Resultan eficaces a la hora de insertar genes y fármacos dentro de las células para tratar enfermedades como el cáncer. Los virus son tan simples
estructuralmente -comparados con otros agentes biológicos- que ni
siquiera hay acuerdo sobre si están vivos. Esa sencillez les convierte
en modelos tanto para la rama de la biología que intenta sintetizar
artificialmente entidades biológicas como para los químicos interesados
en copiar su estructura funcional. Un grupo de la Universidad Yonsei,
en Seúl, presenta la síntesis del primer virus artificial que logra
inactivar genes en células objetivo, por ejemplo, de tumores.
Los virus son verdaderos expertos a la hora de insertar material
genético ajeno en las células de un organismo infectado -infectado por
el virus-. Esa capacidad fundamenta la terapia génica, mediante la cual
se introducen en las células del paciente genes para tratar
enfermedades. Sin embargo, los virus pueden tener efectos secundarios,
como activar una respuesta defensiva por parte del sistema inmune del
paciente o incluso provocar cáncer. De ahí el interés en sintetizar
químicamente estructuras moleculares de tamaño nanométrico -un
nanómetro es la millonésima parte de un milímetro- que puedan llevar a
cabo el mismo trabajo, pero de forma inocua.
Virus artificiales
A estas nanoestructuras, los investigadores las han bautizado como
"virus artificiales". Lo malo es que los virus artificiales
desarrollados hasta ahora resultan aún poco efectivos. Una de las
razones es que su tamaño y forma, dos características cruciales, son
todavía muy difíciles de controlar para los investigadores. La técnica
más habitual para crear los virus artificiales genera estructuras
amorfas o heterogéneas en su forma y tamaño, cuando lo interesante
sería tener por ejemplo nanoestructuras cilíndricas o filamentosas.
Los investigadores han creado un molde molecular con una estructura proteica para construir el virus
Lo explica el equipo de Myongsoo Lee, de la Universidad de Yonsei,
en Seúl, en un reciente artículo en la revista de química "Angewandte
Chemie": "Las nanoestructuras cilíndricas tienen ventajas sobre las
esféricas porque persisten más tiempo en vivo, lo que podría explicar
por qué existen tantos virus filamentosos en la naturaleza. Es
imperativo encontrar una estrategia general del controlar la forma y el
tamaño de los virus artificiales".
A la carta
Este equipo ha desarrollado una nueva técnica precisamente para
eso: desarrollar virus artificiales con un tamaño y forma "a la carta".
Y la han aplicado para crear el primer virus artificial con forma de
filamento. Lo que hicieron los investigadores fue crear un molde
molecular para construir el virus. Este molde consiste en una
estructura proteica en forma de hebra doble. Cada segmento de la hebra
está pensado para atraer moléculas de características precisas, lo que
permite controlar la forma y el tamaño.
En la parte externa de la doble hilera se hicieron crecer brazos de
proteína unidos a pequeñas piezas de ácido nucleico. Y he aquí la
gracia: Estas piezas de ácido nucleico pueden diseñarse químicamente
para conferirles la capacidad de acoplarse a genes específicos, y así
lograr bloquear su activación. En realidad estas pequeñas hebras están
hechas de ARN de interferencia, un tipo de ácido nucleico descubierto
en los últimos años y que se caracteriza por destruir el gen diana al
que se acopla. Es un mecanismo que se ha convertido, desde su
descubrimiento, en una de las técnicas de laboratorio más habituales
para silenciar genes, y una herramienta esencial para el avance de la
terapia génica.
"Ladrillos" de glucosa
Pero volvamos a la hebra de virus artificial. Además de brazos con
ARN de interferencia para bloquear genes diana, el virus artificial
lleva en superficie "ladrillos" de glucosa, que lo ayudan a unirse a
receptores de glucosa en la superficie de las células diana. Casi todas
las células de mamífero tienen estos receptores de glucosa en su
superficie, pero son muy numerosos, sobre todo, en las células
tumorales. "Usando una nanoestructura como molde logramos demostrar que
es posible construir virus artificiales bien definidos", explican los
autores.
Las características funcionales del virus, y un diseño de su
superficie adecuado a cada caso, "hacen que el virus artificial sea muy
eficiente a la hora de insertar genes y fármacos dentro de la célula".
Los investigadores han llevado a cabo ensayos en un cultivo de células
tumorales humanas, y han podido comprobar que los virus artificiales
transportan muy eficazmente el RNA de interferencia y logran así
bloquear el gen diana.
CREAR VIDA EN EL LABORATORIO
Los virus artificiales como el presentado por el equipo de Seúl son
nanoestructuras sintetizadas químicamente. Pero hay otros virus
artificiales en los laboratorios construidos con técnicas biológicas y
a imagen y semejanza de microorganismos ya existentes en la naturaleza.
Puede que ambos abordajes acaben en lo mismo, microorganismos vivos
sintetizados en el laboratorio para cumplir una función definida, pero
con un punto de partida distinto. En el segundo caso, los
investigadores están empezando por copiar seres que ya existen en la
naturaleza, para poner a prueba su capacidad de crear "vida
artificial".
En 2002, un grupo estadounidense sintetizó el virus de la polio, en
un trabajo que duró varios años. Los investigadores, con la secuencia
genética del virus en la mano, se dedicaron a reproducirla uniendo
pieza a pieza en el orden correcto. En 2006, el padre de la revolución
genética, Craig Venter, desarrolló una nueva técnica con la que
ensambló un virus artificial completo en sólo dos semanas. Se trataba
de un virus que ataca bacterias y es inocuo para el hombre, pero el
trabajo enseguida activó las alarmas sobre la posibilidad de sintetizar
virus como arma biológica.
A principios de este año, Venter ha dado un paso más allá
sintetizando en el laboratorio el mayor genoma artificial completo de
un ser vivo: el de la "Mycoplasma genitalium", una bacteria con vida
independiente con el genoma más simple: 485 genes en un solo cromosoma.
Los investigadores aún no han demostrado que este genoma sea funcional,
es decir, que pueda dirigir el funcionamiento de un ser vivo o que
contenga efectivamente las instrucciones para desarrollarlo.
Uno de los objetivos últimos de este proyecto es construir
microorganismos nuevos capaces, por ejemplo, de secuestrar carbono o
digerir residuos tóxicos (o, como en el caso de los virus, insertar
genes en células para terapia génica). Sin embargo, aún no está claro
si será posible.
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