Si bien las cifras sobre desnutrición infantil en Mendoza son muy
inferiores a la media nacional, los datos conocidos en los últimos días
en cuatro centros de salud de Capital deben encender una luz de alerta.
Se trata de una situación de salud grave para los niños y su futuro.
También surge de un problema cultural de muchas familias.
Los problemas generados por el alto índice de desnutrición infantil han
sido motivo de preocupación de las autoridades nacionales en los
últimos años. Los datos estadísticos conocidos en el país indican que
más de la mitad de la población argentina se encuentra dentro de la
calificación de “pobres”, porque el dinero no les alcanza para cubrir
una canasta básica de alimentos.
Sin embargo, mientras esas cifras hacen hincapié en que los mayores
problemas se encuentran en las provincias del Noreste y Noroeste del
país, en Mendoza se conocieron en los últimos días datos más que
preocupantes: sólo en la Capital de la Provincia se detectaron 126
chicos desnutridos, de los cuales el 30% se encuentra con desnutrición
crónica y el resto en la calificación de “aguda”.
Más aún, los datos tomados por los encargados del estudio indican que
en los últimos meses ha subido la cantidad de chicos en situación de
riesgo, en la edad de entre 1 y 4 años.
En el problema global del país, las cifras dadas a conocer por Unicef
dan cuenta de que el 22 por ciento de la población de la Argentina se
encuentra dentro de la calificación de indigentes porque no acceden a
la canasta básica de alimentos.
En las provincias del Norte, 8 de cada 10 niños y adolescentes son
considerados pobres porque no tienen ingresos suficientes como para
cubrir sus necesidades mínimas, mientras el Centro de Estudios de
Nutrición Infantil afirma que el 35 por ciento de la población no puede
acceder a los alimentos básicos, aunque destine a ello el 66 por ciento
de sus ingresos.
Por su parte, un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas y
Censos determina que de seis millones y medio de chicos censados en 31
aglomerados urbanos, de entre 0 y 14 años de edad, cuatro millones
ochocientos mil son pobres y de ellos dos millones setecientos mil son
indigentes.
Agravando las cifras, otro estudio, en este caso de una entidad que
colabora con la Organización Mundial de la Salud, indica que el 50 por
ciento de los chicos de todo el país de entre 6 meses y 2 años de edad
padece anemia por falta de hierro, como consecuencia de la mala
alimentación.
Las cifras en Mendoza son más bajas que la media nacional. Sin embargo
en los últimos días se han encendido luces de alerta al tomarse
conocimiento de que la situación económica está impactando en los
sectores más bajos y que es cada vez mayor la cantidad de madres que
concurren a los centros de salud de Capital en busca de leche para
darles a sus hijos.
Las encargadas de los Municentros señalan que durante el mes de mayo
tuvieron que entregar mil raciones más en los diferentes centros de
distribución, precisamente a aquellos a los que son derivados los
chicos que están desnutridos o en riesgo nutricional.
Destacan, a modo de ejemplo, que al centro de salud del barrio San
Martín está llegando gente que antes tenía dinero para pagar la obra
social y que la mayoría de los que concurren son familias cuyo jefe ha
perdido su trabajo. “La pérdida de calidad de vida se nota en la ropa
que usan y también en su alimentación”, se indicó.
Todo lleva a señalar que en esos centros de salud se está realizando un
seguimiento permanente de la situación a los efectos de establecer su
evolución o su disminución. Si bien es cierto que se trata de una zona
considerada crítica, cabría también preguntarse qué está ocurriendo en
otros departamentos de la provincia, de los que no se han tenido datos
específicos.
Es muy factible que los números otorguen cifras muy similares a los de
la Capital, por lo que las autoridades correspondientes deberán
abocarse a establecer una solución global. Está comprobado, además, que
los planes sociales no constituyen una salida -en Mendoza se otorgan
más de 100 mil planes sociales- y que debe encararse otro tipo de
medidas.
Están en juego la salud y el futuro de miles de chicos, porque la mala
alimentación deja consecuencias irreversibles, desde problemas de
crecimiento hasta de capacidad intelectual.
A la vez, deberá considerarse que no sólo se trata de un problema económico o de salud.
También es cultural, porque muchos de los profesionales consultados han
expresado que en algunos casos los problemas de desnutrición de los
chicos son consecuencia de la incapacidad de los padres para
detectarlos y derivarlos a los profesionales correspondientes.
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