores y profesionales médicos son los principales grupos de riesgo
del síndrome del quemado, una afección del entorno laboral que genera
agotamiento, desmotivación y angustia.
Agotamiento progresivo, desmotivación para el trabajo y cambios
repentinos del estado de ánimo con sentimientos de tristeza, pena,
angustia, malestar psíquico acompañado de melancolía, pesimismo e
insustancialidad. La lista resume los síntomas que el psiquiatra
Herbert Freundenberger halló en 1974 en los trabajadores de una clínica
para toxicómanos. Este cuadro lo bautizó como el síndrome de 'Burnout'
o 'quemado por el trabajo'. Desde entonces, su expansión ha sido
constante. Estudiado en el entorno sanitario, y clasificado en un
primer momento como exclusivo de este grupo, más adelante se puso de
manifiesto que cualquier trabajador puede verse afectado. Pese a ello,
los expertos siguen señalando a los profesionales sanitarios, además de
profesores y estudiantes, como personas de alto riesgo. Esta
forma de estrés crónico, que se desarrolla en contextos laborales,
afecta, según diversos estudios, a unos 43 millones de trabajadores en
la Unión Europea. Además, se calcula que tiene un coste directo de
20.000 millones de euros en el conjunto europeo por absentismo laboral
y disminución de la producción. El síndrome se desarrolla de
forma progresiva. El primer indicio es el estrés; el sujeto se ve
desbordado por el trabajo. Más tarde, aparecen síntomas como tensión,
fatiga, irritabilidad y nerviosismo para terminar con trastornos
conductuales y de relación en el ámbito laboral y familiar. Y aunque
todas las personas están expuestas a los factores que favorecen su
aparición, sólo las más vulnerables desarrollan el síndrome. Los datos
señalan como individuos de mayor riesgo: - Hombres. Los estudios indican que el sexo femenino soporta mejor las circunstancias desfavorables.
- Jóvenes, debido a la falta de estrategias de adaptación y enfrentamiento.
- Personas
con alta sensibilidad emocional, autoexigentes, idealistas y
perfeccionistas, que se dedican en cuerpo y alma al trabajo.
- Individuos que se marcan objetivos ambiciosos a corto plazo.
- Aquéllos
que no disponen de estrategias de escape frente al trabajo,
interfiriendo éste en su vida privada. El síndrome registra una menor
incidencia entre personas con relaciones personales estrechas (pareja,
hijos o amigos)
Se han constatado, además, factores desencadenantes en el entorno laboral: - Un empleo que no se ajusta a las expectativas ni al nivel profesional del trabajador.
- Incomodidad
en el puesto de trabajo por malas condiciones físicas y ergonómicas.
Incorporación de nuevas tecnologías con pérdida de rol personal y
profesional.
- Aspectos internos de organización de la empresa.
El
síndrome, en su etapa final, produce tal agotamiento emocional y
psíquico que aparece la despersonalización, estado en el que el
afectado se siente 'separado' tanto de su entorno como de su identidad
y existencia física. En estas condiciones surgen síntomas
psicosomáticos, como fatiga crónica, insomnio, cefaleas o trastornos
gastrointestinales; síntomas emocionales (irritabilidad, frustración,
depresión, ansiedad, impaciencia o alejamiento afectivo); y síntomas
conductuales como abuso de drogas (legales o ilegales), absentismo
laboral, conflictos interpersonales y laborales, inseguridad,
disminución del rendimiento y episodios violentos, entre otros. Diagnóstico
El diagnóstico del Síndrome de Burnout se basa en la sintomatología
y en el conocimiento de la situación laboral y de la organización de la
empresa. Este último aspecto, conocido como 'salud empresarial', se
escapa en muchas ocasiones al médico de familia, por lo que suele ser
el médico de empresa el que está en mejores condiciones de establecer
un diagnóstico adecuado. Dado que la cobertura en las empresas de
especialistas en salud laboral es limitada, es habitual que no se
aborden estos casos de forma integral.
Terapia dual
Una
vez diagnosticado el síndrome de 'Burnout', la terapia se orienta hacia
dos niveles: individual y de grupo. Algunas compañías en que suelen
darse situaciones que bien podrían favorecer la aparición de este
síndrome, ofrecen recomendaciones para intentar aliviar sus
consecuencias, aunque lo habitual es que sólo se fijen en el plano
individual. Entre las más utilizadas, se encuentran: - Generales, dirigidas a mejorar el estado físico mediante ejercicio, alimentación adecuada y eliminación de hábitos autodestructivos
- Fisiológicas, para reducir el malestar emocional y físico asociado el estrés, mediante técnicas de relajación
- Cognitivas, que ayudan a reorganizar la forma de percibir situaciones estresantes, a identificar y modificar pensamientos irracionales
- Conductuales,
que persiguen instruir a la persona para que manifieste sus
sentimientos, deseos, necesidades, entrenarle en habilidades sociales,
ayudarle a identificar y resolver problemas, y adecuar comportamientos
y actitudes
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